La Bastilla, la primera Constitución, Maracaná. Ramón Fonticiella
17.07.2025
¡Qué semana la que está pasando! En la historia…y en el presente. El lunes 14, el mundo recordó la Toma de la Bastilla; el miércoles 16 los uruguayos revivimos ¡Maracaná! y el viernes 18 homenajearemos la Jura de nuestra primera Constitución.
No se trata de un cóctel de acontecimientos, sino de la ubicación (como todos los años) de las tres fechas en cinco días; pero esta vez quiero buscar con los lectores, supuestos puntos de contacto o de rechazo entre las tres.
Todas están unidas, hoy día, por el nexo de la popularidad. La Toma de la Bastilla marcó a través de la historia el nacimiento de la conciencia por los Derechos Humanos. Aunque la Declaratoria que se produjo poco tiempo después, haya estado influída por la declaración de Independencia de los Estados Unidos, la potencia cultural (e imperialista) de Francia, le generó una paternidad indiscutible. Derechos humanos, es igual a pueblo; el 14 de Julio, marcó el primer golpe mortal a las monarquías absolutistas y el respaldo al Pueblo. Nuestra primera Constitución, con todos los defectos propios de la época, marcó para nosotros la creación de una puerta para la entrada del pueblo al gobierno de lo que hoy es el país. Ni siquiera muchos percibían la condición de "nación oriental", la mayoría de la burguesía patricia sólo perseguía paz para comerciar sus bienes y aumentarlos, pero la simiente artiguista no estaba muerta, y su potente contenido democrático poco a poco fue permeando las capas sociales. La Constitución, clasista, fue modificada con el tiempo: el voto se hizo universal, los derechos se han ido consolidando, y aunque falte, la nación se ha ido modelando a sí misma....El Pueblo a partir del 18 de Julio de 1830, aprendió a trasponer la puerta de la democracia, integrarse e intervenir en su conducción: no está terminada la tarea, pero si empezada y consolidada.
Hago punto y aparte para hablar de MARACANÁ, símbolo de una de las expresiones del Pueblo oriental: el fútbol. Espejo de sus euforias, de sus tristezas, de su enamoramiento...de su entrega. Lo separo porque no lo considero de la misma trascendencia de la Toma de la Bastilla o la primera Constitución.Pero tiene una ubicación tal en el imaginario nacional, que ha sido y es motivo que trasciende el césped, los estadios, la pelota y las camisetas. Nada tiene que ver Maracaná y su perfume de gloria, con el olor a quemado (que supongo tienen) las bengalas y los explosivos que casi se llevan una vida en el último clásico. Pero ambas situaciones parten de la misma base: la pasión nacional por el fútbol. En 1950, once tipos (sin hinchada, promoción ni posibilidades) le ganaron la Copa del Mundo (de oro) a Brasil delante de más de 200.000 torcedores. Hoy en 2025, sin ningún título glorioso en juego, la locura instalada en los estadios le quemó el cerebro (otra vez) a un puñado de dementes protegidos por una sociedad "distraída", y la vida de un policía ha estado en un hilo. Sin gresca, sin contacto de hinchadas, a pura demencia. ¿Qué tiene que ver la gesta de Maracaná, con la basura de las bengalas y los explosivos en el modesto clásico del Intermedio? Nada.
Tampoco lo del Centenario tiene que ver con la Toma de la Bastilla, que mostró gente arriesgando su vida para voltear un símbolo de la tiranía; ni se relaciona con la gesta constitucional de 1830, en la que se parió un nuevo país, que acá está en marcha.
La increíble desviación intelectual y social de esta atrocidad que se repite en nuestro fútbol, nos plantea un retroceso en la alegría del deporte, en los derechos de los humanos y en el nacimiento de una nación.
Las tres fechas magnas, no merecen estar públicamente opacadas por la violencia sin razón. No hay espíritu revolucionario, no está en juego la conquista de posiciones sociales o económicas, no hay reivindicaciones políticas...no hay más que violencia.
Posiblemente los brazos ejecutores del vandalismo no tienen en su parte superior un cerebro responsable. Las mentes que hacen posibles este sometimiento del Pueblo, seguramente no sienten el olor a quemado en las tribunas, pueden estar lejos, como sembradores de violencia.
Ramón Fonticiella es Maestro, periodista, circunstancialmente y por decisión popular: edil, diputado, senador e intendente de Salto. Siempre militante
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