Los comunistas uruguayos. Esteban Valenti
18.08.2025
Tuve 28 años de actividad orgánica como comunista uruguayo. Me afilié a la UJC el 13 de junio de 1962 y tengo el carnet nro. 5320. Conocí a dirigentes comunistas de diversos países, a militantes y pueblo comunista. Nunca renegué de mi condición y he tratado de tener una visión crítica basada precisamente en el origen de las ideas socialistas y comunistas. No es fácil, los factores emocionales tienen un peso muy grande y la tentación de tener una respuesta para todo también.
No vengo de una familia comunista, al contrario, todos mis familiares italianos, los que llegaron a la Argentina y a Uruguay y los que quedaron en Italia no fueron ni son comunistas.
Tengo la necesidad de escribir esta columna por la acumulación de hechos humanos, políticos, económicos y morales de la actualidad.
Algunos quisieran que el comunismo desaparezca para siempre. Mil quinientos millones de seres humanos viven en países socialistas, gobernados por partidos comunistas y han logrado en los últimos 40 años un desarrollo impresionante y el mayor movimiento social de la historia, pasando más de 800 millones de personas de una vida extremadamente pobre a un nivel de consumo material y cultural muy elevados. China y Viet Nam. Y es falso que esa sean una variante del capitalismo. En próxima nota voy a tratar de analizar las diferencias entre la caída de la URSS y el impresionante avance de China.
Antes de la caída del muro de Berlín, había Partidos Comunistas de diferentes tamaños e influencia en casi todos los países del mundo. Muchos han desaparecido y unos pocos siguen existiendo. En el Uruguay, luego de la caída del muro, fue el único país capitalista, donde el Partido Comunista más que duplicó sus votos en las elecciones del año 1989 y triplicó el número de sus legisladores.
No quiero seguir acumulando datos, voy a intentar explicar y explicarme la condición de los comunistas uruguayos. Al menos los que yo conocí, de militantes heroicos, de unos pocos traidores y de muchos luchadores incansables.
Es cierto, nos considerábamos la vanguardia de la revolución. Lo escribíamos, los cantábamos, lo defendimos. Se basaba no solo en la historia, en las revoluciones que habían cambiado el mundo y que avanzaba de diversas maneras de forma casi permanente, o de los millones que murieron en las guerras combatiendo al nazismo y al imperialismo heroicamente. Además de esos hechos históricos innegables, teníamos una teoría, escrita en muchos textos, algunos que marcaron la historia intelectual de nuestro planeta como El Capital y otros que son la clave para entender la caída del socialismo real en Europa y parte de Asia y en África y la decadencia en América Latina como el Estado y la Revolución.
Una teoría que no daba solo respuestas económicas o políticas, sino que representaba una base filosófica, antropológica, sociológica sobre el capitalismo y el papel de los trabajadores y de las diversas clases sociales. Una ideología cuyo elemento fundamental era la lucha por la revolución socialista que progresaría inexorablemente hacia el comunismo y el fin de la lucha de clases. Los modelos económicos fueron y son diferentes entre sí, la mayoría de ellos fracasaron, todos ellos tenían un rasgo común: la estatización de todo.
En el caso de los comunistas uruguayos, que obviamente fueron a los que más conocí, desde la dirección a sus militantes y su pueblo, el modelo era la Unión Soviética y su referencia histórica política también, incluyendo El Estado y la Revolución de W. I. Lenin.
Desde 1955 el PCU vivió una serie de cambios muy importantes, básicamente asumió su principal responsabilidad en sus relaciones con la sociedad uruguaya, con la política uruguaya y elaboró una teoría de la revolución latinoamericana. Que básicamente no se cumplió, fue cambiando radicalmente por el camino. El fracaso más notorio fue su visión del papel de los militares "progresistas" jugando un rol fundamental en el proceso de cambios, con el ejemplo de Perú como central. No se trata de discutir si había o no había militares progresistas y democráticos en las FF.AA. uruguayas, eso nadie lo puede negar, las cárceles hablan claro, sino si sectores militares relevantes podían jugar un papel en el bloque de la revolución y los cambios.
El PCU tuvo momentos de grandes cambios. Previo a la creación del Frente Amplio en 1971, fortaleció su visión de la unidad sindical y de la izquierda, desde el año 1962 con la creación del FIdeL y por su aporte a la formación de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), aunque la transformación más importante fue sin duda el nacimiento del Frente Amplio como una experiencia casi única en el mundo de unidad muy amplia de la izquierda y de fuerzas populares.
El golpe de estado de junio de 1973, con todo el proceso previo de decadencia de las instituciones y de fascistización de un sector muy importante de las clases dominantes y de las Fuerzas Armadas también representó un muy duro aprendizaje y cambios políticos, organizativos, en sus direcciones, en su experiencia y en su definición explícita e implícita sobre la democracia. Fue errada nuestra previsión de que la dictadura fascista duraría poco, duró 12 años.
Las síntesis de esos cambios fueron dos: la incorporación de Antonio Gramsci a la elaboración del PCU que se produjo por Arismendi en los años 80 y lo más importante, fue la definición en un discurso de Arismendi de que éramos "uruguayos, frenteamplistas y comunistas". Esa frase es una revisión muy profunda. El problema cardinal de la revolución uruguaya ya no era el Partido Comunista.
Jaime Pérez, secretario general a partir de 1988 hizo una definición pública en 1989 de que no apoyábamos dictadura de ningún tipo, ni siquiera la dictadura del proletariado. Esto motivó el inicio de un debate que culminó con la división del PCU, con 63 de sus 70 miembros del Comité Central y casi todo su Comité Ejecutivo que en momentos diferentes dejamos de pertenecer al PCU. La inmensa mayoría de esos dirigentes y militantes no abandonaron la izquierda, siguieron y siguen en el Frente Amplio y en diversos de sus partidos y grupos.
Como en ningún grupo humano, incluso en uno tan compacto como los comunistas, no se puede cortar todo con la misma tijera, pero hay rasgos que nos diferenciaban.
El estudio y la elaboración política y teórica como un elemento definitorio. Yo aprendí a discutir, a confrontar posiciones, incluso con los "compañeros chinos" a partir de argumentos, del conocimiento más completo posible de nuestra teoría. Eso no me impide reconocer que El Capital solo lo leí cuando salí del partido.
Teníamos una fuerte identidad cultural, artística, sentimental con las páginas heroicas de la historia del siglo XIX y XX.
Nos queríamos mucho y nos defendíamos entre nosotros. Los comunistas fueron mi familia en Uruguay durante muchos años, hasta que regresó mi hermano en 1985 y por mi matrimonio y mis queridos hijos. Desde que tenía 15 años en CODARVI (Cooperativa de Artesanos del Vidrio) en secundaria, en la universidad, en Argentina, en Italia y de regreso a fines de 1984. Nos unía un compañerismo que era fundamental para la existencia del propio partido.
Me casé dos veces y las dos con compañeras del Partido. Hace 38 años que vivo con Selva, que me permitió superar mis más grandes naufragios, y Ana tuvo mis tres hijos.
Con muchos de esos compañeros me sigue uniendo un cariño entrañable y indestructible. Son una parte fundamental de mi vida, hemos compartido cosas muy profundas, ideas, hechos, alegrías, tristezas y peligros.
Ser comunistas no era solo un hecho entre nosotros, era una imagen en la sociedad, entre nuestros adversarios y sobre todo entre nuestros enemigos. El odio es un elemento importante de identidad y nos odiaban con todas sus ganas y lo demostraron durante la dictadura.
No todo era épico, había rasgos que nos identificaban, éramos organizados, planificábamos nuestra política, nos esforzábamos y promovíamos el compromiso de todos. Incluso en nuestra relación con los compañeros y con la población del interior, que siempre fue difícil.
No fuimos nunca amantes de la autocrítica, por el carácter "científico" de nuestra teoría era muy traumática. Nunca analizamos a fondo y sin límites, las causas de nuestra derrota en 1973. Nuestra y de las fuerzas populares uruguayas y de la pasividad y el apoyo de una parte importante de la población hacia el golpe de estado.
El debate sobre la dictadura del proletariado, cargaba con una dosis de retórica y de frases inapelables de los "clásicos" sobre todo de W.I. Lenin, pero también de R. Arismendi.
Teníamos un respeto muy grande hacia nuestros dirigentes, obviamente en primer lugar por Arismendi, por Jaime Prez, por Enrique Rodríguez, por José Luis Masera, por Walter Sanseviero, por el pelado Pastorino y por muchos otros. No por todos, afirmarlo sería una gran mentira.
En Uruguay tuvimos una dirección del PCU durante muchos años que con el marxismo-leninismo a cuestas, hizo política, hizo parlamento, tuvo conquistas, hizo libros, artículos y discursos y tuvo una fuerte moral ciudadana y de izquierda. Y en definitiva, tuvo y construyó de forma permanente una línea política.
Durante muchos años tuvimos una visión que incluía la violencia como una posibilidad o casi una obligación para la revolución, que fuimos cambiándola sin hacerlo de manera muy explícita.
Ser comunista unía varios rasgos, era divertido en el sentido más profundo de la palabra, luchábamos por cosas trascendentes, para algunos podía ser sacrificado, para mí nunca lo fue, al contrario, lo extraño, era exigente y era competitivo hacia afuera y hacia adentro. Y tenías una barra enorme de amigos realmente fraternos, que nos emocionábamos con las mismas cosas, con una bandera, con imágenes, con músicas, con películas, con pinturas, con poesías, con la fraternidad, con el amor.
Pero lo que nos emocionaba profundamente era nuestro proyecto de un mundo totalmente diferente, donde las mujeres y los hombres tendríamos igualdad en serio de oportunidades y creíamos tener todas las respuestas a los principales problemas de la humanidad y de la historia. Nos costó mucho reconocer nuestras limitaciones y nuestros errores.
No solo ha cambiado profundamente el mundo, no en el sentido que nosotros esperábamos sino también la gran mayoría de los partidos comunistas, al punto que en algunos casos me cuesta reconocerlos.
Por eso me duele tanto, por los que siguen siendo comunistas sobre todo de la base y de las direcciones locales y seccionales en Uruguay, que tengan que sufrir el oprobio que los somete la mayoría de la actual dirección, no sobre temas políticos, ni ideológicos, que prácticamente no los tienen, sino morales, con ciertos legisladores de asalto y de vergüenza, con la secretaria nacional de finanzas del PCU que es la misma que la del SUNCA y con la apropiación ilegal de recursos de los trabajadores. Es imperdonable, a nosotros, mejor dicho, nosotros mismos, nos hubiéramos cortado las cabezas.
Otro aspecto es la sindicalización total de la política del PCU, el PS no puede porque no tiene casi nada. Pero el poder en disputa, en este cuadro político y moral, no es precisamente una línea política con coherencia y con visión estratégica. Es un parche y nada más.
He intentado contar varias historias sobre los comunistas, incluso escribí dos novelas, me gustaría ser mucho más agudo, más sensible, más humano. Es tan rica y llena de matices y contradicciones que esas historias valdrían la pena.
Hay compañeros que hicieron grandes esfuerzos por reconstruir con rigor la historia del PCU.
ACTO DEL ANIVERSARIO DEL PARTIDO COMUNISTA DE URUGUAY EN EL CILINDRO MUNICIPAL
Esteban Valenti.
Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.suplementobitacora.net) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias).