Tecnología y soberanía

Marcelo Marchese

27.10.2022

Ciertas funciones de la tecnología tienen un carácter atomizante, pero como toda construcción humana, son patrimonio del hombre, por lo que no podemos condenarlas. Veamos más de cerca este asunto que atañe a la antropología.

La radio permitió transmitir ideas e información al instante, pero también significó la ruina de los músicos barriales y el triunfo de un cantor entre miles. Esto implicó al mismo tiempo que la música dejara de ser música, ya que la música, las cosas que mueve la música, son en vivo, sin interferencias de cables y con la relación de ida y vuelta entre el músico y su auditorio: sus amigos, sus vecinos. La radio también fue crucial para aupar las figuras del fascismo y de la guerra.

Antes de la televisión, los vecinos salían en la tarde a la vereda a charlar, a chismorrear y a discutir las cosas de la vida. Fue llegar la TV para dar el primer paso hacia el Metaverso. Ahora, a la tarde, cada cuál se entierra en su cueva y se prende al chupete electrónico para ser bombardeado con un sexo que no vivirá y con un estímulo al consumo que no satisfará, y absorberá toda la ideología que vomita ese aparato creado para disociar al hombre, en el que, al mismo tiempo, uno puede ver, de tarde en tarde, una obra de arte.

El celular mantiene a todos conectados y controlados. Uno sabe dónde está el hijo a toda hora, y si pinchás el auto en medio de la nada, llamás al auxilio y problema resuelto. También te provee de una falsa sociabilidad a través de las redes diseñadas para el celular. El Facebook, WhatsApp, Instagram y toda esa red de amigos que uno no conoce y que, llegado el momento de conocer en la realidad, siente una cosa rara, vive un desfasaje anómalo. Pero el celular cumple otras funciones además de atomizarte, y es convertirte (el nombre lo indica) en una mera célula.

 Otra de sus funciones es interrumpir el fluido de tus pensamientos: cuando más concentrado estás en algo importante, suena el celular para informarte de algún problema o de alguna cosa ajena al espíritu, y suena con un ruido que no fue creado por Bach, un sonido que enerva a toda persona sensible y que deja inmutable a los muertos en vida, que son, precisamente, quienes hacen sonar su celular a toda hora molestando al resto.

Hay otra función inhumana, la que permite dar mayor velocidad a un mensaje de voz en WhatsApp, ya que con certeza, se estará oyendo algo insustancial, pues el progreso, no es otra cosa que una mayor velocidad en la transmisión de mensajes, cuando hemos llegado al punto de que los mensajes no tienen nada que decir. Esa velocidad va generando una deshumanización de nuestra voz, una deshumanización a la que ya nos tiene acostumbrados el robot que repite un mensaje en las contestadoras automáticas.

Por último, el celular informa dónde estás y qué comprás. Tengo la firme sospecha de que todas las palabras que hablamos, en todo momento, son captadas por un transmisor del celular que las envía a un centro de datos donde la inteligencia artificial las procesa, para ponderar el estado de animo de la humanidad con respecto a tales y cuales asuntos cruciales.

La industria de los videojuegos factura más que la industria de la música y del cine reunidas. La industria de los videojuegos es la gran lavadora de cerebros ¿Dónde se aloja? ¿Quién la conforma? ¿Quién la controla? ¿Cuántos psicólogos, sociólogos, antropólogos y artistas contrata? El grado de perfección visual que ha logrado es asombrosa. Se hacen videojuegos especiales para entrenar soldados, soldados que aprenden en días lo que en un entrenamiento normal llevaría meses. Luego, cuando salen al terreno, sienten, ante el enemigo ejecutado, lo mismo que sentían a la hora de ejecutar a un enemigo virtual: satisfacción vinculada a un estímulo al ego.

Los muchachos en sus consolas de videojuegos, se comunican y luchan y se rankean con otros muchachos insertos en sus propias consolas de videojuegos, y al mismo tiempo, hay otro sitio donde otros muchachos, cada uno conectado a su propia consola, comenta las acciones de unos y otros, mientras la novia del muchacho... he ahí el problema, en general no hay una novia del muchacho, ya que el muchacho está enchufado a un extremadamente adictivo mecanismo de estímulos, respuestas y gratificaciones. El tráfico de drogas adictivas es perseguido para generar mafia, pero no es perseguido el tráfico de esta droga adictiva que, para recibir más de ella, para avanzar en el juego, debés pagar, y el juego se lanza al mercado a medio hacer, para que llegada la fase en que te desesperes por avanzar, pagues sin dudarlo.

El mecanismo del pago no significa que el videojuego se haga para producir dinero. El mecanismo es otro, ya que desde que comprometes un pago, ya que desde que entregás LA ENERGÍA ASOCIADA AL DINERO, tu compromiso vital con el juego será mayor. Estos videojuegos desarrollan, en detrimento de otras, ciertas zonas del cerebro, y durante la pandemia, millones de jóvenes fueron arrancados de sus centros de estudio para enviarlos a esta inmensa lavadora de cerebros que conduce al hombre hacia el Metaverso. Es la técnica de la inmersión en el mundo virtual, el ahogo en la dictadura digital.

Llega el momento del VAR, la transparencia del mal y la propaganda para una vida vigilada, una justicia aséptica y una inteligencia superior que todo lo regule: la inteligencia artificial, y al mismo tiempo, el VAR, al matar la pasión, muestra que se trata de matar la pasión, y al matar el motor del fútbol, y al disminuir las ganancias futuras del fútbol, muestra que la FIFA no está interesada por el dinero: la FIFA está interesada por el poder.

La música, como el amor, debe vivirse en vivo y no puede ser intermediada. Con toda evidencia, cuando a uno le falta el músico, puede acudir a un long play, pero el asunto es resolver la cosa de tal manera que el long play o la radio no eliminen al músico, y que la industria de la música no elimine la voz del músico conduciéndola a un programa.

Cosa similar sucede con los celulares y sus redes. Se trata de saber quién tiene el poder para diseñar un sonido de celular que corta tu impulso vital, y se trata de saber quién controla las redes y establece el ataque o la defensa de la libertad de expresión.

¿Es posible un entrenamiento para cosas vitales, para cosas necesarias al hombre, mediante videojuegos? Creo que sí. Dosificado en su justa medida, y unido a otras cosas de la vida real, podría ser productivo. Esto nos lleva a la clave del asunto ¿quién tiene el poder de controlar, y diseñar, la tecnología? y esto nos lleva a otro asunto.

Estás leyendo este artículo editado por UYPRESS, que es un portal digital. Con toda evidencia, participo en UYPRESS ya que considero que es una forma de incidir en la realidad. ¿Hacia dónde va nuestra realidad? Va hacia la inmersión en el Metaverso y la dictadura digital. Va a una no realidad ¿Es posible abandonar cosas que el errático paso de la humanidad ha creado? No es posible, todo lo creado por el hombre es atributo del hombre ¿De qué se trata entonces? De saber a beneficio de quién está la tecnología, de saber quién repartirá los beneficios de la renta tecnológica cuando no haya trabajo y todo lo haga la inteligencia artificial, y de saber de qué manera tejeremos la vida en ese otro plano de la vida, el plano virtual.

Esa es la clave, ese otro plano ya está creado: se trata de saber qué plano controlará al otro en nuestra vida, ya que un plano es manipulado para controlar nuestra vida. Por mi cuenta, no tengo dudas, me gusta nadar en el mar, me gusta comer pescado cocinado en un fuego de leña, y me gusta besar a la mujer que amo. Si la hube de llamar por celular para citarla en la playa a la luz de la luna, para nada me arrepiento, pero apenas la diviso, apago la máquina: ya cumplió su propósito y por un tiempo que no podemos medir, no precisaré de sus servicios.

Marcelo Marchese
2022-10-27T07:41:00

Marcelo Marchese

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