El chantaje como forma de hacer política
Gustavo “Tato” Olmos
12.11.2020
El Frente Amplio se encuentra en un proceso de “Balance, evaluación crítica, autocrítica y perspectivas”…
Que tiene como disparador evidente la pérdida del gobierno nacional, pero que debe abarcar una evaluación crítica, detectando aciertos y errores, de los 15 años de gobierno nacional, de 30 años de gobierno en Montevideo, de los procesos en las intendencias en que somos o fuimos gobierno, de su gestión parlamentaria y del propio Frente Amplio en múltiples dimensiones (programáticas, organizativa, financiera, por mencionar algunas).
Este proceso no debe limitarse a un recambio de liderazgos, improbable además que suceda con las características del de la tríada que condujo al Frente Amplio a convertirse en gobierno. Deberá contemplar una renovación programática, una profunda revisión de su estructura orgánica, una actualización de su liturgia (A redoblar no puede seguir siendo la canción que asociamos a los comité de base) y un retorno a la esencia de los valores fundantes de la izquierda.
Algunos de esos valores, como el ejercicio de la política con vocación de servicio, alejada de los intereses personales y sectoriales y el respeto a las reglas de juego establecidas, se han visto en jaque en estos días. Y que eso suceda debería alarmarnos, porque ya hemos aprendido dónde nos lleva la tolerancia con lo intolerable.
Las elecciones de octubre mostraron un fenómeno nuevo en el Frente Amplio, que desde el punto de vista de estrategia electoral fue muy exitoso, pero que cuando se miraba de cerca mostraba una forma de hacer política bastante reñida con la que debe llevar adelante un grupo de izquierda.
Baluarte Progresista, a partir de la presentación de 57 listas en todo el país, aportó 50.784 al Senado de la Vertiente Artiguista, contribuyendo en forma decisiva a que haya obtenido dos bancas, ocupadas por dos queridísimos compañeros. Lo llamativo fue que fruto de tal dispersión, no logró tener ni un solo diputado, constituyéndose en un caso probablemente único en la historia electoral del Uruguay. La lista 890 de Montevideo fue la que tuvo más apoyo entre las 57: sumó 5.219 votos. El número estaba dentro de un círculo verde (asociándose con la histórica 90 del Partido Socialista) y el primer candidato a Diputados era Daniel Martínez. Por supuesto que no Daniel Martínez Villamil, candidato del Frente a la Presidencia. Un tocayo elegido con un evidente ánimo de confundir a los votantes y obtener votos en forma desleal.
La operación fue, desde el punto de vista de cargos, un éxito para la Vertiente, pero dejó sin nada (más allá de un probable beneficio económico) a quien había diseñado la estrategia. Se trata de Humberto Castro, durante años Consejero Político del Congreso de Intendente.
Nota aparte, el Daniel Martínez candidato a diputado está reclamando judicialmente a Humberto Castro, el pago de $ 3,5 millones por los 22.842 votos que obtuvo en las elecciones nacionales. Había listas en todo el país encabezadas por él: la 890 en Montevideo, Soriano, Treinta y Tres, Tacuarembó, Rocha, Rivera, Río Negro, Maldonado, Florida, Flores, Colonia, Artigas, Durazno, Salto y San José; la 1888 en Cerro Largo, la 8000 en Paysandú, la 80.000 en Canelones y la 1890 en Lavalleja.
Las elecciones departamentales fueron el momento en que se decidió dar el salto y constituir un sublema, Sumemos, que aglutinase exclusivamente las listas nucleadas alrededor de Humberto Castro, con algunas incorporaciones menores.
El sistema de múltiples listas volvió a dar resultados. En Montevideo, con 30 listas, apoyando a los 3 candidatos, logró 70.716 votos, que significaron 3 bancas en la Junta Departamental. La que tuvo más votos fue nuevamente la 890, con 5.389 votos.
La Presidencia de la Junta Departamental rota anualmente. Históricamente el Frente Amplio las ha asignado a las 5 listas más votadas, independientemente de las distancias existentes entre ellas.
El Movimiento de Participación Popular, en momentos en que tuvo 8 ediles, respetó este criterio y propuso no innovar con una práctica histórica, aunque la innovación lo hubiese favorecido.
No fue esa la actitud de Sumemos. Más bien fue una actitud propia de Restemos o Dividamos. A pesar de que hay 15 listas que obtuvieron más votos que la 890, a pesar de que hay 8 que la duplican o más, a pesar de que la quinta (a quien le correspondería el último cargo) tiene 3 veces y media más votos, apelaron al chantaje para reclamar un lugar. La amenaza fue directa: si no obtenían uno de esos cargos formarían una bancada aparte y actuarían en forma independiente a la bancada del Frente Amplio.
La 6009 (quinta lista en orden de votación), en aras de evitar una crisis en la bancada, envió una nota al presidente de la Departamental de Montevideo del Frente Amplio renunciando a la quinta presidencia de la Junta Departamental.
El gesto de la 6009 enaltece a Congreso Frenteamplista, sin lugar a dudas.
Dicho esto, el chantaje como forma de dirimir los conflictos políticos es una práctica deplorable, que debe ser repudiada con toda claridad.
Será parte de la discusión y de la evaluación crítica entender cómo permitimos que estas cosas sucedan en el Frente Amplio y cómo crear mecanismos que nos aseguren que no sea posible llevarlas adelante impunemente. No las merece el Frente Amplio. No las merece la política uruguaya.
La condena social por parte de los frenteamplistas es un necesario primer paso.
Gustavo "Tato" Olmos es Diputado, integrante de Marea Frenteamplista / Fuerza Renovadora / Frente Amplio. Pertenece a Generación 83 y trabajó en GeneXus. @tato_olmos
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