Fidel Pintos, la sanata y Luis Lacalle
Ismael Blanco
03.10.2014
“Son macanas pura uva tus decires bullangueros, qué venís a darte corte si te manyo el pedigrée…(…)…¡Fanfarrón! En la mersa de los guapos no arrimás ni por equivocación./ ¡Charlatán! Vos vivís únicamente/ porque es muy buena la gente/ y hay en el mundo lugar./ No sabés/ que hasta el loro del vecino/ aprendió a gritarte: ¡fanfarrón!/ ¡Che cartón!/ Que vivís dándote corte, muñequito de resorte, ya verás que papelón...” Tango: “Fanfarrón” música de Luis Visca y letra de Enrique Cadícamo
Hoy quiero empezar afirmativo, es más, utilizando un vocablo de moda, de manera "positiva", con mucho entusiasmo y alegría. Es por ello que quiero compartir con ustedes ciertos recuerdos del pasado que no añoro como dice el tango precisamente, pero que sí me permiten rescatar a aquellos geniales personajes que reunidos en una mesa de un bar, juntaban a todos aquellos con los cuales de una manera u otra nos podemos sentir representados o identificados, singulares personajes que existen en nuestra sociedad y que fueron personificados de manera maravillosa en lo que se llamó "Polémica en el Bar".
Nunca pensé que esta remembranza de un asumido cuarentón la iba a encontrar en un programa político televisivo uruguayo, conducido por alguien por quien no tengo ningún respeto ni admiración, por asuntos que no vienen al caso en este artículo recordar, pero nobleza obliga, debo reconocer que puso en evidencia en su entrevista que el candidato presidencial de derecha Luis Lacalle es un perfecto improvisado por no decir un verdadero "camelero" y expendedor de humo. Con toda sinceridad digo que esperaba un reportaje donde Luis Lacalle se sintiera cómodo, casi como en casa. Pensé verlo en bata y pantuflas, casi como si el reportero le hiciera la entrevista en el living de su morada un domingo de mañana.
Si bien mi análisis puede ser un poco prosaico y sin querer parecer presuntuoso, resolví hacer un "ensayo semiótico" entre las figuras de dos auténticos sanateros criollos: Don Fidel Pintos y Luis Lacalle.
Agrego que esto lo hago como un simple observador, un ciudadano inquieto, un don nadie en estos asuntos, pero al fin un inquieto y apasionado del acontecer político. Por estas razones consideré apropiado hilvanar ideas y realizar simples comentarios y contemplar tomando nota de las maravillosas galimatías, de las ambiguas y vagas respuestas que pueden darnos los personajes anteriormente citados.
También digo, libre de todo fingimiento, que este pequeño ensayo pretende concluir con la advertencia necesaria de alejar cualquier posibilidad, de que alguien, que domine el oficio del chamuyo nos pase para la cueva a todos los uruguayos, convirtiéndose en presidente. No podemos dejar de prevenir que hoy existe el riesgo latente de que los uruguayos puedan optar por un charlatán, un gran embaucador o para decirlo en el más criollo de los lunfardos: un sanatero, un vende versos que pueden ser comprados no por lo de su clase o los que él representa, cosa que es natural y esperable, sino por una parte del pueblo humilde y trabajador, que de buena fe crea esta farsa.
Todo tiene una explicación, Luis Lacalle, tiene de todo: la imagen, el traje, el gesto y el decir canchero, respuesta rápida y chistosa, es "un positivo" a pleno, pero fue advertido por algunos de sus refinados asesores de "che Luis nos está faltando el programa" y tan evidente fue su inexistencia que en un mar de contradicciones recién salió a luz una tarde del 15 de setiembre. Menos mal que lo hizo antes de la veda del 24. Lo suyo fue simple por no decir descarado, agarraron lo que esta ya hecho por el progresismo y la izquierda y pusieron delante de cada ítem el vocablo "mejorar", de esta forma Luis mantuvo el estilo haragán y cumplió con el requisito de "hacer el programa".
Puedo parecer prehistórico, por la referencia que estoy dando, pero el gran representante de la "sanata" se lo puede ubicar en el Río de la Plata y su mentor, el gran maestro de las galimatías, el "decidor" más profuso, el máximo compositor de las palabrerías, es un prócer nacido al otro lado del Plata: Don Fidel Pintos. Sin lugar a dudas me resultó impactante su postura y el discurso farragoso, de un híbrido oral y vacío de contenido que resultaba de su personaje, este hecho me demostró que estaba todo inventado, nunca imaginé que podía tener un competidor sin igual por estas tierras orientales pero con la gran diferencia que nuestro coterráneo tiene aspiraciones presidenciales, peligrosas en mi opinión, mientras que Don Fidel Pintos inocentemente nos divertía. Es entonces que pude corroborar que el chamuyo fácil y circular no es novedoso, sólo que lo que hoy se nos presenta por parte de Lacalle es lo que definiría como un "chamuyo remix".
Cuando días pasados en un programa televisivo, que luego se reprodujo en las redes de manera viral, el candidato por el partido Nacional, entrevistado, pasó la mayor vergüenza que he visto de un político en años. Ratifiqué que su liviandad no tiene límites, que su falta de preparación es descarada y que su improvisación quedó patente de manera vergonzosa. Yo pensé, recordando algún examen en los tiempos de la facultad, cuando alguna pregunta de un examen oral, venía "complicada", era mucho más sano y sincero decir: "déjeme pensar" e intentar hilvanar alguna argumentación que de manera tangencial nos sacara del apuro. La clave estaba en hacerlo con habilidad pero con humildad a la vez, sin provocar y con la calidad de no rayar en la grosería con nuestra táctica y dejarnos en evidencia y también, para que el docente por más "criminal" que fuera, al advertir nuestra argucia se compadeciera de nuestra humanidad. Pero nada de esto tiene Luis Lacalle porque sanata tiene y mucha, pero humildad ninguna... por suerte con chamuyo solo no alcanza.
La sanata o el camelo, dependiendo de los asuntos de que verse, puede ser hasta gracioso, pero cuando se habla de programas de gobierno y cuando la sanata está en la boca de un candidato a la presidencia, como es el caso de Lacalle, lo gracioso pasa a ser desagradable cuando no peligroso, pues de lo que se habla es sobre la expectativa de la gente, de sus aspiraciones, de su felicidad, en definitiva de sus vidas. Estos asuntos no se pueden manejar con liviandad e inconsistencia.
Ahora, entre nosotros entre votar a Luis Lacalle y Fidel Pintos no me quedan dudas: ¡Viva Fidel!
Dr. Ismael Blanco