Homicidios en el Uruguay, la epidemia continúa. Fernando Gil Díaz
05.05.2025
No podemos quedarnos con una o varias fotos, es necesario contemplar toda la película. Es decir,no vamos a concentrarnos en los sesenta y pico de días de este gobierno porque sería contemplar un problema tan serio como este con una mirada demasiado corta e inútil.
Si en verdad se quiere empezar a entender este problema con intención de contenerlo al menos, es imperioso empezar a encontrar respuestas a la violencia que los desencadena, esa que es el nudo gordiano de todo este asunto. Al tiempo de escribir esta columna van 125 días del año y los homicidios que pudimos registrar -con fuentes abiertas de información- suman 128; más de uno por día. Una tendencia que representa una trágica meseta que si bien no aumentó tampoco da señales significativas de bajar todo lo que desearíamos. La epidemia continúa...
Las noticias de homicidios siguen ocupando la agenda de forma casi que permanente, pueden pasar algunos días en que no hay reportes pero como por arte de magia, efecto contagio o vaya uno a saber por cuál razón, surge uno y de inmediato hay otros que le siguen en cascada. Pareciera que el destino se empeñara en mantener viva la cifra de muertes violentas entre los uruguayos.
Si algo hemos apreciado en los últimos años es el incremento de la violencia asociada a estas desgraciadas formas de resolver los conflictos interpersonales que ha hecho carne entre los orientales. La proliferación de armas de fuego ha marcado una desgraciada tónica que lidera las estadísticas como la principal herramienta utilizada en los casos de muertes violentas. Aquello de resolver los conflictos hablando pasó a ser historia y ahora todo se resuelve (¿?) a los tiros. Triste y peligroso por donde se lo mire.
La ley de tenencia responsable de armas, impulsada durante las administraciones frenteamplistas, no tuvo el efecto deseado ni mucho menos. La tenencia irregular de armas sigue creciendo, incluso muchas de las regularizadas terminan en manos criminales por diferentes circunstancias. En suma, el problema sigue siendo el mismo: hay muchas, demasiadas armas circulando por el territorio uruguayo.
No tengo el dato fino pero tampoco tengo dudas que el narcotráfico se lleva con "horrores" el palmarés de ser una (sino la principal) razón del incremento de la violencia letal. Las luchas por territorios y el auge de bandas que se han consolidado a fuerza de plomo dan cuenta de muchos de los homicidios que se registran y que han llevado las cifras de este rincón del sur latinoamericano a niveles preocupantes (11/100 mil habitantes).
Es imperioso que empecemos de una buena vez a dar alguna respuesta a tanta violencia, y no me refiero a respuestas represivas meramente, porque la violencia con más violencia solo la multiplica. Algo así como apagar el fuego con nafta, no funciona.
Urge que, en aras de esa interinstitucionalidad que predicó el nuevo gobierno en campaña, se de inicio rápido a acciones que permitan transversalidad en las respuestas dando intervención a todo el Estado para empezar a construir alternativas a la violencia. Desde la escuela, los centros CAIF, las policlínicas, los servicios públicos, la atención al ciudadano de a pie, el trato con nuestros pares en el barrio, en fin, en todos los lugares donde nos relacionemos, tenemos que empezar a construir empatía y mejorar el trato para que los niveles de violencia no escalen y, en cambio, bajen a grados de sana tolerancia y respeto como recuerdan nuestros abuelos.
"Todo esta listo, el agua, el sol y el barro,
pero si falta usted no habrá milagro."
J.M. Serrat
Como la caridad, el buen trato y la percepción de mejora de toda relación empieza por uno mismo. Alcanza con proponérselo y empezar a cambiar la forma en que vemos y tratamos a nuestros semejantes. Y pasa, también, en cómo nos tratamos nosotros mismos, no admitiendo un trato diferente al que estamos dispuestos a dar y por ende, recibir. Depende -en primer orden- de nosotros mismos empezar a cambiar.
La violencia es amiga del caos, por eso es que urge entender que si naturalizamos el destrato, si admitimos pacíficamente la destrucción de los espacios públicos, si mantenemos una actitud omisa ante los abusos, si no reaccionamos ante quien destruye un servicio público (vandalismo a contenedores, por ejemplo), entonces nos convertimos en cómplices por omisión y somos tan responsables como ellos.
En definitiva, intento decir que está en cada uno de nosotros empezar a construir una alternativa a la violencia. Porque no será posible construir una sociedad tolerante y solidaria sin el involucramiento de todos, desde el lugar que toque. "Sin participación ciudadana no hay seguridad posible", le explicaban las autoridades estadounidenses a una delegación uruguaya encabezada por el fallecido exministro Bonomi a poco de iniciar su gestión en 2010, en una visita por EEUU. Y esa máxima es una condición inexcusable de cualquier gestión sea del signo que sea: sin la gente no hay cambio.
Los homicidios nos interpelan porque no hay daño mayor que quitar la vida a otra persona, es hora de actuar. Ya tenemos sobrediagnosticado el asunto como para seguir perdiendo tiempo vital en la demora de atender este flagelo con nuevos diagnósticos. Es hora de actuar y es urgente actuar porque cada día que pasa es un uruguayo menos que perdemos como sociedad.
Una sociedad que no crece demográficamente y que -encima- elimina a sus integrantes porque no encuentra otra manera de resolver sus diferencias que no sea a los tiros, está condenada a desaparecer.
Los días pasan y se nota el nerviosismo militante en cada reclamo. Todos son válidos y todos son entendibles. Me sumo a la urgencia por ver resultados más temprano que tarde. Pero claro, también entiendo que no se trata de soplar y hacer botellas, pero sí se trata de entender que hay urgencias que no pueden esperar los tiempos burocráticos. Esas urgencias son las que hay que atender de forma ejecutiva y rápida. Y en el tema de los homicidios, atender a la violencia que subyace en cada uno de los mismos, es un punto focal que merece toda la atención posible.
Por supuesto que no escapa a mi razonamiento que hay un aspecto represivo que no puede soslayarse, y en el cual la actuación policial es necesaria. Pero no le podemos pedir todo a la Policía cuando en muchos casos es un tema de honda razón social y no policial. La policía llega para recoger los restos que quedan luego del desastre de una vinculación social lastimada por la desidia, el egoísmo, el consumismo y muchos ismos más que nos han enfermado hace mucho tiempo.
Son muchas las urgencias y cada quien las calibra según su lugar, pero si no queremos seguir perdiendo vidas de uruguayos cada día, el momento de empezar era ayer...
el hombre seguía sumando cruces,
el perro ya no quería contar más...
Fernando Gil Díaz