El humor: Entre la libertad de expresión, el “honor”, el “mal gusto” y la censura
José W. Legaspi
16.06.2020
El humor: Entre la libertad de expresión, el “honor”, el “mal gusto” y la censura
Definir el humor no es fácil. Probablemente exista una definición por cada humorista, que le dará el matiz que mejor le parezca, con absoluto derecho.
Los hay que apelarán a la inteligencia y el guiño cómplice con su destinatario, y los hay, en el otro extremo, que apelan a lo guarango, la palabrota, para un público que reirá, seguramente, con ese tipo de propuesta.
Entonces, se podría decir que hay tantos "humores" como "públicos", a la hora de hacer reír, y por ende, distintas definiciones del humor.
No soy humorista, aunque disfruto mucho de reír con los demás y reirme de mí mismo. Por lo tanto, debo buscar una definición entre aquellos que saben y hacen de su profesión, sacar una sonrisa o una carcajada.
Y quién mejor que Alejandro Dolina, quién afirmó, hace poco más de un año, en una entrevista con "La Voz de Galicia", de Coruña, previo a un Encuentro Mundial de Humorismo: "El humor requiere cierta sorpresa intelectual, por eso tiene que innovar, no como la poesía o la literatura romántica, que perduran más. Si no modificamos continuamente esa sorpresa, deja de ser efectiva".
Y sobre tipos de humor: "Hay tipos de humor, que yo no profeso, que se basan en el incumplimiento de ciertas normas. Como el que dice malas palabras. Pero ese necesita que las palabras sean cada vez peores, porque el público cada vez exige más. Y llega un momento en el que es muy difícil causar gracia con esos recursos. Por eso defiendo el humor complejo, el que requiere cierto ejercicio de reflexión. Eso lo hace más duradero".
Cada vez que el humor cuestiona a alguien o algo, surgen la indignación ante la ofensa y la "honra mancillada" de un individuo o un colectivo.
Pasó con una letra de Cuarteto de Nos, hace años, que hablaba de un José Artigas borracho y surgieron los acalorados patriotas ante la "agresión" a un símbolo patrio.
Pasa a diario, desde hace años con el humor que destila el personaje conocido como Licenciado Petinatti, en radio.
Y pasó hace unos días, con un cuplé presentado en otro programa de radio, "La Mesa de los Galanes", por FM DelSol, dónde Rafael Cotelo representa, actúa, su personaje habitual, Edinson Campiglia.
Usted me dirá, amable lector, que pongo ejemplos distintos. Si, precisamente ejemplifican distintas formas, de las tantas que hay, de abordar el humor. Cuarteto de Nos apelaba a colocar algo sorprendente (alcoholismo) en un lugar inesperado (el prócer) y generaba la risa, no como burla a José Artigas, sino como reacción a aquello inesperado, que para mi, personalmente, es claro: El humor puede y debe, atravesar todos los temas, desde la inteligencia y no desde el insulto o lo degradante.
Debo confesar que si bien no escuché jamás conscientemente a Petinatti (obligado casi siempre, en un taxi u ómnibus, y afirmo que NO me gusta), ni a Cotelo y demás galanes, que gracias al escándalo producido tuve que escuchar, además de leer, para poder opinar, puedo afirmar, también que no me gustó. Y punto. Seguiré sin escucharlos. Y de eso se trata. Es un tema de "gusto", personal e intransferible, que no se me ocurre imponerle a nadie más. Cada quién elige qué escuchar y de qué reír. Y cada quién hace, con su "buen" o "mal" gusto lo que le plazca.
Así es, debe ser y será (¿¿??) en una sociedad libre, sin censuras, ni imposiciones, vengan de dónde vengan (Estado, colectivos "empoderados", moralistas de turno o pacatos eternos).
Sin embargo hay sectores, grupos o individuos, que tratan una vez, y otra también, de censurar el humor. Y eso es inadmisible. Estimados, se soluciona muy fácil, como dijera un querido colega, periodista y escritor, Alfredo García, en un programa de televisión (Esta Boca es Mía, canal 12): con la perilla, o tecla del dial, o del encendido, se soluciona, y tenemos todos el derecho y el poder de hacerlo.
En el mismo programa de televisión citado escuché a un abogado argumentar sobre el daño al honor u honorabilidad de las personas, refiriéndose al cuplé de Cotelo, a quién hace responsable de las expresiones del personaje Campiglia al afirmar que el autor "utilizaría" al mismo "para decir lo que piensa", acusación que el actor respondió tajantemente, en su disculpa hecha pública: "El personaje Edison Campiglia representa todo eso con lo que no estoy de acuerdo. Dice lo opuesto a lo que pienso. Intenta parodiar un discurso que me parece retrógrado y dañino. Campiglia es un personaje que se jacta de su inmoralidad y que vomita ignorancia y estupidez en forma grotesca y que desde esa brutalidad de idiota despiadado escupe su discurso"
Argumento peligroso, el del abogado de marras, ya que cualquier actor o artista que interprete un personaje en teatro, cine, televisión o radio, sería pasible de ser acusado de apología de delitos o incitación al odio, el desprecio o violencia hacia determinadas personas (artículos 148 y 149 bis, del Código Penal).
Hay, por suerte, desde la doctrina, otra visión. El abogado penalista, Juan Fagúndez, en declaraciones a Montevideo Portal, afirmó que "existen en la persecución del delito de difamación e injurias excepciones a la responsabilidad, en este caso por lo que se haya dicho o publicado". E hizo referencia al artículo 336, literal C, del Código Penal, que alude a la exención de responsabilidad para quien "efectuare o difundiere cualquier clase de manifestación humorística o artística, siempre que refiera a alguna de las hipótesis precedentes". Y esas hipótesis son, precisamente, las incluidas en los incisos A y B. El A) es quien "efectuare o difundiere cualquier clase de manifestación sobre asuntos de interés público, referida tanto a funcionarios públicos como a personas que, por su profesión u oficio, tengan una exposición social de relevancia, o a toda persona que se haya involucrado voluntariamente en asuntos de interés público" y el B) a quien "reprodujere cualquier clase de manifestación sobre asuntos de interés público, cuando el autor de las mismas se encuentre identificado".
Y agrega Fagúndez: "Acá es una parodia de lo público. Como la ley autoriza a hablar de temas de interés público que pueden lesionar el honor, también podés hacer lo inverso, parodiar sobre cuestiones de interés público que puedan ofender".
Ante la creencia generalizada, que el delito de difamación "puede abarcar absolutamente todo", dice el abogado que, a su juicio, "es un error": "Muchas veces se confunde a delitos cometidos en medios de comunicación como difamatorios cuando en realidad son delitos específicos cometidos a través de un medio de comunicación. Por este mismo motivo, los jueces suelen archivar estas causas que colocan varios delitos dentro de la estrategia "difamatoria".
Para terminar, nada mejor que volver a Alejandro Dolina, sobre los límites al humor, en la entrevista citada anteriormente: "Me parece un debate interesantísimo que posiblemente no tenga solución. Aquel que vulnera ciertos límites suele tener su propio castigo. En el pecado está la penitencia. Esa persona se califica y se pone en una situación en la que obtiene respuesta a su conducta. Pero sería mucho peor ponerle un límite legal. Eso podría ser el comienzo de una escalada que no sabríamos dónde terminaría".
En fin, todo intento de controlar o limitar el humor, desde fuera del artista, actor, o escritor, no es más que un intento de censura, inadmisible en una sociedad democrática.
Se podría agregar que dado el decaecimiento cultural y educativo que sufre nuestro país, los uruguayos tendremos los humoristas que "nos merecemos". Se tratará, aunque sea otra discusión, de recuperar niveles de otra época, que hoy ya no existen. Y que, probablemente, no recuperaremos nunca.
Quedará, como siempre, a criterio de cada uno de nosotros, de qué, o con qué, nos reiremos.
En la actual situación, en lo que me es personal, seguiré buscando y viendo una y mil veces los sketches de Telecataplum, las presentaciones de Hugo Arana, como "Hugo Araña" en Matrimonios y algo más", los videos de Capusotto, o la entrevista que se le realizara a nuestro inolvidable Berugo Carámbula, dónde interrogado sobre cómo llevaba adelante su cruel enfermedad (Parkinson), sin perder el brillo en sus ojos pícaros, y con una sonrisa de oreja a oreja confesó que, en su familia, le habían encontrado "la vuelta", ya que "era ideal para batir claras de huevo o bajar la temperatura de los termómetros".
Más humor que eso, imposible.
José W. Legaspi