La antesala de los parabrisas

Juan Pedro Ciganda

30.11.2020

Cuando a fines de mayo de 1983 partimos con Richard Read hacia Ginebra, a la Conferencia de la OIT, después del hermoso primero de mayo, en un nuevo bautismo de la gente en la calle como expresión de resistencia y de apertura de caminos hacia la democracia, me tocó hacer una escala en Roma – junto con el querido Guillermo Álvarez, compañero de la dirección de AEBU.

 

Allí nos recibieron un grupo de uruguayos - de los tantos - hacedores del exilio compatriota organizado fabricando solidaridad internacional del más amplio nivel con el pueblo uruguayo y con la resistencia.

Entre otros estaban los "tanos" Esteban Valentí y Ernesto Goggi, dos compañerazos a los que conocía de nombre.

La cantidad de entrevistas con partidos, medios de difusión, centrales sindicales, personalidades que nos tenían organizadas para realizar en pocas horas era apabullante.

Como anécdota de humor recuerdo cuando, cuarenta y ocho horas más tarde, me acompañaron hasta el Aeropuerto desde donde yo debía partir hacia Ginebra, Esteban me regaló un volumen de postales de Roma "así podés contar tu visita turística".

Porque obviamente lo único que habíamos visto con Guille en esas horas eran ámbitos de reuniones, sedes de medios y el tránsito infernal de la ciudad eterna en virtud del cual "en Roma los horarios de las reuniones son apenas un punto de referencia...", según nos informaban nuestros compatriotas.

Y no me olvido de algo que apuntaba el Tano Valenti, después de habernos sometido a un interrogatorio inflexible sobre cómo estaban las cosas adentro del país. Algo así como que hasta el Plebiscito del 80 los que andaban trabajando en el exilio a lo largo y ancho del mundo volaban por instrumentos...imaginaban cosas a partir de datos o señales imprecisas...pero después de aquella noche de noviembre...todo cambió.

Las cosas empezaban a estar claras. Quedaría por delante más o menos equis tiempo, diversos sufrimientos y heroísmos, llantos y alegrías en la lucha...pero ya los uruguayos habían hablado claro. Con una voz inconfundible.

Los terroristas del Estado siempre tenían en sus manos la posibilidad de seguir matando, torturando, desapareciendo, echando gente de sus empleos, persiguiendo, olfateando malos pensamientos en un cumpleaños, en una fiesta, en una pieza teatral, en una canción de los muchachos y muchachas del Canto Popular, de las Murgas, reglamentando el corte de pelo de los liceales...pero al fascismo le quedaba solamente retroceder.

Estimo que ese domingo de noviembre resumió siete años de barbarie y otros tantos de resistencia. De una bestialidad que no cesaría, así como así y de una resistencia que crecería semana tras semana.

Dejo en el cajón - para otro día - toda reflexión de pichón de historiador, analista u otras variantes de similar cuantía, especie o ralea.

Traigo desde los recuerdos a la noche del escrutinio, compartiendo un rato y pendientes de un televisor, junto a mi pareja en la casa de la familia Michelini. Una familia sumida en un dolor sin fondo. Zelmar asesinado, Elisa y Margarita en la cárcel. Y allí, capitaneando a todo el cuadro, Elisa Dellepiane, una mujer increíble. No pude haber estado en mejor lugar ... para llegar a la emoción hasta las lágrimas cuando el veredicto de la gente fue quedando claro.

Un segundo recuerdo que es patrimonio de todos a esta altura, atañe a alguien que hizo un trabajo maravilloso desde un micrófono.

CX La Radio fue un auténtico instrumento de organización de la gente para dar la batallar por el NO, controlando miles de mesas de votación, haciendo un trabajo periodìstico - político encomiable. Y la voz de Germán Araújo fue sin duda, antes, durante y en el tiempo que vendría una expresión perseverante de la resistencia.

Al día siguiente una de las tímidas y simpáticas expresiones populares de regocijo fue, con la pícara sugerencia del propio Araújo, la de los automovilistas que hacían mover sus limpiaparabrisas, celebrando el NO, por las calles de Montevideo.

Por último...una mención especial para una generación.

Habían sido los pibes. Tan pibes...que el 27 de junio de 1973 andaban entre los once o doce y los quince años.

Fueron los adolescentes que a fines de la década de los setenta se incorporaban a la brega democrática, arriesgando el pellejo para enfundar las armas letales de un pincel para pintar una pared, hacer una "relámpago", tirar volantes.

Eran los nuevos trabajadores, los estudiantes, los que no se perdían una de Canto Popular. También algunos de ellos - en ese tornasol contradictorio y espantoso de la dictadura - en esos tiempos y en los años inmediatos pasarían por las cámaras de tortura de los valerosos represores.

Esos chiquilines se transformarían en lo que luego se conoció como la generación del 83, protagonistas destacados de la lucha y de la apertura democrática.

No sé si, parafraseando a don Carlos Gardel y a don Alfredo Le Pera, veinte años o - en el caso - cuarenta años "no es nada".

A los veteranos de la sub ochenta seguramente nos parece que no...porque el tiempo se nos ha ido como arena entre los dedos. Aunque nunca nos hayamos aburrido.

Para los muchachos de este tiempo, puede sentirse como arqueología.

En todo caso, que quede anotado en algún lado...simplemente, que en este solar hubo una dictadura fascista y un pueblo que resistió.

Que reconquistó la democracia con dignidad, con vidas, con conciencia.

Buena nota para los uruguayos. ¿Lección histórica, interpretación, puente con el presente?

Lo dejamos para la próxima.

 

 

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2020-11-30T19:05:00

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