La política y el dinero. Esteban Valenti

01.09.2025

Aunque queramos negarlo o subestimarlo, la política y el dinero siempre se encuentran. Desde los recursos para formar y mantener la estructura de un partido y en especial en las campañas electorales en los países democráticos y en todo el complejo proceso de la política.

En el gobierno, esa relación entre la política, los rumbos, los proyectos y objetivos tiene siempre, absolutamente una componente: los recursos para ejecutarlos. No alcanza, aunque es imprescindible la voluntad, el empuje, la inteligencia de los gobernantes, siempre hace falta el dinero.

A la izquierda una de las peores cosas que puede sucederle es proponerse administrar lo mejor posible la herencia que le dejó la derecha y ni siquiera denunciar la situación ante la opinión pública. El argumento de que no se debe hablar de la situación para no espantar a los inversores, a los que nos deben prestar 6.000 millones al año, es infantil. Esos fondos de inversión o bancos conocen la situación mejor que nosotros, y el resultado puede ser el contrario si pretendemos ocultarla.

Hay también relaciones muy peligrosas, pésimas entre la mala política y el dinero: la corrupción, las coimas, los negociados y una cantidad de variantes, a veces sutiles donde el dinero influye de la peor manera en la política.

Asumamos, el dinero es la palanca necesaria para cumplir los planes de un gobierno y también es su limitante y puede ser su freno. Pero no está regida para todos de la misma manera, para la derecha y la izquierda, no podemos ni debemos renunciar a nuestra condición de izquierda.

La izquierda gobernando en el mundo, en muchas décadas el manejo de la economía, del dinero y toda la compleja articulación para conseguirlo, para distribuirlo, han sido los motivos de sus éxitos, pero muchas más veces de sus fracasos y sus gobiernos efímeros.

En Uruguay luego de casi dos siglos de gobiernos colorados, blancos y golpistas (con componentes casi siempre colorados) una fuerza de izquierda, bastante particular a nivel mundial, con la unidad más amplia, conquistó el gobierno nacional en el año 2004 y gobernó ininterrumpidamente durante 15 años del 2005 al 2020.

En el año 2019 perdió las elecciones por un margen pequeño de votos, no se trató del descalabro boliviano. Por 5 años gobernó la derecha. En el 2024 el Frente Amplio volvió a ganar las elecciones, también por un margen estrecho y por primera vez sin mayoría en la Cámara de Diputados, por lo tanto en el parlamento.

Si hubiera que elegir con un criterio de prioridades, cuales fueron las causas de los sucesivos triunfos y de la reconquista del gobierno, sin lugar a dudas sería la economía política y la política económica uno de los principales, pero también cuando la perdimos. Nos estancamos, administramos y no arriesgamos nada de nada.

No voy a reiterar los datos de esa trayectoria, que incluye un último periodo de gobierno 2015-2020, con niveles de crecimiento y de redistribución de la riqueza mucho más lentos. Flotamos y fue un factor importante de la derrota.

La izquierda uruguaya ha superado con creces la prueba de la confiabilidad, de la profesionalidad, de las certezas en el manejo de la economía y en lo fundamental aplicó los recursos de manera correcta y con sentido progresista. Los indicadores salariales, sociales, en los servicios, en las inversiones así lo demuestran. Sin por ello desconocer los errores.

El balance, implacable lo hizo la ciudadanía tanto en el plano electoral, como en la batalla cultural e ideológica. El manejo de la economía, tiene no solo condiciones materiales, sino una fuerte influencia en el debate ideológico y naturalmente político.

Estamos en un momento crucial del cuarto gobierno del Frente Amplio, a seis meses de ejercer y con 4 años y medio por delante, con una herencia económica y financiera muy negativa, no catastrófica, pero de cuidado.

Si el cuidado de esa situación económica es el eje central de la acción del gobierno, no cumpliremos en absoluto los objetivos primordiales que el país necesita para un salto importante en su crecimiento productivo, en la justicia en la distribución de los recursos, en el avance en sectores claves, como las infraestructuras, la educación, la seguridad, la salud. Milagros no existen.

Lo que si existe es una brecha profunda y muy negativa entre una importante mayoría de la población que tiene niveles de ingresos aceptables, en unos pocos casos muy, muy altos  y el 17% de pobres y el 39% de menores pobres. Esa es la verdadera brecha del Uruguay. Que no debe observarse desde nuestra sensibilidad de izquierda, sino precisamente desde la economía política. Esa brecha es el principal freno a nuestro crecimiento y al desarrollo sostenible del país.

La economía siempre se presenta como un equilibrio y una constante. La constante es que los recursos siempre son limitados y escasos y el equilibrio es entre los gastos, las inversiones, los grandes objetivos y los datos macroeconómicos, pero teniendo siempre claro los objetivos prioritarios, el retroceso en cantidad y calidad de la brecha social. De lo contrario fracasamos.

Si en un gobierno de izquierda la prioridad del equilibrio son los datos macroeconómicos, la tranquilidad de todos los agentes económicos, los resultados fiscales y algunos retoques en los cambios presupuestales. Terminaremos los cinco años, tranquilos, asfixiados por la derecha de cualquier manera por no cumplir nuestras promesas y lo más importante: con la gran mayoría de los uruguayos que no habrán visto los cambios prometidos y necesarios.

Hace falta capacidad política en primer lugar, para recaudar y para gastar muy bien, capacidad profesional, no queda dudas, pero también imaginación, creatividad, audacia para ser un gobierno realmente de izquierda. Izquierda, sin adjetivos.

Discutir el impuesto del 1% al 1% más rico de la población, muestra los objetivos limitados que tenemos desde la partida, lo que hace falta es una nueva generación de la reforma fiscal, porque el dinero que se puede recaudar actualmente, aún con el crecimiento previsto y con optimismo, no alcanzará para el salto que el país necesita.

La acumulación positiva es también conocer la política fiscal que se aplicó en el Uruguay para los momentos del Bienestar, con Batlle Ordoñez,, para las grandes obras, para tener un ritmo de desarrollo social, cultural diferente al resto del continente y en cierta manera del mundo. No fue un milagro, no fue un hombre omnipotente el que pudo impulsar esa política, donde los derechos de niños, mujeres y hombres eran parte también del clima espiritual, cultural para que el país progresara realmente. Los testimonios de esa realidad están en todo el país, bien visibles.

Esperamos con gran expectativa el proyecto de Presupuesto Nacional, pero el debate centrado en el 1% y la catarata de reclamos sectoriales a través de los sindicatos y de las gremiales empresariales son elementos importantes de nuestra vida social y política pero no pueden nublarnos la mirada, que debe ser clara y terrenal en lo concreto pero con un profundo sentido de la acumulación realmente positiva hacia el futuro.

El dinero no crece en los árboles, no surge por generación espontánea y buena voluntad, es siempre fruto del trabajo, de la producción, de la tecnología,de la cultura y educación y preparación  profesional de nuestro pueblo e incluso de sus empresarios y del sentido de justicia con la cual el Estado recauda y emplea esos recursos.

Una visible reducción de la profundidad de la brecha y del tamaño de la parte más desfavorecida, no se resuelve con palabras o relatos, son viviendas, escuelas, liceos, UTUs, salarios, jubilaciones, atención a la salud, ingresos y egresos de las pymes y del nivel y la calidad de la inversiones públicas y privadas, e incluso es esparcimiento.

Otra componente que tiene que incorporar la izquierda, es la transparencia, pero también la austeridad en el Estado. Y asumamos, no la aplicamos en todos lados, ni mucho menos. Si para cumplir nuestros objetivos la base es aumentar el número de funcionarios y de recursos, tenemos una lógica perversa. Hace falta esfuerzo, sacrificio, imaginación y un extremo cuidado en el gasto público. Eso es también de izquierda, es progresismo. El dinero que cuidamos, es de la gente.

Los que estuvieron haciendo el presupuesto se asombraron porque en uno de los sectores sensibles y complejos del Estado, un sector no presentó una solicitud de aumento de los funcionarios o del presupuesto. Y estoy seguro que entre sus planes está cumplir ampliamente el programa del Frente Amplio y mejorar substancialmente los servicios.

Eso no quiere decir que eso se pueda hacer en todos lados, los huecos, las carencias que nos dejaron son muy importantes, pero el sacrificio, la creatividad, el sentido de izquierda es fundamental en todos los rincones del Estado.

Debemos asumir que uno de los puentes, extremadamente peligroso, para cruzar la brecha social es el delito organizado, drogas, tráfico de armas y personas. Y eso se combate desde todos los planos de un gobierno y una sociedad, pero también con más dinero, más policías. Según el Ministro del Interior, tenemos actualmente 4.000 efectivos policiales por turno, eso equivale a 1 policía por cada 875 habitantes. Los habitantes son siempre los mismos en todos los turnos...Y si no cambiamos eso, aún con nuevas tecnologías, nuevos planes, etc, no derrotaremos el delito.

Lo mismo afirmamos sobre la educación, no puede ser un sector para las restricciones.

La discusión es parte fundamental del proceso de gobernar, por ello este es simplemente un aporte, impulsado por la extrema limitación del 1% y la falta de una expresión clara de que por caminos creativos y justos hay que conseguir dinero, sin falta.

Esperemos el proyecto de la Ley de Presupuesto para opinar con más elementos.

Esteban Valenti
2025-09-01T07:17:00

Esteban Valenti.

Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.suplementobitacora.net) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias).