Los dictadores no juegan al ajedrez. Ernesto Kreimerman
07.11.2025
"Los dictadores no juegan al ajedrez... prefieren el póquer". Tan obvio pero quizás invisible sin una revisión. El ajedrez es un juego de estudio y concentración, de acumulación de experiencias, de resultados en un marco temporal definido. Se combinan defensa y ataque, y silencio hasta el jaque mate. El póquer es un juego de azar, de silencio, de fortaleza psicológica; es un universo de estrategia condicionado por la incertidumbre del azar y la gestión de la atención, es decir, de desarrollar un sistema integral para hábitos pre-sesión que favorezca el enfoque en las cartas y los jugadores.
Mientras el ajedrez depende de las capacidades y destrezas, el póquer tiene un componente decisivo del azar. En el primero, la responsabilidad recae en el jugador, en el segundo es posible tercerizar la responsabilidad por "culpa del azar".
Un juego de reyes...y rojos
El ajedrez, cuyos inicios se hayan en el siglo XV en occidente, proviene del árabe ash-shatrajni, y éste de la lengua persa, acedrex, axedrez y en el castellano de moderna fonía, ajedrez. Sin embargo, las reglas de este juego de reyes se consolidan en el siglo XIX. Los campeonatos mundiales comenzaron en 1866, siendo el primer campeón mundial de la historia, el austríaco Wilhelm Steinitz.
Juego de reyes sí, pero también de revolucionarios, especialmente, bolchevique. Los bolcheviques de Lenin vieron en la práctica del ajedrez un espacio para la acción política. La conducta y la disciplina comunista fogueada en la clandestinidad y en los sindicatos además de las tribunas obreras e intelectuales armonizaban bien. Algunas de las condiciones de este deporte que requiere estudio y concentración desarrollaba condiciones en sus cuadros militantes y dirigentes que eran apreciadas; paciencia, disciplina, capacidad, intelectual y espíritu colectivo.
La gran pasión rusa por el ajedrez comenzó a impulsos y contagios de la Revolución bolchevique de 1917. Se señala con insistencia que fue la pasión de Vladimir Lenin por este juego y las oportunidades de congregar que hicieron del "ajedrez un juego para las masas", "el arte del ajedrez como una herramienta política", promotora del pensamiento estratégico. También José Stalin vio las mismas bondades: pensar estratégicamente.
La pasión soviética por el ajedrez sólo empezó a decaer cuando los tiempos de la perestroika, cuando se precipita el fin de la confrontación política donde el pensamiento político sale de la primera línea de necesidad.
La Deep Blue
Quizás haya quedado en el olvido pero merece ser rescatado. La popularidad del ajedrez hasta avanzada la década de 1990 era tan intensa y de escala global, que la propia IBM desarrolló una supercomputadora, la Deep Blue, la RS/6000 SP, para dirimir una batalla, hombre vs computadora.
El desafío expresado como una prueba de marketing buscaba demostrar que aquel desarrollo había logrado tal grado de sofisticación y capacidades estratégicas que superaría a los grandes maestros del ajedrez internacional, que habían adquirido su expertise tras años, muchos años, de estudios y torneos.
En 1985 comenzó todo: la Universidad Carnegie Mellon comenzó con un "ChipTest", que retomaría IBM, bajo la denominación Deep Thought, y en 1989 pasó a llamarse Deep Blue. Su presentación en sociedad tuvo amplísima repercusión y las movidas de piezas se comentaban en las radios, la televisión y en los diarios. Pero la inteligencia humana, la pasional y vivaz de un cerebro impredecible y terco derrotó a la tecnología. En 1996 el campeón mundial Garry Kasparov en un torneo de seis partidas en 1996, la derrotó 4 a 2: una derrota, dos tablas y tres ganadas.
Sin embargo, Kasparov perdió terreno y en 1997 una revancha de seis partidas, la fría máquina derrotó al maestro soviético. Le ganó dos partidas y empataron tres. Lo cierto es que la victoria de Deep Blue ha sido reconocida por el marketing tecnológico como un punto de inflexión en la historia de la inteligencia artificial e inspiró la creatividad en cientos de libros y películas.
A quienes quieran profundizar y recordar aquellas partidas, ver las fotografías que testimoniaban un momento "histórico" e incluso a un Kasparov impecablemente vestido con traje y chaleco, camisa blanca bien planchada y, por supuesto, sobrios gemelos en sus puños, les comparto su web: www.kasparov.com.
"Hombre contra máquina" titula la propia web de Garry Kasparov, quien mantiene la misma opinión que en aquellos días: "en este formato, en el lado de la máquina, un equipo de expertos en ajedrez y programadores alteran manualmente la ingeniería entre las partidas".
Kasparov, algo obvio, es simplemente una persona entrenada, pero Deep Blue 1997 era capaz de evaluar 200 millones de posiciones por segundo, el doble que su versión 1996. Desde este punto de vista, de asignación de recursos y varios etc., la victoria de la informática sobre el cerebro del maestro suena menos espectacular aunque obvia, por la asimetría ya señalada.
Prefieren el póquer...
Aunque tiene antecedentes en Francia y Alemania, lo que hoy conocemos como póquer, el "moderno", se consolidó a principios del siglo XIX, localizado en Nueva Orleans y desde allí, por los puertos, hacia el resto del país.
Como el ajedrez, también el póquer es un universo de estrategia pero tensionado por el azar y la psicología. Así como el truco es un juego de "hablado", el póquer es todo lo contrario, un juego de tensiones, imperturbabilidad y especulación.
El póquer exige un ambiente controlado, cómodo y respetuoso, donde la iluminación, el silencio relativo, la ergonomía y la seguridad se combinan para que los jugadores puedan desplegar su concentración y estrategia sin distracciones. Palabras más, palabras menos, en estos términos se describe la "importancia de crear una atmósfera ideal para jugar" (www.codigopoker.com).
Pero así como el ajedrez requiere contexto para proyectar estrategias que se desnudan en un tablero de modo racional y analítico, el póquer crea las condiciones para el "mejor manejo de sus instintos, emociones y sentidos", en un juego marcado por el azar y los impulsos de dominación de expectativas.
El jugador de póquer debe asumir un compromiso con el juego, lo que requiere de una adaptación continua a los movimientos de sus oponentes y a las circunstancias cambiantes.
Y aquí viene una condición radicalmente diferente del perfil del ajedrecista: el jugador debe tomar decisiones críticas basadas en información incompleta, calcular probabilidades y gestionar riesgos. Por tanto, el juego impone un estrés propio del azar, intenso azar, en donde los jugadores adaptarán sus estrategias en función de lo que intuyen son los estilos de juego de sus oponentes, cuyos propósitos son desconocidos. Ello le da una condición dinámica, estresante y atractiva.
Una condición ya referida pero que requiere fundamentar es la cuestión psicológica: el jugador en la lid debe "leer a sus oponentes, farolear y mantener la compostura exige habilidades psicológicas excepcionales".
Aunque se trata de un juego de azar, la sofisticación y la habilidad del jugador es determinante para generar espasmos de certezas para acotar la incertidumbre. De allí que se precipiten alquimias individuales para moverse en torno a estrategias, humores, técnicas y últimas tendencias del juego.
Estas características hacen a la diferencia. Es que los dictadores no juegan ajedrez. Prefieren el tenso silencio del azar en el póquer. Incluso, lo conversado y mentiroso del truco. Juegos nobles todos, obviamente.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias