La barbarie de los asesinatos políticos. Ernesto Kreimerman
14.09.2025
El desacuerdo es parte viva e intensa de la democracia. Así, el debate de ideas es fundamental para el progreso... y progreso en sentido amplio. El de las naciones, que comienza con el generar espacios adecuados para las discusiones, un marco institucional que facilite el intercambio de ideas, la sofisticación de las soluciones, más allá del cortísimo plazo, del arrebato pasional, y atendiendo lo que habrá de suceder el día después. Los discursos, reflejo de su pensamiento que estuve conociendo a partir de su asesinato, me han mostrado a un Charlie Kirk de una personalidad por lo menos confrontativa y agresiva, y hasta insensata. Por ejemplo, ésta referida al porte de armas: "Creo que vale la pena. Creo que vale la pena pagar el precio, por desgracia, de algunas muertes por arma de fuego cada año para que podamos tener la Segunda Enmienda (de la Constitución estadounidense, que garantiza el porte de armas) para proteger nuestros otros derechos otorgados por Dios. Es un acuerdo prudente, es racional". En la misma línea de agresividad, ésta referida a la cuestión del transgénero: "El único tema que creo que va en contra de nuestros sentidos, incluso en contra de la ley natural, y me atrevo a decir, que es un insulto en la cara a Dios, es el fenómeno transgénero que está ocurriendo en Estados Unidos ahora mismo". Si esas dos muestras no fueran suficientes para descubrir el fondo del pensamiento de Kirk, esta afirmación acerca de la vicepresidenta Kamala Harrys que acompañó a Joe Biden y que resulta aún más contundente e ilustrativa: "Fue elegida vicepresidenta por ser una mujer negra". Pero Kirk tenía también otro perfil que no hay que eludir: que no solía apelar a la violencia verbal ni a insultos. En su naturaleza estaba la de priorizar las "batallas verbales" y era totalmente consciente de ello. Lo resumía de manera contundente: "jugamos a la ofensiva con un sentido de urgencia para ganar la guerra cultural de EE. UU." Esta afirmación define con certeza una de sus mayores virtudes: el hecho de elevar a postulado para una nueva generación de jóvenes revaliden "valores tradicionales". Y dan sentido a su manera de comunicarse, de estar en línea con una base de algo más de un millón de jóvenes, dando sentido nuevo a un discurso fugaz, temperamental, y carente de prioridades éticas, presentándolo con mayor contundencia y así transformarse en uno de los principales sostenes en la primera carrera electoral de Trump, la que lo llevaría a la Casa Blanca. Posiblemente todo ello sea así. No tengo elementos para aceptar o rechazar categóricamente uno u otra caracterización. Sin embargo, casi todas sus valoraciones políticas, incluyendo las referidas a personas físicas además de hechos políticos o leyes, están teñidas de indisimulada intolerancia.
¿Sabes cuántos...?
Al momento de recibir el impacto de esa bala que acabó con su vida, Kirk había comenzado un intercambio con una persona del público, algo que según las crónicas de la prensa estadounidense, eran recurrentes en él. Lo siguiente es una suerte de resumen compacto de lo incluido en medios estadounidenses: un asistente le pregunta acerca de sus posiciones acerca de las armas y otros extremos, a lo que Kirk replicó: "¿sabes cuántos estadounidenses transgénero (uno de los blancos políticos de Kirk) han cometido tiroteos masivos en los últimos 10 años?" A lo que agregó rápidamente: "demasiados", reforzando su respuesta ante la debilidad argumental de no cuantificarla... con ello recogió intensos aplausos. Kirk reforzaba esa sensación de tener todas las respuestas con una suerte de tics de tomar y abandonar breve y constantemente el micrófono encima de la mesa/escritorio, con movimientos rápidos y breves intervenciones. Pero fue el mismo interlocutor quien con aparente conocimiento de causa le retrucó aportando la cifra: "En Estados Unidos, son cinco. Cinco es mucho, ¿verdad?" En ese ágil intercambio, volvió a retrucar: "¿Saben cuántos tiroteos masivos ha habido en Estados Unidos en los últimos 10 años?" Segundos después Kirk recibió el mortal balazo que acabo con su vida. Alcanzó a responder: "¿Contando o no con la violencia de pandillas?" Al concluir esa respuesta que evadía la cuestión, pero era efectista. En ese momento, Charlie Kirk se transformó en una nueva víctima de la intolerancia. Nada justifica un asesinato. Para concluir este capítulo sobre Kirk, esta cita suya lo resume a pleno y sin intermediarios ni interpretaciones subjetivas. Al referirse a la palabra empatía, se sinceraba: "la verdad es que no soporto la palabra empatía... pero es muy efectiva en política. Prefiero la compasión a la empatía. Ese es un tema aparte para otro momento", explicó en aquel momento. Días después lo desarrolló en un tuit: "Las mismas personas que les dan sermones sobre 'empatía' no sienten ninguna por los soldados dados de baja por la vacuna, los niños mutilados por las grandes empresas médicas o las vidas devastadas por el fentanilo que cruza la frontera".
Una historia larga
La violencia política, penosamente, no es algo nuevo en la cuestión pública estadounidense. Podemos, para ir bastante atrás en el tiempo, encontrar en el mes de noviembre del año 1950 el asesinato de un oficial de policía, Leslie Coffelt, de la custodia del presidente Harry S. Truman, al intentar repeler un intento de asesinato en Blair House, también llamada The President's Guest House, una residencia oficial en Washington DC. Parte de la residencia funcionaba como residencia presidencial y la otra parte como la Casa de Huéspedes del Presidente, a la que con humor referían como "el hotel más exclusivo del mundo". Es un complejo de cuatro casas que en las sucesivas renovaciones fueron transformándose hasta "compactarse" en una sola de 14 habitaciones. La década de los sesenta los asesinatos políticos en los Estados Unidos marcaron una época violenta, donde enfrentamientos aún no explicados reflejaron la intensidad del enfrentamiento. La lista de los asesinatos es tremenda. Sólo para recordar esos magnicidios, evoquemos los nombres del presidente John F. Kennedy, el reverendo Martin Luther King Jr., el senador Robert F. Kennedy, Malcom X... Pero no sólo JFK murió asesinado. También Abraham Lincoln, 16º presidente; James Garfield, 20º presidente; y William McKinley, 25º presidente. Todos ellos asesinados por heridas de bala. Aunque no presidente, en junio de 1963 Medgar Evers fue asesinado por un supremacista blanco en Jackson, Mississippi. Y mañana lunes se cumplirán 62º años del atentado del 15 de setiembre de 1963 contra una iglesia de Birmingham, Alabama, autoría del Ku Klux Klan, en el que mataron a cuatro niñas negras.
¿Y ahora?
Lo que muchos ciudadanos sensatos advertían desde hace algún tiempo, tristemente, es ya una realidad descontrolada. Y lo es no sólo en Estados Unidos. También los hechos de violencia social y política se precipitan en nuestra hermana Argentina. En medio de esta decadencia democrática, comienzan a levantarse voces de ciudadanos respetados y respetables, llamando serena y firmemente a actuar de un modo diferente, con sentido de responsabilidad. El camino de la polarización y hostilidad se puede y debe revertir. Se trata de una revisión amplia del sentido de los valores democráticos, de la solidaridad del estado de bienestar. Pero no se trata de recrear antojadizamente el pasado, sino de cruzar puentes que nos acerquen a una convivencia civilizada y pacífica para no resignarnos a vivir con miedos ni responder con violencia. Teniendo como norte que "la libertad es siempre la libertad de los que piensan diferente" (Rosa Luxemburgo).
(*) Publicado originalmente en El Telégrafo, 14/09/2025. Reproducido con autorización expresa del autor.
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