Comunicación en tiempos de incomunicación

Magela Misurraco

10.10.2023

La vida escrita. Por whatsapp, chat, messenger. Aplicaciones de citas. Audio viene y audio va. No es comunicación, es matar a la conversación. La comunicación es más que el contenido.

 

Creer que existe comunicación entre dos mientras se chatea o intercambian audios es, técnicamente, reducir la comunicación a un 7% de todos sus componentes.

No hay comunicación entre dos o más personas omitiendo los componentes no  verbales del discurso. La gestualidad, el contacto visual o la postura corporal dicen más que las palabras y, muchas veces, las contradicen.

Hay datos, como la reacción fisiológica de "ponerse colorado", la sudoración, una constelación de movimientos corporales, expresiones y microexpresiones faciales que emisores y receptores no controlan que brindan más información que las palabras. Estos datos hacen que la comunicación no verbal sea más sincera que la verbal.

Alguien puede afirmar que está muy tranquilo al tiempo que no cesa de mover las piernas o hacer ceros con los pulgares de sus manos entrelazadas.

Se afirma con la cabeza lo que se niega con las palabras y no hay que ser un experto en comunicación para advertir que en ese discurso hay mentira. Esa incongruencia entre lo verbal y no verbal es notoria.

Somos qué y cómo comunicamos

Más del 58% de la comunicación está dada por elementos que no tienen que ver con el contenido del discurso que representa un 7% de la comunicación. 

 El discurso no es solamente un orador hablando sobre una tarima a varios. Cada persona tiene un discurso dado por el contenido, lo que no corresponde al contenido (hasta la ropa y accesorios que usa) y el tono de su voz.

Ese tono de la voz es otro dato con información significativa que no captan las redes sociales o el chat.

La voz de una persona cambia según las circunstancias que atraviese. "Te noto la voz rara...tenía la voz quebrada...un hilito de voz".

Los cambios en la entonación de la voz también dicen mucho acerca de la personalidad y el comportamiento, más allá de lo que se quiera enfatizar. Cuando los políticos elevan la voz, en medio de un discurso, el público aplaude aunque lo que diga sea intrascendente.

Las normas de urbanidad establecen que el tono de la voz no debe ser el mismo en un velorio que en un cumpleaños. Esa regla no está escrita, pero hay un pacto de convivencia tácito que así lo indica. Quien ingresa a un velorio con los bríos corporales inapropiados, más un tono de voz alto será mal visto y tildado de desubicado por todas las miradas de los asistentes. 

El cuerpo comunica.

El fin de la conversación

El logro más grande de la humanidad que fue que dos personas acordaran un mismo código de signos, una escuchara y la  otra hablara está en vías de extinción.

Es la propia comunidad de hablantes la que está tomando esta decisión.

Hoy hay que pedir permiso para sostener una charla remota con el otro. Una llamada espontánea tiene más posibilidades de ser rechazada que atendida. 

Los mensajes de texto pueden quedar en el desconcierto y la incertidumbre del visto.

Existe lo que se llama "Netiqueta" en Internet, aunque esas normas de educación y respeto no se tengan en cuenta.

La educación y consideración hacia el otro depende de la disponibilidad de tiempo libre.

Dos personas pueden estar chateando media hora por la falta de tiempo que señaló una para conversar. Después, pueden llegar a comentarle a un tercero que "hablaron", cuando lo que hicieron fue enredarse en un intercambio de mensajes de texto no siempre claros.

Se expresan emociones con caritas que tienen una estética para menores de edad no alfabetizados. Muchas de ellas incomprensibles. Súmesele las "etiquetas" y los gif con asiáticos en situaciones ridículas, personajes de películas en actos reiterativos o animales en movimiento.

La interacción entre adultos está convirtiéndose en algo infantilizado, primitivo y burdo.

Hay más de tres mil emoticones. Corazones de diferente color, cada uno con un significado distinto.

Cualquier cosa se hace para eludir la escucha.

Oír sin escuchar

Hay más interés en escuchar el eco de la propia voz que la del otro. Aquello que los demás tienen para decir no interesa. La falta de curiosidad para acceder a otra realidad y la propia como la medida de todas ocupa el protagonismo. Como el niño que es autorrefencial y todo lo lleva a su realidad porque es la única que conoce, pero nos estamos refiriendo a adultos que no saben discriminar qué y a quién enviar o no ciertos signos y símbolos.

A nivel formal, organizacional, donde hay niveles jerárquicos no se envían emoticones, como se le pueden enviar a familiares o a amigos.

Asimismo es necesario discriminar entre el medio y el mensaje. Qué información es oportuna para enviar por mensaje de texto, audio o requiere una conversación cara a cara. Ni siquiera telefónica.

Las herramientas de mensajería disponibles se emplean mal dando lugar a malentendidos y conflictos que en vivo y en directo no surgirían.

Todos emisores

Tampoco hay lugar para la conversación en los escasos espacios de encuentro social.

Los presentes son todos emisores. Hablan al mismo tiempo. La narración de uno está marcada por constantes interrupciones de los demás sin pedir la palabra, como  niños de tres años que no fueron educados para irrumpir en una conversación sin que intervenga un preámbulo.

La comunicación hace a la identidad de una persona. El ser es su comunicación.

Para agravar el estado de incomunicación en el que se comparte planeta está el tiempo histórico récord de la falta de lectura.

Si el texto supera las diez líneas y no hay imagen que lo ilustre, flecha para indicar dónde está el chiste, no se lee pero igual se opina.

El repertorio de vocabulario es escaso.

Se escribe como se habla. La escritura oralizada dificulta la comprensión del texto. Hay que tener tiempo y vocabulario para lograr concisión, precisión y síntesis.

Sin comunicación no hay cultura

De la conversación nacen los vínculos y de los vínculos los acuerdos y la mayoría de las experiencias vitales significativas.

La producción de conocimiento y sentido, la educación, el arte, la política, la empresa; toda construcción humana comienza con una conversación. También culmina, en buenos términos, con una conversación.

No hay cultura, convivencia posible ni civismo sin comunicación.

Lo paradojal es que es imposible no comunicar, aún se esté en un rincón de una sala sin decir una palabra. Ese ser  está dando una serie de mensajes que, por ahora, muchos sabemos decodificar sin ser conscientes de ello.

La violencia en las redes, la agresividad de los comentaristas hay que buscarla por el lado de la impunidad que da empuñar un teclado y disparar palabras sin intercambiar con los demás una sola mirada. 

Cara a cara no se agrede como por escrito y las reacciones son menos destempladas. 

Sin embargo hay mucha violencia en lo que se comunica al rechazar una llamada, "marcar como no leído" o dejar en visto un mensaje que nos fue especialmente dirigido.

Pareciera que se es respetuoso y educado cuando sobra el tiempo.

Magela Misurraco es Licenciada en Comunicación. Opción Publicidad y Relaciones Institucionales. Udelar


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2023-10-10T06:09:00

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