Batalla de Maratón
Luis Anastasia
03.09.2018
En ese tiempo, en la primera guerra médica en el año 490 antes de nuestra era, el imperio persa abarcaba tanta superficie como la que había desde Asia Menor y el norte de Egipto hasta el Indo.
Grecia, con mucha menor extensión y aún menor población, se levanta ante el objetivo persa de dominar el mundo conocido. Si lo pienso un poco, Grecia fue la muralla que defendió a Europa de la conquista persa. O dicho de otra forma, significó una de las tantas encrucijadas geopolíticas que hubieran determinado que viviéramos en otra cultura, de ser distinto el resultado.
Milcíades era uno de los diez estrategos, o personas que comandaban a la masa de ciudadanos griegos convertidos en ejército ante el llamado de la polis. La principal contraprestación de deberes que se correspondía a los derechos de ser ciudadano era acudir al llamado a defender la ciudad. Sin embargo, en aquel entonces, por lo estipulado en la constitución de Solón, el comando del ejército se rotaba en forma periódica. Una forma de evitar que nadie llegara a tener el poder suficiente para desafiar y evitar el riesgo de derrocar a las instituciones democráticas. Es claro que además en aquella época tampoco se requería otra habilidad, las batallas consistían en enfrentarse, tratar de derrotar al oponente, negociar los funerales de sus caídos, todo en el mismo día.
En estas circunstancias, tal como lo comenta Heródoto, se produce un cambio. Milcíades, quien ya tenía experiencia en enfrentarse en batalla a los persas y conocía su forma de guerrear, convence a los demás para que los estrategos le cedan sus derechos de mando. Así puede establecer un plan de batalla general.
Atenas, o Milcíades, envían a su mejor corredor para que lleve un mensaje a Esparta. Este corredor recorrió más de dos centenas de kilómetros en dos días. En ese trayecto se dice que se encontró con el dios Pan, cierto o producto de alucinaciones por el agotamiento. La respuesta que porta al regreso es que los espartanos acceden a combatir junto a los griegos luego de consultar con sus dioses.
Milcíades se ve apremiado; piensa que el factor tiempo es determinante y avanza a marchas forzadas con 10.000 hoplitas atenienses, reuniéndose con 2.000 combatientes de Platea, integrados por la emergente clase media. Estos 12.000 se enfrentaron a una fuerza persa de unos 30.000 a 40.000 guerreros. Según Heródoto los persas tenían un ejército de unos 100.000. Se considera una exageración para indicar que eran muchos. Es imposible que se pudiera trasladar por mar en aquel entonces a una fuerza tan numerosa. Sea como sea, la superioridad numérica de los persas sobre los griegos era aplastante, como mínimo de 3 a 1. Sin embargo, la fuerza persa estaba integrada por diferentes naciones conquistadas, sin cohesión de idiomas, estrategias o ni siquiera formas similares de plantar batalla, muchos de ellos esclavos. En oposición estaban los atenienses. Un solo idioma, un solo propósito, defender su ciudad y sus familias.
Milcíades, urgido por las circunstancias de no poder avituallar al ejército de agua y alimentos y además impedir que los persas se fortalecieran en su campamento primario, estableciendo una cabeza de puente, decide atacar. Cambia la estrategia usual. Algunos dicen que modificó la formación de 8 en fondo en todo el frente de ataque a 4 en fondo. Otros dicen, y lo creo más plausible, que esa formación la adoptó en el ala o tercio central. De todas maneras, hice algunos cálculos y resulta que el frente de ataque se extendió por 2 kilómetros como mínimo. Durante la carrera y al llegar al frente persa posiblemente se comprimió a 1,5 km, cuando cierran filas en las falanges en el momento del enfrentamiento.
Detrás de las fuerzas griegas, las montañas; a espaldas de los persas el mar Egeo. Milcíades, sin esperar a los espartanos, decide utilizar la mayor ventaja, la armadura defensiva de su ejército, el hoplon o escudo de hierro convexo, contra la arquería y escudos de mimbre de los persas. Provoca una carga a la carrera hasta pasar los 200 metros, distancia más vulnerable para la lluvia de flechas persas. Los persas no esperaban que una fuerza tan reducida los atacara. La infantería pesada griega llega hasta la infantería liviana persa. Los derrotan. Los masacran, empujándolos al agua.
El choque fue terrible. Los fuertes griegos empujaron con sus escudos a los persas, los aplastaron, los hicieron retroceder hacia el mar. Los persas entraron en pánico y mientras intentaban desatracar las naves los griegos los seguían matando. Varias naves se hacen al agua y en ese momento Datis, el general persa, decide un cambio de estrategia y pone las naves proa al Pireo. Milcíades se dio cuenta que de nada valía la victoria si la ciudad creyera que habían sido derrotados cuando vieran llegar las naves persas. Llama a Fidípedes y le dice que corra para avisar al gobierno de Atenas. Este hombre, que había estado combatiendo durante horas, se desprende de todo su equipo y corre los 42 km hasta Atenas. La mayor parte del trayecto era de ásperos senderos en pendiente, pero Fidípedes sabía que de él dependía salvar a su ciudad. Seguramente sus sandalias de cuero se rompen. Seguramente su propio corazón estalla. Seguramente lo único que continuó moviendo sus piernas fue su voluntad.
Los atenienses vieron que las naves de la flota persa cortaban el horizonte hacia la ciudad y la desazón los invadió. Pensaron que tantos hermanos, esposos e hijos habían muerto y se preparaban para rendirse.
Sin embargo, Fidípedes llegó al caer la tarde, cruzó la puerta de la ciudad y gritó:NIKE! NIKE!
Este hombre ya estaba muerto antes de llegar a la ciudad, pero su anuncio fue claramente entendido por lo atenienses. Hizo que todos los habitantes, hombres jóvenes y ancianos, mujeres y niños, se pusieran frente a la ciudad amada como si todos ellos fueran un gran ejército visto a la distancia. Datis reconoció que su estrategia había fallado y ordena retirar a la flota. Atenas triunfó. Grecia fue la muralla, Maratón fue el estímulo, Milcíades fue el artífice, Fidípedes fue el héroe. Todos ellos, cada uno en su papel, impidieron que Persia se derramara por Europa.
Luis Anastasia
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias