El león, la torre, la reina, el rey y el que mueve las fichas
Marcelo Marchese
23.10.2023
En un mundo infinito, cada acto tiene infinitas causas y consecuencias, por lo que no resulta sabio reducir el genocidio palestino a una sola causa.
Amparándose en la mitología, el sionismo argumenta que el Estado de Israel constituye un retorno a la patria ancestral. Si atendemos a la mitología, Dios, el primer día, creó la luz y la separó de las tinieblas, y llamó a la luz, día, y a las tinieblas, noche, pero fue recién al tercer día que creó el sol y las estrellas. Resulta dudoso, por no decir ridículo y de mal gusto, ampararse en mitologías a la hora de fundar anhelos terrenales.
Si vamos a la Historia, en los tiempos de Jesús había más judíos en Alejandría que en Palestina, y en Palestina, se hablaba fenicio como lengua comercial, latín como lengua administrativa y arameo como lengua del común.
Como puede verse, el mundo antiguo era cosmopolita y considerablemente nómade.
El historiador judío israelí Shlomo Sand demostró que los judíos que estaban en Palestina devinieron en los palestinos que hoy sufren la masacre, lo que equivale a decir que el sionismo hace una masacre sobre los descendientes de los judíos bíblicos, amén de que si uno atiende a la narrativa según la cual los judíos son un pueblo desvalido ante el Diablo que los somete en campos de exterminio, con toda evidencia, los judíos de ayer son los palestinos de hoy.
No la mitología, sino los hechos históricos, dicen que en 1917 el ministro de relaciones exteriores de Gran Bretaña, Arthur Balfour, informa a Lionel Rothschild que su País ve con buenos ojos el proyecto sionista de los Rothschild, quienes idearon el sionismo y fundaron, en 1882, la primera colonia sionista en Palestina, construyeron principales edificios públicos en Israel y dieron su aristocrático apellido a muchas de sus calles.
¿Pero al encajar un estado ahí qué lograba la familia que se encontraba y se encuentra en la cúspide de la oligarquía financiera global?
Estas gentes matan, con esa operación, varios pájaros de un tiro.
Por un lado, meten una cuña occidental en Medio Oriente y su petróleo, y por el otro, incrustan una cuña occidental en el exacto lugar que veneran tres religiones. Pero la cosa sigue, ya que al mismo tiempo, generan división social en Palestina y en todo el mundo, y generan una ruina en la moral de la humanidad, pues miles de artistas saben de qué va la matanza, pero prefieren cerrar la boca y lamer los barrotes de sus jaulas de oro, y lo mismo sucede con miles de académicos e intelectuales, por no mencionar a políticos, periodistas y otros peleles.
Es entendible que la ruina moral de la humanidad no permita advertir los daños que genera la ruina moral de la humanidad.
Uno ve que, sumados a todos los crímenes cometidos durante décadas, en los últimos días los sionistas han masacrado niños, mujeres, médicos y periodistas, al tiempo que han bombardeado escuelas, ambulancias y mezquitas, y como frutilla de la torta, lanzaron un misil sobre un hospital (entre otros) y se llevaron de un saque a quinientas almas, pero, para dar prueba perfecta de la moral de estos sádicos, escondieron la mano tras arrojar la piedra.
Es evidente que tamaña bestialidad no se lleva a cabo al garete.
El propósito de esta bestialidad no es el proposititito de que Netanyahu zafe de los problemas que enfrentaba, ni el propositito que le permita a Israel extenderse sobre Gaza, el resto de los ínfimos territorios palestinos, Siria y Líbano. Se está usando de la matanza indiscriminada de palestinos para llevar a los gobiernos árabes a la guerra.
En el mundo árabe hay variedad de dialectos del árabe, como serían nuestros romances castellano, gallego o portugués, pero se mantiene, para cuestiones religiosas y académicas, una lengua común: el árabe clásico. En estos momentos, todo ese mundo que habla una lengua común, le está pidiendo a sus gobiernos que hagan algo por los árabes palestinos que otra vez están siendo masacrados por los peores criminales imaginados. Con cada niño, niña, hermano, hermana, padre y madre asesinados, más personas piden a sus gobiernos que le declaren la guerra a los peores criminales imaginados. El problema es que esos gobiernos, sean Argelia, Irán o Siria, no pueden declararle la guerra a Israel sin labrarse su propia tumba.
La razón de esto es elemental: es el capital financiero quien gana las guerras y decide qué contendiente las gane. Las dos guerras mundiales las ganó el imperio que la oligarquía financiera global quiso que ganara, no en vano controla la pólvora, el cobre, el hierro, el petróleo y el crédito. Sin el crédito, no podés mover ejércitos. Si los países árabes entran en la provocación, serán destruidos, y con ellos, el Islam.
Esto es lo primero, pero hay algo más en juego, y es la disputa por la hegemonía entre Estados Unidos y China. En esta disputa donde los dados económicos están echados a favor de China, Estados Unidos pretende imponer su poderío militar. Haga lo que haga, está condenado a dejar la posta imperial a China, cosa que ya fue planificada desde hace décadas, pues en los años sesenta la oligarquía financiera global comenzó a poner los huevos en la canasta llamada China, un País que, mientras los demás sufrían en el 2020 un encierro global que los hundió de cabeza, logró, gracias a que siguió lo más campante con un encierro infinitesimal, un aumento del 8,5% de su PBI.
La oligarquía financiera global que antes usó como imperio a Gran Bretaña y luego a Estados Unidos, erige como imperio del futuro a China.
Todo aquel que vea este conflicto con la estéril lupa geopolítica, dirá: "¡Pero qué divague! China, ostensiblemente, se alineará con los árabes, y EEUU, con Israel". Nadie duda que esos sean los alineamientos de los diablos que se encuentran debajo de Satán, pero tampoco se puede dudar que, si todo sale como ha sido planeado, a la hora que emerja China, unos cuantos países y algunas religiones, habrán mordido el polvo de manera definitiva.
Israel amenaza con poner pie en tierra en Gaza, cosa que parece ineluctable. Desde el punto de vista militar, la operación no tiene sentido, pues significa pelear en el único terreno que le conviene a Hamás, ahora, desde el punto de vista político, sería redituable si lo que espera es tener un buen número de muertos en sus filas para victimizarse, y si espera provocar a Hizbulá para extender el conflicto al Líbano.
Mientras tanto, quedó congelada la vía de acuerdos con los gobiernos árabes. Si estalla una guerra en Medio Oriente, o mejor dicho, si se ampliara la guerra en Medio Oriente, entre sus infinitas consecuencias, veríamos un incremento de los precios del petróleo y de todo lo que transita por el Canal de Suez.
Mientras los acontecimientos se fraguan, palpitan, frustran o pergeñan, el Titiritero se frota las manos. Ha planificado las cosas por décadas, como corresponde a todo buen gobierno y como harías vos en su lugar. Para llevarnos a una nueva era de su dictadura, le es imperioso generar caos, lo que implica desatar a Los cuatro jinetes del Apocalipsis: conquistas, pestes, guerras, muerte y una hambruna que dejará como cosa pálida, las hambrunas que mentan las mitologías, ya que "gris es toda teoría y eternamente verde todo árbol de la vida".
El panorama, como se ve, oscila entre lo siniestro y lo ultra siniestro, pues esas son las cartas que hay en juego, al menos, mientra siga distribuyendo las cartas la banca. Con estas cartas y estas reglas, nada bueno puede acontecer. La esperanza de la humanidad radica en establecer otras cartas y otras reglas de juego.
A la postre, el real conflicto enfrenta a la cúspide de la oligarquía financiera global con todos nosotros.
Marcelo Marchese
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias