Los pioneros no bailaron el chachachá de la victoria
Jorge Ángel Pérez (desde Cuba)
25.03.2023
Los pioneros no bailaron el chachachá de la victoria
De manipuladores y manipulaciones está lleno el camino al infierno, y sin dudas las penumbras que mejor conozco son esas que habitamos los cubanos. En Cuba, un solo individuo ejerce el control de la gran mayoría. El dominador, y sus dos o tres acólitos, usan algunas técnicas de persuasión, una persuasión que, más que en el hechizo, se apoya en las amenazas.
Un país acostumbrado a las manipulaciones podría descubrirlas sin mucho esfuerzo, casi de inmediato, pero aun así, y ya descubiertas las tretas, no se atreve a enfrentarlas. Los manipuladores, que podrían ser unos cuantos, y responder al nombre de Fidel, Raúl, Miguel o incluso Pepito el de los cuentos, parecieran tener grandes poderes para sugestionarnos, incluso para hipnotizarnos, incluso para eliminar de un solo tajo nuestras capacidades críticas.
Los comunistas son perversamente manipuladores, los comunistas se especializan en manipulación y, como ya sabemos, la manipulación es un ejercicio sinuoso, incluso velado, y hasta absurdo, del ejercicio del poder. La manipulación es también un manoseo que intenta conseguir el control y deformar algunos comportamientos, algunas percepciones. Los comunistas gustan de las persuasiones, y sobre todo de las amenazas.
Los comunistas son hábiles manipuladores, y no son pocos los que no llegamos a descubrir sus verdaderas intenciones, pero otras veces sí que las avistamos, las vemos venir, llegar en el momento en el que también llegan otras cosas, como un equipo de béisbol después de participar en un Clásico Mundial.
Los manipuladores comunistas tienen ciertas habilidades, que a veces son muchas y se parecen a las amenazas. Los manipuladores siempre tienen víctimas, y las víctimas son muchas; la víctima podría ser cualquiera de nosotros, incluso jóvenes estudiantes de secundaria y preuniversitario, incluso estudiantes de la primera enseñanza, esos niños de pañoleta que, por mandato, son pioneros comunistas y serán como el Che.
Y todo eso lo miré en el recibimiento a los peloteros que participaron en el V Clásico Mundial de Béisbol, ese clásico en el que los cubanos fueran eliminados por Estados Unidos, y ya sabemos todo el dolor, el desespero, que eso pudo causarles a los comunistas cubanos; el "sacrosanto" poder comunista, el invencible de las mil batallas sucumbiendo ante el poder de su enemigo más despreciado, el que le provoca los mayores dolores de cabeza.
Y lo más doloroso fue la grandísima manipulación, los recibimientos y homenajes a los que fueron convocados los niños de la enseñanza primaria. A esos pionerillos los convocaron a abandonar las aulas, las clases, para ir a la Ciudad Deportiva y hacer homenaje a los peloteros que perdieron ante el equipo de Estado Unidos. Los niños no recibieron clases, pero sí recibieron a los perdedores, en un intento de minimizar la derrota, porque los honores son, realmente, para los héroes de alguna guerra, incluso de algún enfrentamiento en un campo de béisbol.
Yo entré también a la Ciudad Deportiva, y hasta intenté subir esas rampas que, caracoleando, suben y suben. Yo entré y comencé la subida, y di la orden a mi celular para que grabara a esa multitud de niños y jovenzuelos que abandonaron las aulas para ascender por esas subidas que caracolean por todo el edificio al que llamamos Ciudad Deportiva. Yo intentaba filmar el ascenso de los niños, la entrada de los peloteros.
Y algo de la subida conseguí filmar, hasta que un policía me llamó por mi nombre y me ordenó apagar el teléfono, guardarlo pronto. Yo comencé la bajada alejándome del policía, y volví a encender el teléfono, a documentar mi bajada y la subida de otros que hacían el camino contrario, el del "ascenso", para terminar en una chilladera de homenaje a los perdedores del Clásico Mundial.
Bajé pensando en el fracaso de los peloteros, y sobre todo en el fracaso del poder, para quien el béisbol era una de las pocas maneras de vencer en algo, pero el tiro se les fue por la culata. Yo bajaba y pensaba en el fracaso, en la imposibilidad de vencer, en el fracaso que niega la trascendencia, que primero pone en situaciones límites, para luego negar la trascendencia.
Yo bajaba mientras otros subían para hacer el homenaje a los perdedores. Yo bajaba pensando en la trascendencia que pretendiera el poder, en esos niños que dejaron de ir a la escuela para hacer homenaje a los perdedores, aunque debieron estar en las aulas, frente a sus maestros, quienes podrían explicarles un poco lo que significa una derrota, y luego otra, y una más, hasta la caída final, esa que no sucederá solo en el campo de béisbol. Yo bajaba y pensaba en los múltiples recibimientos para recibir a cualquiera...
Publicado en Cubanet, el 23 de marzo de 2023
Jorge Ángel Pérez nació en Cuba (1963), donde vive, es autor del libro de cuentos Lapsus calami (Premio David); la novela El paseante cándido, galardonada con el premio Cirilo Villaverde y el Grinzane Cavour de Italia; la novela Fumando espero, que dividió en polémico veredicto al jurado del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2005, resultando la primera finalista; En una estrofa de agua, distinguido con el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar en 2008; y En La Habana no son tan elegantes, ganadora del Premio Alejo Carpentier de Cuento 2009 y el Premio Anual de la Crítica Literaria. Ha sido jurado en importantes premios nacionales e internacionales, entre ellos, el Casa de Las Américas.
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