Carta abierta a un médic0, Nelson Sastre, 28 diciembre 2021

Luis E. Sabini Fernández

30.12.2021

No tengo el disgusto de conocerlo, pero presento aquí los hechos que nos han vinculado:tenía hora de consulta entregada por mi prestadora sanitaria para el 28 de diciembre, a las 11.45. Nelson Sastre fungía como suplente del traumatólogo cuya consulta se me había otorgado meses atrás.

Vivo a unos 40 km. del centro asistencial al que había sido convocado, en la capital fernandina. Por razones ajenas a mi voluntad llegué al edificio unos 5 minutos después.

Ingresé por la puerta principal pero alguien del personal me dijo que había entrado por el lado equivocado, que Traumatología quedaba en la otra punta; dudó por donde enviarme, si por dentro o por fuera del edificio, pero le pareció lo mejor un corredor largo, interior, y que preguntara al final del pasillo en un mostrador de orientación. Lo hice y me indicaron dirigirme a la derecha y luego directo, al final iba a encontrar Traumatología. En el trayecto entré a lo que se llaman baños, para orinar, y proseguí la marcha veloz hasta llegar  a Traumatología, que estaba precisamente a dos pasos del lugar inicial de mi recorrida interna por la planta baja de todo el edificio.

Eran casi 11.55 y, como el caminante del personaje de Kafka delante del portalón del Palacio de la Justicia, que no se le abre, advertí con pesar que no había ventanilla o personal donde dejar mi "orden" o poder apersonarme.

Tras unos minutos, una enfermera hizo su aparición en la puerta hasta entonces cerrada. Ante una corte de los milagros donde doloridos temblando, gente con marcadas dificultades motrices, pacientes tullidos, con piernas enyesadas y otros más "normales", estiramos nuestras manos con papelitos... le aclaré que estaba llegando tarde... La enfermera recordó que, efectivamente, me habían llamado. -Voy a ver, me dijo, si ubico al doctor.

Esperé otros diez minutos y me informa: "-Negativo. El doctor se retiró a [doce] menos 10."

Estallé. -¡Pero cómo! Llegué apenas unos minutos tarde. Ni diez. Y hace meses que esperaba esta consulta. ¡Las veces que tenemos que esperar 20, 30 o 40 minutos al médico!¡Y un médico no puede esperar ni cinco minutos!

La enfermera me sugirió gestionar una sustitución a la consulta fallida en el mostrador correspondiente e hizo mutis por el foro.

Comenté en voz alta lo que todos acababan de ver. Y salieron voces airadas:-A mí me pasó que teníamos una consulta, toda la familia, con la oftalmóloga y tuve dificultades de tránsito y no llegué en hora. Teníamos los cuatro, a razón de 15 minutos cada uno, mi marido, mi hija y mi hijo.  Me presenté con mi hora ya perdida y quien nos atiende nos dice que la doctora ya no nos va a atender porque llegamos tarde. La señora aclara: -Está bien si ya no me quiere atender. Pero mi marido llegó en hora y mis hijos también. Que los atienda a ellos entonces. -No, replica la asistente; la doctora ya se retiró.  Perdimos así todas las horas. Me puse como loca y finalmente, para apaciguarme, me dieron nuevas horas de consulta, ya no todos juntos. Que acepté igual, qué más remedio.

Otro paciente completó aclarando que siempre es así; que los médicos hacen lo que quieren, no rinden cuentas y que los pacientes tenemos sólo que aguantar.

Éramos tres, tal vez cuatro, los protestatarios; otros tantos  guardaron piadoso silencio no sé si acordando o no.

Ciertamente, no tenemos más remedio que hablar de un estamento peculiar, el de los médicos, como amos. Una suerte de relación señorial en general benevolente, pero discrecional.

En esa relación, los pacientes, debemos tener mucha, mucha paciencia, y el personal no médico mucha, mucha dependencia.

¿Qué trabajador puede abandonar su lugar de trabajo si algo no le llega en 5 minutos? Ese comportamiento es de amos.

Obsérvese que estamos hablando de empresas  de asistencia médica que tienen sus sanatorios y centros asistenciales distribuidos en varias ciudades, a decenas de km unos de otros. Y el paciente debe concurrir a aquellos sitios donde está el área o la especialidad que necesita, o al menos que un diagnóstico anterior dispuso para su tratamiento.

¿Cómo un médico no puede esperar a un paciente (con consulta tomada no ya semanas sino meses antes), ni siquiera 6 o 7 minutos?

¿Es tanto el valor del tiempo médico y tan poco el de los no médicos?

La relación médico-paciente es de por sí muy desigual, pero eso se agiganta hacia una relación en que el paciente, ya de por sí disminuido, ahonda su sumisión.

Estos cortes no son absolutos. Tales abusos no significan que todos los médicos sean o se sientan amos. Como entre todos los seres humanos, en todas las actividades humanas, tenemos honrosas excepciones.

Pero la existencia de miembros en una cofradía cualquiera que no respondan plena y absolutamente a su diseño, porque sigue existiendo la sensibilidad individual, la vergüenza, la discrepancia y otros rasgos muy subjetivos, no anula la importancia del estamento, y el peso de la condición de amos.

La sacralización de la medicina es una de las cuestiones más problemáticas de nuestro tiempo.

Los médicos en particular y la red laboratoril en general responden poco y nada a la importancia, enorme y creciente, de la iatrogenia (abrir aquí este capítulo está fuera de lugar pero contornearlo todo el tiempo expresa sencillamente la condición privilegiada de los médicos y la medicina institucional, porque un amo es quien no rinde cuenta de sus actos).

Y el peso enorme y en expansión del poder médico, nos ha ido introduciendo en una medicalización de la sociedad, es decir a enfermarnos, real o imaginariamente.

El Covid19 es su último y mayor exponente, tal vez el más devastador.

 

Luis E. Sabini Fernández.

Asociado vía FONASA a La Asistencial, Maldonado.

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2021-12-30T11:38:00

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