Diálogo entre Platón y Diógenes sobre la crisis del agua en Atenas

Marcelo Marchese

21.06.2023

El sol se eleva sobre la Acrópolis cuando Platón encuentra a Diógenes rascándose la cabeza a la vera de una fuente de agua seca.

-¡Oh, Diógenes! ¿Qué hacés con tu escudilla frente a una fuente de agua que no tiene agua?

-¡Oh, Platón, amigo de preguntas obvias! Me estoy preguntando cómo nos quedamos sin agua, pues eso de beber agua salada, como quiere el gobierno, no va conmigo.

-Es la sequía, el magno gobierno no tiene nada que ver.

-¡Pero si los canales que transportan el agua están todos rajados!

-No es culpa del magno gobierno, sino del anterior gobierno.

-Es culpa de todos los gobiernos, amén de que dejaron pudrir la fuente del agua.

-El magno gobierno heredó un problema que...

-El magno gobierno acaba de darle en secreto a los persas, nada menos, el derecho a abastecernos de agua.

-No podemos, Oh, Diógenes, oponernos a la inversión extranjera que nos traerá prosperidad.

-Desde que estas empresas extranjeras se han afincando, sólo veo más pobreza.

-El pobre Diógenes, enemigo del progreso y de la iniciativa privada.

-Más bien soy enemigo de darle a los espartanos toda esa agua para que hagan una nueva energía.

-Pero esa nueva energía es crucial para Atenas y toda Grecia, e incluso, para los bárbaros. Fíjate, cada vez que defeca un cabra o una oveja, contaminan el pasto y el cielo. Es el metano que sale con cada excremento ¡Basta de cabras y ovejas excrementicias!

-Y darle el agua a los macedonios para que hagan papiros para limpiarse el traste, tampoco me parece buen negocio.

-Pero la gente de Macedonia y toda la gente allende el Mediterráneo, precisan limpiarse el traste. No se puede ir por el mundo antiguo todo sucio ¿Qué diría la posteridad?

-La posteridad dirá que alguien usa a los persas, los espartanos y los macedonios, para dejarnos sin agua.

-¿Con qué propósito?

-Con el propósito de que acabemos con la democracia y aceptemos el gobierno de los tiranos.

-Siempre el mismo conspiranoico, Oh Diógenes.

-Siempre el mismo siervo del poder, Oh Platón.

-No me ofendas.

-¿No cobras unos buenos dracmas por tus diálogos, pagados por espartanos, persas y macedonios?

-Sí, pero eso no tiene nada que ver. Yo hablo en función de mi leal saber y entender.

-Y propusiste en tu República manejar a todo el pueblo bajo engaños, y prohibirle a los poetas revelar la verdad, y prohibiste la risa por subversiva, y que los músicos hagan toda música que no sea música marcial, y consideras a la mujer un ser inferior.

-No se puede dejar que gobierne la canalla. Debemos gobernar nosotros, los filósofos.

-Al parecer, esa idea le viene genial a los persas, los espartanos y los macedonios, y en especial, a quién los maneja.

-Mejor me voy. No se puede filosofar con un ser tan prosaico. Tenemos una junta del gobierno para resolver qué decirle la pueblo sobre el agua. El horno no está para bollos. La otra vez anunciamos que el monumento al Gallo de Esculapio sería fundido en una gallina asexuada, y en la conferencia de prensa nos acalambraron con el agua. Al parecer, las fuentes que se usan para bañarse están todas corroídas por el agua salada. No es momento, Diógenes, para que interfieras con tus discursos demagógicos.

-Precisamente bajaré a la plaza pública para decirle al pueblo de Atenas, que llegó la hora de tomar el destino en nuestras manos, sino, presumo, un imperio nos dominará, y luego otro que será aún peor, y nuestra agua, nuestra democracia, nuestro teatro y nuestra cultura, sólo serán un vago recuerdo entre los hombres.

Marcelo Marchese
2023-06-21T07:46:00

Marcelo Marchese

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