Historias Reales. Capitulo 23. Historias reales de riquezas y miserias

Juan Pedro Ribas

28.07.2020

Casi cien años atrás finalizado el siglo XIX a comienzos del siglo XX por un incidente relacionado con el deporte, mi abuelo, en ese entonces Teniente Juan Pedro Ribas, se batió a duelo con Don Raúl Fontaina.

Tiempo después y avanzado en la carrera militar quiso cumplir su anhelo de adquirir una chacra "para cuando llegara el momento del retiro".

No podía lograrlo, porque al presentarse a los bancos, su sueldo no alcanzaba como garantía valida.

Abandono ese peregrinar hasta que un día lo llamaron de un Banco y le dijeron que pasara a firmar que el préstamo estaba concedido.

¡Pero  y cómo! Si no conseguía garantía.

El Gerente del banco le comunico que sí, que contaba con garantía, solo que el garante quería permanecer en el anonimato y por eso había prohibido que se le identificara.

Mucho tiempo después por un tema político se encontraron Fontaina y Ribas, en el transcurso de la conversación, Don Raúl le mostró la bala de aquel lejano duelo que había sido extraída de su pulmón y que la llevaba con una cadenita y le confesó la identidad del garante; era Don Raúl Fontaina.

A mediados del siglo mi hijo Juan Pedro llego a mi casa y me contó una historia que le había contado un nieto de Fontaina y me contó también que ambos se  habían confundido en un fuerte abrazo.

El tiempo me ha enseñado a reflexionar y replantearme muchos temas, quizás en el acierto, quizás equivocado, plantee en TV Ciudad, en el programa "Uruguay de duelo" que no deberían existir los duelos; basado en un concepto humanista fundamental que la fuerza no pude sustituir a la razón y no hay código que marque que la primera sangre o segunda sangre, puedan lavar un honor.

También afirmé mi idea que la Fuerza organizada no debería ser custodia de los intereses económicos que se manejan en el Poder, que muchas veces privilegian a las minorías en detrimento de las mayorías.

De la misma manera que llegue a esa conclusión, entendí que la fuerza de la comunicación integraba ese sistema blindado de protección al statu quo que finalmente también favorece a los privilegiados que poseen los Medios de Comunicación.

 

 

Pero no sería justo dejar de reconocer la clase, el valor y la decisión que muchas veces personalmente a mí me faltan y que creo que también le falta a algunos muchachos de Canal 10, insisto solo algunos y algunos del Círculo de Tenis de Montevideo.

Por ello fuimos copartícipes  de las historias reales que siguen, pequeñas y miserables que a mí por lo menos me avergüenzan, asumo la parte que me corresponde.

Vivía una dicotomía, por un lado la vida que estaba abandonando y por otro, la que me llegaba derrumbando vanidades, egoísmos y pompas.

La perdida de los programas, los apoyos prometidos que no llegaron, me fueron obligando y uno de mis primeros renunciamientos fue el de borrarme del registro de socios del Círculo de Tenis de Montevideo al cual estuve ligado desde mi niñez.

Por esa razón redacté una carta anunciándole mi renuncia a la Comisión Directiva y solicitándole que a partir del mes siguiente no enviaran al cobrador de la cuota social mensual; resignado, pero con la secreta esperanza de que la Comisión me exceptuara de la renuncia, debido a mi apoyo  con la Fundación a deportistas que carecían de recursos para practicar el difícil deporte del tenis y la colaboración a la escuelita gratuita del Parque Posadas, que en total habían significado un aporte de más de diez mil dólares en equipos, raquetas, pasajes y aun viáticos importantes.

Tiempo antes habían declarado socio honorario al Dr. Luis Alberto Lacalle cuando culmino su mandato Presidencial, en un arrebato veleidoso y desubicado, pensé, quizás me declaran a mí también.

Respuesta inmediata no tuve, pero si tres viejos compañeros, un empresario, un doctor y dirigente y un feriante; les pareció triste mi situación y me invitaron a jugar una vez por semana con ellos, lo haríamos entre riego y riego de las canchas, en un horario al que nadie concurre.

Les pregunté ¿Pero están seguros, no habrá problema? "no, no" me respondieron "cualquier cosa yo soy dirigente les digo que te invitamos de lo contrario pagamos tu invitación,  no son más de 200 pesos entre todos, quédate tranquilo".

Una tarde estábamos jugando fuera del horario pasado el mediodía y se acercó Elías, un armenio, muy buen tipo que era personal de servicio en el cuidado del vestuario.

Con un gesto de pesar, me dice "Perdóneme Juan, tengo la orden de hacerlo retirar de la cancha, porque usted no es socio"

Y así en silencio  me marche por la puerta de atrás sin decidirme a solicitar explicaciones que luego llegaron "no fue la Directiva, fue el Gerente Fernando Carve que se asustó por su carguito, es un pusilánime que se lo chismeo a la directiva".

La directiva no se animó a tomar medidas, el Gerente tampoco y mandaron al portero.

"Lo que pasa es que tus amigos dijeron que no sabían que no eras socio y tampoco pagaron la invitación"
Por ese tiempo había sofrenado el orgullo, contendido la ira y por consiguiente la violencia, había comprendido que prácticamente pasaba a integrar las filas de los humildes y con mucha alegría pero con cierta nostalgia comenzaba a entender, tarde ya, cuál era mi camino y a quienes quería y quienes me querían, casi medio siglo me había llevado entender y comprender.

Los años me habían enseñado a no generalizar, y acertado estuve porque conserve y conservo la amistad de Mario Tarabal, el Dr. Julio Cesar Canessa, el Cr. Carlos Bercianos, Daniel Acquarone, Szelagowski de Carrasco Lawn Tennis, Rubén Marturet y Carlos Rymer que sin fijarse en mis decisiones, pudimos mantener intacta la relación, lo mismo que con los hermanos del Club Nacional de Futbol, sección Tenis, quienes me nombraron socio honorario de esa Institución y compartimos recordadas instancias deportivas y sociales en un ambiente de  fraternal camaradería.

En los próximos capítulos seguiremos con historias de miserias y riquezas.

Columnistas
2020-07-28T13:38:00

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