Gobiernos, lo bueno, lo malo y lo peor. Esteban Valenti

02.07.2025

Los gobiernos democráticos, los gobiernos uruguayos desde 1985 deben tener muy en cuenta la opinión de la gente. No para las próximas elecciones, sino porque su función fundamental es trabajar, con sus opiniones partidarias, con su programa, con sus prioridades, para esa gente, para la mayoría de los habitantes de este país. Esa es su responsabilidad indeclinable. Lo demás es verso.

No hay presente, futuro e historia sin ese tema central, como percibimos los ciudadanos y los que  no lo son también, en las múltiples tareas de un gobierno. No los salva nadie y está muy bien que así sea. No le atribuyamos la responsabilidad a la comunicación, a la capacidad dialéctica, ni a otra cosa que, a los resultados, al impacto de sus políticas, de sus ministerios y múltiples organismos, en la vida concreta, en el pan, el fiambre, la libertad, la calidad de la vida de la gente.  No hay verso que logre superar ese escollo, esa enorme posibilidad, ese privilegio que te dan los ciudadanos, estar al servicio de la gente. Enteramente al servicio de la gente.

No hay estadísticas, manejadas con argucia o con precisión que supere un aspecto fundamental: cómo se siente, como lo siente el pueblo. Ese es el mayor privilegio y obligación.

No es solo la suma de cada tornillo, de cada engranaje, es el conjunto y todas sus partes.

Voy a tomar un ejemplo actual, muy actual y bien caliente: la gente en la calle y los muertos de frio. Resume muchas cosas. El pasado, por la cantidad inédita de gente que vive en la calle, pero eso nunca puede ser una excusa, es una gran obligación, más que cualquier estadística que siempre es más compleja, pero es además un enorme honor, tiene impacto directo en la pobre gente.

El Estado y el gobierno te dieron la posibilidad, antes que nada, de ayudar directamente a TU GENTE, a los más desfavorecidos y evitar que en una noche helada se vayan de esta vida. ¿Puede haber una mayor obligación y un mayor orgullo que cumplir plenamente?

Ayer que hacía un frío mortal, me dediqué unos momentos -no  puedo, no logro aguantar más- a pensar, a imaginar cómo sería estar tirado en un suelo helado, tapado con cualquier cosa y sentir que la vida, sí esa única que todos tenemos y que tiene el mismo valor para todos, que no regresa nunca, se te escapa minuto a minuto por debajo de los cartones, que todos tus recuerdos se desvanecen, que el frio se cuela en tus huesos, en cada centímetro de tu cuerpo y te gana la batalla. Al final gana ella, la muerte.

No importa la edad, el sexo, si tenés o no un perrito, ella te gana. Y el principal perdedor es ese ser humano, pero en realidad perdemos todos, los que estamos calentitos, los que no padecemos frío, pero tenemos una opción, e incluso los jerarcas y los funcionarios que tienen sus obligaciones bien claras.

Les puedo asegurar que esa derrota tiene un solo color, es celeste y me pregunto: ¿Tiene alguna justificación, que más tiene que suceder?

Y fuimos derrotados siete veces en pocos meses. Y a mí no me alcanzan las explicaciones políticas, el reconocimiento de lo que hicieron otros gobiernos anteriores, o muy anteriores, yo tengo en cuenta solo esa derrota injustificable. No es una estadística, es un ser humano.

Escucho un debate, o como quieran llamarlo, parlamentario y veo las caras rozagantes y el intento rebuscado de explicar todo desde la comodidad de los sillones de cuero y me da vergüenza, mucha vergüenza y un gran dolor. A eso sumo las explicaciones y me da asco.

La alerta total, el frío insoportable para nuestras costumbres obligaron a intensificar los esfuerzos, a aumentar el trabajo, sin necesidad de ninguna nueva ley, a pura voluntad y demostraron que se podía, se debía.

No me vengan con la libertad de elegir con morir en la calle, como una opción. Seguramente el que hable de eso, nunca durmió una sola noche de invierno en un umbral. No son suicidios.

Tenía que decirlo o se me atraganta la política y la vida y también la ideología.

Quiero referirme a otro ejemplo. Por cumplir sus 10 años en el cargo de Comisionado Parlamentario de las Cárceles, Juan Miguel Petit, dejará el cargo. Lo sigo desde hace 10 años, no sé si seguirá siendo colorado y me importa un bledo, sé que es un gran ser humano, que se hizo muy bien en elegirlo hace diez años.

También podría escribir unos renglones sobre la situación en las cárceles, la muerte en las cárceles, tan terrible como la otra, libre en un portal. Voy a visitarlas para no hacer literatura. Solo puedo decir que el Estado uruguayo se pierde un gran funcionario y servidor, una buena persona y un trabajador incansable. La situación de las cárceles uruguayas, esa vergüenza que padecemos sería peor sin Juan Miguel Petit, recorriendo, denunciando, hablando a todos los niveles, cumpliendo con sus obligaciones. No con los presos solamente, con los uruguayos.

Lo despido con respeto, con un saludo sentido por lo que hizo por todos, pero por lo que hizo por mí, por mi más elemental condición de ciudadano, lo más básico, fundamental e insustituible de la democracia y de la república.

Esteban Valenti
2025-07-02T11:56:00

Esteban Valenti.

Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias).