La cena, o del amor

Marcelo Marchese

15.02.2023

-Ya que me lo pides, César, te contaré lo que sé de aquella noche, aunque bien deberías saber que mejores testigos son los ojos que los oídos. -Sólo por ti, querido Antonio, podría saber acerca de lo ocurrido, ya que fuiste testigo directo.

-Pues te han engañado. Cierta vez en que volvía de la escollera, dejando atrás el cielo naranja del atardecer, me alcanzó José Pablo, maravillado por haber asistido, como cocinero, a una cena que había ofrecido Juan Camino, donde hablaron del amor con Mark Planey, Armolec Chesmare y Jean Ñogor, y esto es lo que me contó de aquella noche donde el primero que habló fue Juan Camino.

-Amigos, habéis disfrutado la cena pues tenemos aquí los cadáveres de las anchoas y las burriquetas, los caparazones de los cangrejos y los mejillones y os deleitaron los pulpos que no fue preciso masticar, y ahora que el rojo vino y el cigarro dulce agregan placer al deseo, recordemos al poeta: “Deseo, viejo árbol que el placer fortifica”, y sumemos placer a esta velada, al decir qué cosa es el amor, y como veo que os gusta la idea, empezaré yo, y seguiremos a la izquierda, por lo que vendrá Mark Planey, luego Armolec Chesmare, y por último, Jean Ñogor.

Bien, algunos argumentan que el amor es un arte. El amor sería para estos sujetos una cosa que se construye con renuncias y paciencia, mas toda persona sincera concluirá que el amor es un flechazo, un hechizo, y es por esta razón que los gitanos tienen esta maldición: “¡Ojalá te enamores!” pues saben, como sabemos, que estar enamorado es un infierno.

Os voy a describir el estado del enamorado para que juzguéis por vosotros mismos. Adelgaza diez kilos y parece un esqueleto con la piel pegada al cuerpo como succionada por dentro. No habla de otra cosa que de su amada en modo pelmazo insoportable. Si nunca escribió, improvisa una poesía empalagosa que ofende, antes que nada, a la Diosa. Observa cada segundo el celular como un poseído, y busca la manera de entrar de manera subrepticia al mail de su adorada.

Cree entonces el enamorado que su amada es un Dios y que no hay mayor Dios sobre la tierra. Le ofrece como ofrenda nadar un mar infestado de tiburones y cocodrilos. No duerme por la noche. Llora y se lamenta. Se dice que no debiera haber hecho tal cosa y que acaso pudiera haber hecho tal otra. Consulta a magos y adivinas. Evita hacer el amor con cualquiera otra mujer, pues en la comparación, sufre infinito. Se emborracha. Se droga. Decide irse de viaje pero torna al otro día, desesperado. Suda por la noche. Sufre chuchos de frío. Se revuelca en las sábanas sucias. No limpia la casa. No se afeita la barba. Imagina a su amada haciendo el amor con otro, y lo que es peor, con otros. Todo aquel que alguna vez tuvo un mínimo trato con su amada, aunque fuere inocente, se convierte en objeto de un odio inveterado. Le reza a Dios cuando es ateo. Le reza a la Virgen, pues imagina que siendo mujer, estará más cerca de ella. Hace promesas, siniestros castigos, si a cambio puede recibir aunque sólo sea una mirada del objeto de su tortura. Por último, pues con lo dicho es suficiente y sólo comenté la mugre debajo de la uña del gigante, se convierte en un fantasma de mirada apagada y encorvado.

Por lo dicho, nada os cuesta concluir que el amor es un castigo divino. Nadie puede creer que sólo tenemos esta vida. Alcanza con recordar el temblor que nos provoca una pintura amarilla con manchas negras para saber que en el pasado tuvimos terribles experiencias con esos colores. Antes de esta vida, estuvimos relacionados con nuestra amada y alguna maldad hicimos, por lo que los dioses, justicieros, nos castigan con el amor. Eso es lo que explica que la amada elija invariablemente un ser inferior a nosotros y carente de toda gracia. Un insecto. Ese, con certeza, en una vida pasada fue despreciado por la amada, y ahora los dioses lo recompensan. El único recurso que le queda al amado, es apretar los dientes y desear, a la mañana y a la noche, que venga por fin la única amante fiel y su verdadera esperanza.

Con el propósito de llegar a ese día milagroso, sólo tiene un recurso: transformar el dolor en belleza, y por eso se lanza a escribir canciones y poemas planideros, o cultiva un jardín, o se dedica a repartir comida entre los pobres, como hacía nuestro buen señor Jesucristo. Cada vez que veáis una obra de arte y envidiéis al gentil artista que nos la regaló, recordad que ese genial artista es un pobre desgraciado que no tuvo otro remedio que hacer esa obra, para espantar a los Demonios que le susurran palabras al oído. Estas palabras susurradas al oído, siempre son relativas a cómo goza la amada con los demás.

Somos esclavos de las ilusiones y no vemos lo que en verdad impulsa al Arte.

-De esta manera habló Juan Camino, que recibió el aplauso de los comensales, y de los músicos y arlequines que allí estaban y de los cocineros, y de inmediato tomó la palabra Mark Planey, para decir lo siguiente.

-Nada puedo objetar a las palabras de nuestro anfitrión, y algo puedo decir que sea igualmente ilustrativo, aunque entiendo que en esta especie de contienda, siempre tiene ventaja aquel que habla de sí y no de cosas generales.

Agrego que cuando Juan Camino afirmó que antes de estas vidas tuvimos otras, como creen muchos en oriente, y creen que un hombre contiene a todos los hombres y al Todo, y creen que cada uno de nosotros sabe lo que todos los hombres de la tierra han vivido y pensado, y que incluso, cada uno de nosotros sabe todas las lenguas, y en suma, cuando Juan Camino dijo que vivimos vidas pasadas, tuve un deja vu, esa cosa que nadie ha explicado de manera concluyente, pero que refiere a otras vidas, y ese deja vu me llevó a que siglos atrás, participé en una cena como ésta a la orilla de otro mar.

Creo que el Amor es la fuerza que mueve al Cosmos y creo que el Cosmos es Amor. Permitid que nombre al Amor con mayúscula, como se nombra a Dios, de igual manera que Gustavo Adolfo Becquer nombraba a la Mujer siempre así, por lo que, no sé en la dudosa historia de la literatura, pero sí en mi corazón, siempre tendrá un lugar privilegiado.

A propósito, permitidme una digresión, decir Amor y decir Mujer es para mí la misma cosa, y como prueba, he aquí una concluyente que nadie os ha revelado ¿Qué pensáis que es esa figura del corazón que se ha convertido en emblema del amor? ¿No creeréis que sólo tenga vínculo con un órgano que bombea sangre? La imagen del corazón no es otra que lo que se ve de una mujer en cuatro patas.

Que el Amor mueve al Cosmos es innegable. La primera ley del Cosmos es que se encuentra en expansión, pues decir que nada se pierde y todo se transforma es falso, desde que nada se pierde, todo se transforma y se amplifica. Uno más uno es tres. Que el Cosmos está en expansión lo prueban estas palabras que diremos para agregar verdad al Amor, y si pensamos en la vida en la tierra y queremos imaginar, sólo para partir de un inicio, que en el principio había unas cosas llamadas arqueas y bacterias, y que de ahí vinieron los reptiles, los peces, las aves y los mamíferos, amén de los hongos, las plantas y toda la vida en el planeta, incluyendo las rocas que viven una lenta evolución, y el vivo mar y el viento vivo, todo eso fue obra del Amor.

En los peces, la hembra pone huevos y el macho los fecunda. Como se ve, el contacto amoroso no es directo. En las aves, que son más cercanas en el tiempo, el macho monta a la hembra de la que saldrán los huevos que serán incubados. La criatura crece fuera de la madre. En los mamíferos, al principio, también ponían huevos, luego, la criatura terminaba de nacer en el marsupio. Más tarde, la criatura se gesta enteramente en el vientre de la madre. El amor estrecha sus lazos cada vez más, pues el Amor impulsa a la creación, ya que el Cosmos está en expansión.

Entre los mamíferos, ninguno más amoroso que los delfines y los primates. Dejemos a los delfines de lado para no hacer este discurso interminable, que Armolec Chesmare ya se revuelve inquieto, como es su costumbre, pero digamos que los delfines y las palomas son emblemas de Afrodita. Los primates viven juntos y de tal manera, que si alguien adopta a un mono de mascota, se convierte en un ser melancólico o agresivo, pues necesita, más que cualquier otro animal, estar con los de su especie, con los que caza y duerme. Entre los primates hay uno cuya función amorosa es constante, los bonobos, que no pelean entre sí pues resuelven los conflictos mediante el sexo, y de tal manera, que todos hacen el amor con todos sin distinciones de ningún tipo.

Ahora, hay un mamífero infinitamente más sexual que el bonobo, y ese es el hombre… -aquí objetaron casi todos, pero Mark Planey los acalló de la siguiente manera.

Ustedes no deben pensar en el hombre actual, que siente asco del sudor de la hembra, cuando el hombre de antes se excitaba con el sudor de la hembra y la hembra, con el del macho. Somos pigmeos comparados con los hombres del pasado, como prueban la literatura, el arte, y lo que todo lo define, el sexo.

La vida sexual del hombre era tan intensa, que provocaba innumerables crímenes. Todos amaban a todos, lo que generaba problemas de todo tipo, como es fácil imaginar apenas vemos al niño celoso de la madre o al esposo celoso del hijo. Te gustaban todas, pero siempre había una que te gustaba más, y estar viendo a esa que te gustaba amando a otros, era suficiente motivo para esperarlo en la selva y aprovechar la menor distracción para partirle el cráneo con una piedra.

Como la ley que mueve al Cosmos es el Amor, y por lo tanto, de manera natural, una especie quiere reproducirse, el hombre concluyó que debía poner un límite a su sexualidad, y de esa manera nació la cultura, pues la cultura nace cuando se fija un límite, que no fue otro que la prohibición del incesto, lo que llevó a la institución de la monogamia.

Ahora bien, el hombre es el único ser vivo que fija un límite a su naturaleza, pero ese fijar el límite no es algo artificial, fue un resultado natural en la vida del hombre. El límite permitió buscar la esposa en otra tribu, lo que llevó a compartir conocimientos entre las tribus, y el límite permitió expandirse y multiplicarse, pero como todo aquello reprimido tiende a vivir, el hombre buscó una manera de manifestar aquello prohibido. Ese es el nacimiento del Arte, donde uno puede hacer todo lo prohibido sin recibir un castigo, ya que el Amor infinito del hombre debe vivir de alguna manera.

-Creo entender- dijo Juan Camino- que siguiendo esa lógica, justificarías la zoofilia, la pedofilia y las violaciones.

-No las justifico. Sólo digo que son restos primitivos del hombre, pues en aquel pasado antes de la cultura, no existía el concepto violación. Con toda evidencia, si digo que esas aberraciones son obra del Amor, estoy de acuerdo con las limitaciones que impuso la cultura, que también es obra del Amor, pero ya que introdujiste el tema de la violación, déjame decir lo que en verdad pienso de ella.

Lo grave de la violación es que trae al presente de la violada un pasado de la especie que quiere, lo necesita, mantener en la oscuridad. El violador no entiende ni considera ese límite impuesto por la cultura. El trauma de la violación anida en que el ser violado, en algún lugar gozó y eso lo llena de culpa. La terapéutica radica en hacerle ver que ninguna culpa tuvo si en algún lugar gozó, ya que la culpa es la clave de toda enfermedad, y ya que el Amor todo lo vence. Por otra parte, lo que uno ama es que la cosa más hermosa del mundo lo haya elegido, pues todos necesitamos justificarnos. Por eso, todo ataque al ego es una hipocresía. El Amor es ego, pues un hombre se siente el mejor hombre del mundo cuando el Amor lo valida. Es por eso que el hombre enamorado olvida los dolores y se siente leve. Todo le parece una maravilla, pues, lleno de Amor, ve las cosas como son, Amor y más nada que Amor.

-Pero no puedes decir eso -le objetaron- en el mundo hay guerras, y torturas y crímenes.

-Todo es obra del Amor. Las guerras y las torturas y crímenes son resultado de un Amor no conducido ¿No conocéis la sentencia de Shakespeare en Rey Lear?  “¿Por qué azotas a esa ramera? Sacúdete tú mismo las espaldas, ya que tu lascivia pretende de ella lo mismo que te lleva a azotarla”. Como supo el mago Shakespeare, toda vez que se hace sufrir es porque el Amor no fue conducido, ya que el que azota a la ramera, la desea.

Mi consejo para todos vosotros, es que améis, pues toda vez que no amemos crearemos su contrario, que es Él mismo por su reverso, y lo contrario del Amor es lo contrario a la Ley Universal. Estaréis de acuerdo conmigo en que he demostrado que sólo existe Amor en este mundo y en el otro.

-La concurrencia aplaudió a Mark Planey.

-Pero José Pablo ¿aplaudieron incluso su interpretación sobre la violación y su cura?

-Sí, Antonio, aplaudieron, sea porque los convenció, sea porque esa parte tan delicada fue considerada solidaria con el resto del argumento.

-Continúa, entonces, tu relato.

-Luego le tocó el turno a Armolec Chesmare, querido por todos, pero al mismo tiempo, envidiado, pues unía al talento, la belleza. Armolec Chesmare habló de esta manera.

-Amigos míos. Antes que nada ¿estáis seguros que la amistad no es una manifestación del amor?

-Claro que lo es.

-¿Qué diferencia a la amistad de la homosexualidad?

-Que la amistad es un amor espiritual y la homosexualidad un amor carnal.

-¿No puede un homosexual estar enamorado espiritualmente?

-Puede, pero desea carnalmente, ahora ¿quién te creés que eres aplicando la mayéutica con nosotros? Por qué no continúas argumentando de la misma forma que hicieron los demás.

-Sólo quería asegurarme de que el vino no los hubiera entumecido, ni los discursos que me antecedieron, así que ahí voy.

Según la ciencia…

-Definitivamente, Armolec Chesmare, eres un degenerado. Mark Planey habló de la violación y elaboró una muy dudosa teoría, pero tu sólo pronunciar la palabra “ciencia” nos cortó la digestión ¿Podrías usar un lenguaje menos grosero?

-Es preciso enunciar lo que plantea ese dogma para demostrar precisamente lo contrario, ya que lo contrario del dogma es verdad, así que si me lo permitís, continuaré sin pronunciar esa palabra infame.

Os decía que aquella fe anuncia que el amor no es otra cosa que el resultado de una serie de mandatos químicos. Cuando el picaflor ve una hermosa rosa, o cuando el macho de cualquier especie ve a un hermosa hembra en celo, desea copularla.

Esto es así porque la hembra, para lograr su propósito, que es quedar preñada para continuar la especie, emite una serie de feromonas que atraen al macho y que lo dominan, de tal manera, que luchará con todos los machos con tal de copular a la hembra. Así mismo, la hembra no decide en ningún momento atraer al macho. Ella misma vive su proceso químico que la obliga a atraer al macho. Lo mismo sucede con las plantas y con todo ser vivo en el planeta, dominados todos por procesos químicos ineluctables.

Ahora bien, esta explicación convincente tiene un problema: equivale a decir que la flecha mató al jabalí pues el arco estaba tenso. Olvidó decir que un hombre tensó el arco y que por alguna razón tenía un ojo certero, más esa no es la real causa, pues el hombre tenía hambre, lo que llevaría a explicar por qué la vida requiere de la muerte, o de cómo la vida devora la vida, o de cómo la muerte, en sí, no existe, y habría que explicar el por qué de esto y así en una sucesión infinita, lo que nos lleva a decir que el dogma que emana de las universidades, sólo ve la apariencia de las cosas y una apariencia limitada de las cosas, pero como nada es sólo malo, la falsedad muestra el camino de la verdad.

No hay cosa más irracional que el amor y nadie sabe por qué una persona se enamora de otra y sufre como con toda evidencia sufre Juan Camino. Ionesco cuenta que en la escuela había una que era la más linda, pero a él le gustaba otra. Éste es un misterio que nadie ha resuelto, lo que nos lleva a que, en ocasiones, la certeza abre caminos, y en ocasiones, el misterio abre caminos. Sea como fuere, el misterio es una característica de la belleza, ya que la misma palabra “misterio” es una belleza.

Como dijo el amigo Mark Planey, el amor lo es todo, y el todo es lo que es, por lo que el amor no puede ser definido. El amor es lo que Es, y nada hay que no sea, pues la nada no existe. Si existiera ¿de qué estaría hecha la frontera entre el todo y la nada? La nada es sólo una imaginación del Todo para explicarse, de igual manera que la muerte es una creación de la vida para comprenderse. El Todo es lo que es y es lo que siempre fue. No hubo un principio. Lo que hay es un todo infinito que se expande infinitamente.

El amor es y nada es no es. Tenemos ante nosotros una expresión del amor, pero otra, que nace con ella, no podemos verla y permanece en las sombras. Por eso el Tao comienza de esta manera, con la que permitiréis rubricar mi intervención, y disculpad que use del recurso de ampararme en una sabiduría milenaria en esta contienda.

“El Tao que puede nombrarse no es el Tao eterno.
El nombre que puede nombrarse no es el nombre inmutable.

La no existencia es el principio del cielo y de la tierra.
La existencia es la madre de todo lo que hay.

Desde la eterna no existencia contemplamos en calma el misterioso principio del Universo.
Desde la eterna existencia vemos con claridad las distinciones superficiales.

No existencia y existencia son uno y lo mismo en su origen; sólo se separan cuando se manifiestan.
Esta unidad se denomina profundidad. La infinita profundidad es la fuente de donde se origina todo lo que hay en el Universo”

El auditorio se maravilló del ingenio de Armolec Chesmare, y cuando los aplausos cesaron, tomó la palabra Jean Ñogor.

-Debo decir que habéis agotado el tema, pero como di mi palabra, y habida cuenta que me tocó hablar el último, haré una jugada que espero permitáis, que es decir no lo que yo sé, sino lo que me fue revelado por una mujer, la más sabia en estas cosas del Amor.

-¿Y cuál es el nombre de la dama?

-Sí, por favor, cuál es el nombre de la dama, ya que nombre es destino y queremos representárnosla.

-Si hay algo que valoran las mujeres después del coraje, es la discreción, así que no podré revelar el nombre de la dama, pero la llamaremos “La Bruja”.

-¿En qué sentido de la palabra bruja?

-En todos los sentidos de la palabra bruja.

Una tarde en el Barrio Sur, en la cama, viéndose en mis ojos y viéndola yo en sus ojos divinos, me reveló el sentido de la palabra AMOR explicando el sentido de las letras de la palabra AMOR, ya que como sabéis y sabe todo padre que ha tenido un hijo y una hija, la mujer es la creadora de la lengua, y por eso la lengua tiene nombres femeninos y rara vez nombres masculinos.

AMOR empieza con una letra femenina pues el amor empieza con la mujer que da la vida. La A no es otra cosa que una V invertida, cuando la V es la letra femenina por excelencia, ya que es el vientre de la mujer y es las piernas abiertas de la mujer para recibir la vida y para dar la vida. Por eso las diosas Venus, Eva y Virgen contienen la V.

Así que lo primero que debemos decir sobre el amor, es que refiere a lo femenino, y así como la mujer pare a la especie, no cuesta mucho imaginar que una Diosa parió al Universo, aunque precisara del concurso de un Dios ¿Qué fue de esa Diosa y ese Dios antes del nacimiento del Universo? Ese tema será abordado cuando culmine la prehistoria del hombre y dé inicio la Historia Consciente del Hombre, y si conociera esa historia, nada ganaría en contarla, pues de ninguna manera sería entendida mientras vivamos en la prehistoria del hombre. Sólo diremos que esa historia refiere al misterio del Amor.

La segunda letra de la palabra AMOR es el Amor hecho carne, ya que el hombre viene de una Madre, a la que llama Mamá, y que tiene una Mama que lo alimenta. La M es letra labial, por ser labial el primer vínculo con la madre. Por los labios se succiona la vida, mientras que los labios de la madre nos dicen las primeras palabras cariñosas.

No hay, en este mundo, amor más grande que el que siente una madre por su criatura. Es carne de su carne. La palabra “madre” late junto a la palabra “madera”, ya que el hombre viene de los árboles. Fue una madre, al nombrar a su criatura, la primera que dio una palabra.

El espíritu femenino de la A hecho carne en la M lleva al Todo, que es circular, y por eso se ha elegido como símbolo del Todo a la serpiente que se muerde la cola. La O que cierra, no gusta de iniciar las palabras como en Ombligo, sino de venir luego, como en Universo, Sol y Soy. Es la O del Cosmos. La O que revela cómo el Amor es el Cosmos y que nada existe por fuera del Cosmos.

Con la A, la M y la O, ya tendríamos todo, pero nada de lo anterior tendría sentido si no se añadiera al AMOR la letra que determina su esencia.

Es la R la última letra que aprende el niño, pues la enseñanza de la R es la que define nuestra vida en la tierra. Ya lo ves, la R de Tigre, de Leopardo y de Jaguar, pues el hombre escucha en el Rugido, que la R es Poder. Es la R de Mar y de Guerrero, pues nada vale el Hombre vencido, el Hombre que no lucha por su Amor.

Así puedes ver, amado Jean Ñogor, que si lograste atraparme como el tigre a la gacela, fue por tu coraje, pues en el AMOR nada está asegurado, salvo la lucha por el deseo. Como decían los antiguos, que hablaban de la Verdad como una: “Hombre cobarde no consigue mujer bonita”

-Cuando las últimas palabras de Jean Ñogor se apagaron, por unos instantes hubo silencio, pero luego los contendientes y todos los demás prorrumpieron en aplausos.

-Creo, dijo Juan Camino, que ha sido tan hermoso, tan verdadero lo que habéis dicho, que renuncio a obtener el laurel de la victoria. Mas los otros contendientes protestaron de igual manera y de tal modo, que concluyeron que todos habían contribuido a vestir al Amor de belleza, si es que fuera necesario vestir al Amor de belleza.

-Pero he aquí que intervine para decirles que todo lo dicho era hermoso, pero que sólo quedaría entre ellos y entre los músicos, los arlequines y los cocineros, y que acaso fuera adecuado que Armolec Chesmare, poeta, lo consignara por escrito. Fue el propio Armolec Chesmare quien me contestó de la siguiente manera.

-Nunca una palabra que se dice en total soledad en el Universo, se pierde en la nada, desde el momento en que se ha pronunciado para darle vida. El hombre cree que aprende por lo que lee, pero el hombre aprende por lo que oye, y es preciso que te diga cómo nació la palabra escrita, la palabra que se lleva el viento.

En cierto momento, el Universo conspira y viene un hombre a revolucionar el mundo con palabras que mueven montañas. Las palabras de esos hombres encuentran eco en los hombres, que las aman de tal manera que deben repetirlas, y al expresarlas, les añaden algo y las perfeccionan. Esto explica la belleza de ese escritor de la literatura que tiene el nombre del misterio: Anónimo.

Como la vida es lucha y nada amado se obtiene sin lucha, la vida establece que tras el hombre que todo lo revoluciona, venga su enemigo a fundar una Iglesia y envenenar sus palabras. Toda Iglesia debe fijar la palabra pues debe fijar el pensamiento, mas las palabras del revolucionario son palabras que trae el viento, que no es otra cosa que la lengua del hombre.

Así que no os preocupéis, cocinero Juan Pablo, lo que hemos dicho, dicho está, y toda cosa una vez pensada, tiende a manifestarse. Nuestras palabras ya iniciaron su camino, y ningún poder en la tierra impedirá que cumplan su destino.

-Pero nada se pierde, dije yo, si transmito este diálogo a un escritor amigo, Marcelo Marchese… Fue decir esto y un silencio incómodo procedió a mis palabras. El primero en hablar fue Jean Ñogor.

-De ninguna manera acepto que ese hombre escriba nada. Me ha usado de mil maneras para encubrir sus propósitos. Le hizo creer a la gente que las cosas que él piensa y hace, las he pensado y hecho yo, que maldito si pensé o hice alguna cosa.

-A mí también me ha usado, dijo Armolec Chesmare, de forma tan deshonrosa que prefiero olvidar. Ese hombre está vetado.

-Cada vez que pretende relatar sus hazañas, empieza así: “En cierta ocasión, un amigo...”

-Descalificado, es un masón.

-Y un nazi.

-Y un comunista.

-Convengamos que si es nazi, no puede ser comunista.

-Una persona normal, no, pero este espécimen, es otra cosa.

-Pero estáis- intervine- yendo en contra de vuestro pensamiento.

-¿Y quién eres tú para enmendarnos la plana a Mark Planey, músico, a Jean Ñogor, pintor, a Armolec Chesmare, poeta y a mí, arquitecto?

-Soy un artista cocinero.

-¿Y de qué arte habláis?

-Es un arte que el hombre debe ejecutar cuatro veces al día; el arte de los cinco sentidos.

En primer lugar, nuestro arte afecta al gusto. Luego, afecta al tacto, pues el arte que ofrecemos madura una textura. Afecta al olfato, pues nada hay más triste que comer con una congestión en la nariz. En cuarto lugar, afecta a la vista, pues se come con los ojos, y una hermosa visión alimenta el deseo, ya que nadie come con los ojos cerrados. Por último, hiere al oído, pues el pan al crujir, el sonido de la tapa de la olla que boquea, la grasa que chisporrotea en la hoguera, y el brindis donde se promete el Amor, son pruebas de que nuestro arte, como la música, está destinado a los oídos. Gran tragedia es comer sólo, y no hay cena que no recordemos con cariño, en que no estuviéramos acompañados. El hombre se reúne para comer desde el fondo de los tiempos. Antes lo hacíamos en torno al fuego, hoy, como tributo a aquel pasado, en una cena crucial prendemos velas.

-Bien, dijo Juan Camino, te has ganado el derecho a argumentar. Habla pues.

-Armolec Chesmare dijo que la palabra hablada es invencible, pues quien la escuchara, la transmitiría. Argumentó que la palabra escrita nació para destruir a la palabra hablada, cosa que entendí y agradezco, pero si es fin de la palabra hablada transmitirse, con toda evidencia nadie puede prohibir que las transmita a Marcelo Marchese, y que haga él lo que quiera. No es cosa nuestra, pues no es cosa nuestra lo que hacen los demás con nuestras palabras. Uno es responsable de lo que dice, no de lo que se oye.

-Has hablado bien. Puedes contarle a quien quieras, incluso a ese infame, mas quiero que deje la siguiente constancia: “Lo escrito aquí no es testigo fiel de las palabras pronunciadas la noche de la cena en lo de Juan Camino”.

-Se lo diré- dije, y fue decir esto, y un gallo lanzó un canto de raros augurios.

-Asistimos al cambio de ciclo- dijo Jean Ñogor- en que los trasgos vuelven a sus moradas, y las hadas del día vuelan de aquí para allá dando a las cosas su color, pero amigo Juan Camino ¡Qué doloroso debe ser vivir junto a ese gallo!

-Cada día me despierta antes de tiempo.

-¿Pero qué hace un animal así en la Ciudad Vieja?

-Lo ganó mi vecino, Esculapio, en una rifa, pero apostaría que está tan rabioso como yo con ese gallo.

-Hagamos una cosa. Manda a tu cocinero a comprarle a Esculapio el gallo, que lo comeremos en caldo al mediodía y mataremos dos pájaros de un tiro.

-Cocinero José Pablo: ve y cómprale ese maldito gallo a Esculapio, pero cuida de pagarle al instante, que no es buena cosa llevarse un gallo dejando la deuda para las calendas griegas o para la muerte de un obispo, y antes que nada, cuida de preparar un desayuno para mis invitados. Queremos higos, nísperos y almendras. Queremos tortas y quesos y nueces. Queremos jugo de naranja y limón. Queremos del yogur espeso, queremos leche y miel, queremos del leve té, del profundo café, y del mate, que conjetura al día.

Ahora, amigos ¿de qué hablaremos que nos ocupe hasta el mediodía?

-Si os parece -dijo Armolec Chesmare- os revelaré el camino que lleva a hablar con los muertos.

-Nos parece fantástico. Ya mismo empieza, ahora, José Pablo ¿por qué no has acudido a preparar el desayuno?

-Maestro, escuché con suma atención vuestro diálogo sobre el amor, que con ser hermoso, no me ha sido de utilidad en absoluto, en cambio, esto de hablar con los muertos me podría servir en la vida.

-Ve a preparar con tu eximio arte nuestro placer de los cinco sentidos, y luego ve a por el gallo de Esculapio, que no faltará ocasión en que te diga al pie de la letra, lo que nos revelará Armolec Chesmare ahora, cuando el sol irrumpe en la tierra con su rugido.

-Muy bien -dijo Armolec Chesmare mientras me retiraba- les explicaré cómo es necesario hablarse a sí mismo para poder hablar con los muertos.

Marcelo Marchese
2023-02-15T11:50:00

Marcelo Marchese

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