La "Tranka" y el barro. Fernando Gil Díaz
19.08.2025
No es el título de ninguna película ni serie, es la triste conclusión a la que llegó un ¿Honorable? Directorio al definir su postura opositora al novel gobierno que eligieron los uruguayos, y la conducta impuesta por algunos actores principales de la política nacional.
Personajes que no han asumido la derrota y hacen gala del "cuanto peor mejor" sin reparar que en ello va la vida de muchos que no podrán soportar las consecuencias de sus conductas. De todos modos es tal la incoherencia de sus planteos que no faltan voces disidentes que se hacen sentir desde sus propias filas, porque algo de cordura queda y no están dispuestos a pasar la "tranka" ni dejar que el barro lo ensucie todo si el costo lo paga la gente...
De los inventores del palo en la rueda llega ahora "la tranka", un dispositivo a prueba de consensos y otras necesidades propias de una democracia. Un instrumento que promueve la grieta y procura evitar que el ganador de una elección cumpla sus compromisos. Así está el mundo (uruguayo) amigos... diría el extinto Shubert Pérez.
La infeliz decisión salió a la luz tras la reunión del Honorable Directorio blanco festejando su 189º aniversario, en boca de su presidente Alvaro Delgado. Seguramente no midió realmente el significado de sus expresiones pues no resulta una expresión que represente el sentir de la inmensa mayoría de los uruguayos que siempre buscamos los puntos de encuentro antes que los disensos. Mucho menos cuando un gobierno recién empieza su gestión y va delineando su ley madre como es la ley de presupuesto.
Un presupuesto que tendrá repercusiones en la gente, muchas de las cuales hacen parte del acervo electoral nacionalista y que no admitirá que se tranquen sus necesidades por pura mezquindad política de quien no acepta aún la derrota en las urnas.
Si algo ha caracterizado a buena parte de la oposición en lo que va de gobierno es la actitud negativa de oponerse a todo sin reparar ni estudiar antes las propuestas. A pesar de ello han debido sufrir sonadas derrotas no sin dejar traslucir su soberbia al fundamentar sus votos con discordias, pero debiendo votar al fin o sufrir las consecuencias del reproche popular. Un costo político que no están dispuestos a aceptar según parece.
Un país presidido por un dialoguista nato no deja mucho espacio útil para el palo en la rueda, mucho menos para "la tranka". Precisamente el talante acuerdista de Yamandú es la antítesis de la política de baja estofa, de nivel de zócalo, que propone el trancar fuerte contra las medidas de un gobierno que tengan impacto en la gente.
¿Con qué cara podrán trancar la ley de presupuesto si con ello impiden que lleguen las partidas a las Intendencias y con ello los recursos que espera la gente? Ahí cederán cualquier cerrojo a sabiendas que perderán el apoyo popular que lucen y pavonean en cada elección departamental. Mucho más ahora que se han revelado los inmensos déficits acumulados en sus administraciones (en su mayoría del Partido Nacional).
No parece una decisión muy pensada, más bien luce como un acto reflejo que sigue la misma impronta que tuvo durante la campaña electoral el hoy presidente del Honorable Directorio. Alguien que no dejó nunca de hablar del Frente Amplio y que dejó por el camino su propio programa para intentar (sin éxito) convencer a la gente. Alguien que tiene una legitimidad menguada por el exiguo margen que obtuvo en su elección partidaria y que lo lleva a tener una presidencia bajo la lupa de quienes casi le arrebatan el sillón de Herrera.
Trancar no parece ser una buena política a seguir entre los uruguayos, porque nos basta ver del otro lado del Río de la Plata a qué nos llevaría aceptar sin más una grieta como esa para entender que, al final, perdemos todos.
El barro
Por si la tranca no alcanzara en la persecución de sus egoístas intereses apelan al barro y no precisamente al que se encuentra en el campo (como bien refirió el senador Anibal Pereyra) sino al que ensucia y deja al descubierto el bajísimo nivel que no repara en nada a la hora de ofender al adversario.
A ese nivel de zócalo llegamos cuando un senador de la República tildó de "puto de mierda" o otro que lo referenció como "parte" de la mayor estafa que sufrió el país (caso de Conexión Ganadera). Ni una ni otra expresión hablan bien del trabajo legislativo mucho menos de las buenas y mejores tradiciones parlamentarias, mas bien todo lo contrario.
Tras muchas horas de debate y cuando ya se aproximaba a su final, la interpelación al ministro Fratti cerró abruptamente y de la peor manera. El insulto soez se hizo presente y la consumación de un delito de odio en la voz de un senador de la República le dio la peor trascendencia posible. A tal punto que, al día siguiente, nadie habló del objeto de la interpelación (compra de la estancia María Dolores por el Instituto Nacional de Colonización) y aquel bochornoso episodio se llevó toda la atención.
La cámara de Senadores intentó -a mi juicio sin éxito- pasar página con una declaración de mutuas disculpas y el compromiso de no repetir el papelón originario. Sin embargo en muchos como el suscrito quedó en el aire la desilusión de aceptar como solución una disculpa que no borró el exabrupto para ninguno de los protagonistas, y dejó la impresión de un trámite más protocolar que sincero. Al final pareció que todos barrieron el incidente debajo de la alfombra.
Los uruguayos no queremos ni trancas ni barros, queremos un país que consolide puntos de encuentro. Al fin de cuentas vale más concentrar esfuerzos en lo que podamos coincidir que poner el foco (o la tranca) en lo que no estemos de acuerdo, porque allí es donde el barro hace su trabajo y nos deja sin salida.
el hombre no quería trancas,
el perro tampoco pisar el barro...
Fernando Gil Díaz