Las Piedras inaugura un museo y despide a un poeta. Mario R. Pareja

27.07.2025

La idea era en escribir dos columnas sobre acontecimientos en la ciudad de Las Piedras. Una sobre el Museo Pareja, a inaugurarse en agosto en el Centro Cultural Miguel Ángel Pareja y otra sobre el poeta Marcelo Pareja, recientemente fallecido. Sin embargo, cambié de idea al encontrar un escrito que cumplía ese doble propósito mucho mejor que lo que yo puedo lograr.

 

Hace pocos días Marcelo me hizo llegar un artículo sobre Miguel Ángel Pareja que él había publicado en Brecha hace unos años. Su intención era republicarlo  celebrando la inauguración del Museo Pareja. 

Miguel Ángel Pareja era mi tío. Artista plástico --pintor, muralista, mosaiquista, diseñador-- y educador que, además, exploró las relaciones Hombre-Artista y Hombre-Pueblo. Con una particular cualidad comunicativa se vinculaba fácilmente con los jóvenes y me educó en arte y cultura en mis años mozos. Los domingo lo visitaba en su casa de la calle Randzen y, luego de visitar la Feria de Tristán Narvaja, almorzábamos escuchando a Georges Brassens, Edith Piaf, Satie, y los Beatles, y conversando sobre arte, sus cuadros y mis temas agronómicos. Tempranamente me presentó Herbert Read, "Al diablo con la cultura" y logró darme algo de educación sobre el color y la pintura. Miguel Ángel investigó y trabajó el color, la materia y la luz como pocos artistas. Hoy es reconocido como uno de los mayores coloristas nacionales con un fantástico dibujo. En Uruguay, se inició en pintura con Manuel Rosé y luego estudió con Guillermo Laborde En Francia su maestro fue Roger Bissière. Se formó en mosaico en Italia, fue uno de los pioneros mosaiquistas del país, fundando un taller en ENBA, institución que dirigió por 8 años. "Su grandeza fue vivir lo que hacía" (Marcelo Pareja). En 1988, Juan Caros Onetti decía "Todo lo que se haga por salvar la obra de Miguel Ángel Pareja constituirá un simple acto de justicia". Finalmente el Museo Pareja, al preservar y difundir su arte, llega para hacerle justicia.  

"El miércoles 23 de julio, la noticia de la muerte de un poeta conmovió a la cultura uruguaya. Marcelo Pareja murió inesperada y prematuramente en Las Piedras. Allí creció y maduró su vocación literaria con la influencia cercana de su tío pintor Miguel Ángel Pareja, a quien mucho admiró" (Carlos Hipogrosso). Marcelo era mi primo, o mejor digo mi hermano ya que crecimos en dos casas contiguas, con frentes y fondos comunes, compartiendo espacios, juegos, padres y madres. Era un lector, escritor y poeta apasionado por la literatura y la docencia. Publicó siete libros de poesía, fue investigador en la Biblioteca Nacional, docente de literatura en secundaria y dictó un sin número de talleres literarios, uno de ellos fue por años en el Centro Cultural Miguel Ángel Pareja. Sus colegas y amigos dicen que Marcelo fue, por sobre todas las cosas, "un hombre bueno" que "no dejó nunca de navegar la poesía. Quizá fue esa fe obcecada e inocente lo que preservó la pureza de su mirada" (Hipogrosso).

Esta columna es publicada in memoriam de ambos. 

No hace tiempo. Por Marcelo Pareja

Recordaré sus manos. Habitadas por una necesidad de construir, permanecían en un silencio que ellas mismas creaban. Sobre las maderas, que se iban completando con sus propios colores, sobre un mosaico qué estaba reparando, o sobre una hoja en blanco. Con la línea y el espacio. Con el color que acuda como un gesto, y que había traspasado toda una suerte de estudio infernal hasta llegar allí, al gesto que el cuadro componía. Con esas mismas manos que siempre mostraron amor a las cosas, o a los objetos, y que en un trazo mostraría en un pez pintado, una niña con su gato sin perspectiva, o un paisaje de Fray Bentos recortado por la mirada, tensionado y armónico. Trabajaba en la materia como un hacedor que sacase cosas, es decir, dibujos, pinturas, mosaicos. Como un hacedor que sacase cosas nuevas, y que había mirado no la idea de las cosas, sino las cosas mismas. Asì pintaba en su cuarto o taller abarrotado de cuadros, dibujos que preparaban obras o que se quedaban en su estar puesto en la hoja. Alguna vez lo vi pintar, pero prefería la soledad y donde el silencio no fuera tocado por nada. De esta forma llegaba la conversación, entre pausas, muchas pausas prolongadas, y las palabras se espesaban, adquirían volumen, como de música.

Siempre sigo ubicando cierta tarde en su última casa donde sentados en sillones y enfrentados por cierto tiempo, no se escuchó una palabra. Al momento comenzó a hablar de Beato Angélico y el color, y sobre Leonardo. Y luego concretaba lo que decía sus palabras con cuadros qué traía de otros cuartos, hablando del color y del dibujo, ajeno a toda imposición de momento. Pretendía una libertad del hacer y conocía lo que esta palabra significa.

Estos fueron nuestros encuentros, en su propio ámbito y donde lo llegué a conocer con Thalita, su mujer, y en circunstancias duras para él y su familia. Entonces supe que en esos años en una especie de escritura o violencia sobre el cuadro, aparecía como una conclusión de toda su obra y del que pintaba. Y que, a pesar suyo o no, el 60-70 era un período nuevo, distinto al 50.Mantenía ese amor nombrado por las cosas, por la tierra que vio en su juventud y que lo seguía acompañando, y con el mismo furor personal dejaba explícitas la posibilidad de decir no.

Muchas veces he pensado que perseguía una suerte de línea perfecta, pero de trazo, que se mostrara la historia del trazo, su proceso. Pues de esto se trata. Y en este imposible está una de la valentía de su creación.

Y entre el color pintado y el color, o el pájaro del cielo y el pájaro del cuadro, aparece un intersticial, un sesgo, una claridad que vi. Como cuando nos visitaban teros a la hora del almuerzo. O un verano que fuimos a visitar a Miguel Angel y su familia, con mis padres y hermanos, a Villa Serrana (Minas, departamento de Lavalleja). Era una casa de piedra sobre un cerrito bajo, toda de piedra sus paredes, y al abrir la puerta nos dijeron que la cerráramos rápidamente porque había pájaros volando. Desde aquel lejano momento percibí que no se trataba sólo de pintar, sino de vivir lo que se hace, más allá de poderes, títulos, falsa poesía, y otros accidentes efímeros. Esta fue una de sus grandezas.

Mario R. Pareja es Ing. Agr., M.Sc., Ph. D., Secretario Ejecutivo del Centro Cultural Miguel Ángel Pareja 


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2025-07-27T06:30:00

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