Hamlet
Marcelo Marchese
24.05.2023
Con toda justicia esta obra ha sido más representada que todas las demás obras de la Historia de occidente.
El espectador siente que algo suyo está en juego, pues el autor desnuda el conflicto constitutivo del hombre, la lucha entre la culpa y el deseo con el telón de fondo de la lucha entre el padre y el hijo, un telón de fondo, que en pasado, estuvo hecho con sangre. Podemos afirmar que Freud es un discípulo de Shakespeare, Baudelaire, Dostoievski y otros genios dotados de una prodigiosa intuición psicológica.
El psicoanálisis, abrevó de los poetas.
El fantasma del padre se presenta a Hamlet para descubrirle que su hermano, tío de Hamlet, lo ha asesinado, que ese asesinato lo ha dejado en una especie de limbo, ya que no pudo arrepentirse de sus pecados devenidos de su ejercicio del poder. Hamlet le promete la venganza. Una intuición genial es que padre e hijo se llamen igual, práctica que constituye un problema inicial para todo hijo.
El tío envidiaba al hermano y deseaba a su cuñada, y Hamlet, difiere la venganza, pues eso allanaría el camino a la alcoba de su madre, y en el proceso de querer confirmar que su tío fuera un asesino, se hace el loco, con lo que pierde a su amada, Ofelia, que tiene, en su nombre, el nombre del deseo: falo. Los nombres que elige Shakespeare son otro rasgo de genialidad.
Esta genialidad nos asombra porque no entendemos la vitalidad de los tiempos de Shakespeare, que no era un escritor, sino un poeta oral, pues lo que escribía con suma facilidad se representaba en teatros abigarrados. Su musicalidad deviene de la musicalidad de las palabras en su tiempo, que era inferior a la musicalidad en los tiempos de Altamira (para el salvaje, la palabra es la esencia de la cosa) pero en cualquier caso, superior a la musicalidad de las palabras en nuestro tiempo. No es extraño, con esa musicalidad en el aire, que elija con tanta sabiduría los nombres.
Hamlet hace representar una obra de teatro que refiere a los hechos transcurridos, para de esa manera confirmar que el crimen incestuoso fuera cometido. Tenemos entonces que en la obra de teatro ocurre una obra de teatro, lo que nos lleva a imaginar que si Shakespeare escribe, alguien por encima de Shakespeare lo escribe y nos escribe. Así, Shakespeare confirma la profecía de Blake, cuando dice que "un día se abrirán las puertas de la percepción y se verán las cosas tal como son, infinitas".
No en vano los románticos lo idolatraban.
Como dice Goethe, todo poema es un poema de circunstancia, lo que quiere decir que si alguien escribe una obra, tiene un objetivo concreto, y uno de los objetivos de Shakespeare fue asestarle un latigazo a los académicos de su tiempo. Véase esta frase del funesto Polonio cuando presenta a los actores:
"Los mejores del mundo, tanto en lo trágico como en lo cómico, lo histórico, lo pastoril, lo cómico-pastoril, lo histórico-pastoril, lo trágico-histórico, lo trágico-cómico-histórico-pastoril".
En Uruguay suele representarse esta obra con excesiva gravedad, y me refiero a la castración de su humor, recurso maestro que pretende conducirte a emociones diversas para desarmar tu racionalidad, cosa sin la cual no explota el arte.
Hay dos momentos definitivos. Cuando va a cumplir la venganza del padre, Hamlet oye confesarse al tío, por lo que concluye que si lo matara ahí, iría al cielo. Es interesante escuchar este fragmento del monólogo del rey
"Fuertes son inclinación y voluntad,
pero más fuerte es la culpa y las derrota"
La contracara de este momento donde Hamlet evita la acción, es su famoso monólogo, que refiere a un problema que ha acosado a todo hombre
"Morir, dormir y nada más ¿Y si durmiendo terminaran las angustias y los mil ataques naturales herencia de la carne, sería una conclusión seriamente deseable. Morir, dormir, tal vez soñar"
Ya vemos que su enemigo habla de una culpa que derrota a la voluntad, y que Hamlet lamenta los ataques naturales herencia de la carne. Se encuentran enfrentados por la misma mujer, mujer que cuando Hamlet le revela el crimen del que ha sido cómplice, dice que le vuelve los ojos hacia el fondo de su alma y que sus manchas no podrán ser borradas.
Hamlet contesta
"No. Vivirán en la náusea y el sudor de una cama pringosa, cociéndose en el vicio y la inmundicia, entre arrullos y ternezas"
Los epítetos que lanza Hamlet contra su tío, de la categoría de bestia incestuosa, concupiscente y animal, reflejan con gran elocuencia su represión, o mejor dicho, la manifestación de sus deseos reprimidos, aunque la prueba definitiva es el abandono de Ofelia, a la que antes cortejara como un poseído.
Entre las curiosidades de esta obra se encuentran los consejos de Shakespeare a los actores, por lo que además de la matrioska del teatro en el teatro, filosofa sobre el teatro y dice que en ocasiones, los criminales, viendo una obra, confiesan su crimen.
El poder del teatro es crear un plano dentro de este plano para alterarlo.
Rara es la tragedia de Shakespeare sin un bufón. Hay dos bufones que son excepcionales. El de Rey Lear, sólo llamado "Bufón", que en ningún momento teme revelar al rey su locura y se presenta como el personaje más cuerdo a pesar de su aparente sinsentido; y Yoric, el bufón en Hamlet que aparece sin aparecer, pues Hamlet le habla a su calavera y adivina que su espíritu lo escucha
"Ve y dile a una de esas damas de la corte, que por más afeites que se ponga, no terminará siendo más que esto"
Hay algo en Hamlet, más allá de su inaudita inteligencia, que hace que nos pongamos de su lado, y aunque sabemos que morirá, deseamos que venza en el duelo, como de hecho, y contra los pronósticos, venía haciendo. Su enemigo, hermano de Ofelia, es su antítesis, pues no teme asesinar a quien asesinó a su padre. A la postre, todos mueren, el rey Hamlet, su hermano Claudio, la madre de Hamlet, que se suicida, Ofelia, suicidada, su hermano Laertes, el infame Polonio, padre de Ofelia (su amado mata a su padre) y el héroe de la obra, pues Shakespeare sabía que el héroe debe morir, así como Cervantes matara al Quijote y los evangelistas crucificaran a Jesucristo.
En la literatura no hay espacio para la misericordia si debe triunfar la verdad.
Queda por agregar dos cosas. Al leer Hamlet descubrí cuántas frases le debemos: "¡Palabras! ¡Palabras! ¡Palabras"; "Algo huele a podrido en Dinamarca"; o la definitiva "Hay más cosas entre el cielo y la tierra, Horacio, que las que concibe tu filosofía".
Espero el día en que un poeta escriba "La magia en Shakespeare", pues en parte, su grandeza deviene de asistir al gran cambio de época, como sucede justo ahora. En aquel tiempo y lugar, la Inquisición mandaba a la hoguera a las brujas de Macbeth, al fantasma de Hamlet y a los duendes y hadas de Sueño de una noche de verano.
Me pregunté por qué Shakespeare se había animado a escribir esta obra monumental, arriesgándose a que nadie la entendiera. Luego me di cuenta que mi pregunta no tenía sentido, pues un poeta escribe por amor a la humanidad. Luego pensé que sí tenía sentido, pues algo más había en juego, y resultó que descubrí el motivo último a partir de aquella frase de Goethe sobre la poesía como poesía de circunstancia
¿Cuesta mucho creer que Shakespeare estuviera enamorado de una dama casada, que amaba a Shakespeare pero que se encontraba atenazada por la culpa? Sospecho que eso inclinó al poeta a escribir su obra máxima. No era más que una estratagema del poeta enamorado.
Esto nos debe llevar a variadas conclusiones, pero la primera, la presento así ¿Debemos agradecer esta obra impar a su autor genial o a la belleza que la provocó? Mucho se ha elogiado a los poetas, pero rara vez se reconoce el poder de la Diosa que los inspira.
Llegó la hora de despedirnos.
No sabemos cómo era ella ni sabemos cuál fue su nombre. Sólo sabemos que tenía bajo su dominio al más grande ¿Necesitamos algo más para imaginarla?
Marcelo Marchese
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias