De cómo el Quijote viene del Oriente
Marcelo Marchese
14.02.2024
¿Alguna vez te dijeron que cuando el dominio árabe en la península ibérica, la ciudad de Córdoba fue la capital de Europa?
Era la ciudad más populosa y el sitio al que viajaban los sabios, sean musulmanes, judíos o cristianos. Había fuentes, bibliotecas, una de las cuales contenía 400.000 volúmenes, una escuela de medicina, una Universidad, una escuela de traductorado del griego y del hebreo, mercados, alumbrado público, alcantarillado y además, los baños públicos con sus hamán, sus saunas, cosa no muy usual en el resto de Europa.
No hubiera existido ningún Renacimiento si no fuera por el dominio árabe, ni hubiera existido ninguna Divina Comedia, cosa harto demostrada, y no hubiera existido ningún Quijote, algo sabido desde que el autor de la novela sería Cide Hamete Benengeli.
La razón por la cual no te hablan de Córdoba ni de que heredamos "cultura" gracias al Islam, tiene una razón muy sencilla: para masacrar a aquella gente y robarles todo lo que se pueda, es preciso mostrarlos como animales.
Cervantes, en plena persecución a los árabes, nos dice que compró en una feria un texto en árabe y que llevó a vivir con él a un árabe para que se lo tradujera, dándonos de esa manera El Quijote, palabra que nadie ha explicado, pero que debe provenir de la lengua árabe, amén de que "La Mancha" debe referir a una "mancha" en los orígenes de Cervantes, cuyo abuelo, al menos, era oriundo de Córdoba.
Existe una variación importante entre el primer y segundo tomo de la obra, pues Sancho pasa a ser un sabio, y más específicamente, un mago, y aquí es clave que el lector sepa que lo que perseguía la Inquisición no era la ciencia, sino la magia.
Nos han han hecho creer que la Iglesia persiguió a la ciencia y nos citan a Galileo, a Servet y a Giordano Bruno, pero lejos de perseguir a la ciencia, lo que hizo la Iglesia fue entronizarla pocos siglos después de haber creado a las Universidades, las parteras de los científicos.
Era aquella, en todo caso, una ciencia bastante diferente a la actual. Galileo, como Newton, estudiaba astrología, Servet, era un teólogo que argumentaba, con suma sabiduría, que el espíritu llega a todas partes del cuerpo a través de la sangre y en cuanto a Giordano Bruno, le clavaron una mordaza en la lengua antes de quemarlo vivo para que no maldijera a sus verdugos.
Véase el principio de su libro "De la magia".
"Antes de tratar de la Magia, como de cualquier tema, es necesario ver en qué sentido se subdivide la palabra: es que hay tantos sentidos de la palabra magia como tipos de magos. Mago ha significado en primer lugar sabio: lo eran los trimegistos en Egipto, los druidos en la Galia, los gimnosofistas en India, los cabalistas entre los hebreos, los magos en Persia (desde Zoroastro) los sofistas entre los griegos, los sabios entre los romanos".
Todo parece indicar que cada párrafo que escribo va en contra de algo que nos enseñaron, pero lo anterior no es cosa mía, sino de Giordano Bruno. Como ves, no sólo admiraba a los sofistas, sino que los consideraba como lo que eran: magos, motivo por el cual la Iglesia destruyó casi toda la obra de los sofistas y lo que no destruyó fue porque no pudo destruirlo.
Estos sofistas tienen mucho que ver con Cervantes, desde que Cervantes es un sofista. Los criminales de Platón y Aristóteles, o lo que la Iglesia nos ha hecho creer que decían Platón y Aristóteles, ya que no tenemos un sólo texto original de ellos, han difamado a los sofistas diciéndonos que enseñaban por dinero el arte de engañar con palabras, cuando lo que hacían los sofistas era desnudar el mundo de falacias en que vivimos, un mundo de falacias que se ha creado con palabras, con las palabras de Platón y Aristóteles, precisamente.
Los sofistas nos decían que todo lo que vemos es falso, que hay una realidad detrás de esta realidad aparente que vivimos, la realidad de los esclavos.
Sancho, cuando gobierna la ínsula de Barataria, actúa como un sofista, esto es, un sabio, es decir, un mago.
Le presentan varios casos que resuelve con maestría, y entre los cuáles, éste: un hombre manda construir un puente sobre un río y una horca al pie del puente. Podrá cruzar el río toda persona que diga la verdad del lugar a dónde va, pero resulta que llega un hombre que dice: "Vengo a morir en esa horca", lo que genera un problema, pues si lo matan, había dicho verdad, y si lo liberan, había mentido.
Sancho falla que hay que matar la parte de él que dijo mentira, y dejar vivir la parte de él que dijo verdad. Le contestan que eso no es posible, pues moriría. Responde que si están en el fiel de la balanza las razones para condenarlo o absolverlo, que se lo deje en libertad para que triunfe la misericordia.
Cervantes usa aquí de la paradoja del mentiroso cuya originalidad se atribuye al filósofo griego Eubulides de Mileto, cuando esa paradoja viene desde el fondo de los tiempos y fue utilizada por los magos para demostrar cómo al hombre se lo engaña, se lo domina, mediante palabras; cómo al hombre se lo esclaviza con palabras que crean su falsa realidad, cuando la verdadera realidad del hombre es ser infinito.
Entre los farsantes al servicio de los esclavistas, hay uno llamado Plutarco que escribió una cosa llamada "Vidas paralelas", donde se miente a destajo, cosa en la que se especializan los historiadores.
Cuenta Plutarco en su vida de Alejandro, que los gimnosofistas convencen al rey de Sabas para que se rebele, y luego de aplastada la rebelión, Alejandro se encara con los agitadores y les anuncia que le hará a cada uno una pregunta, y el que peor conteste, morirá el primero y luego ira matando a los otros. Designa al más viejo como juez.
Pregunta al primero quiénes creía que fueran más numerosos, los vivos o los muertos, a lo que responde que los vivos, pues los muertos ya no son.
Al segundo, si los animales más grandes se crían en la tierra o en el mar, a lo que contesta que en la tierra, ya que contiene al mar.
Al tercero, cuál es el animal más astuto, a lo que contesta que aquel que el hombre aún no ha descubierto.
Al cuarto, que con qué argumentos había incitado al rey a la rebelión, y contesta que le dijo que debía vivir noblemente o morir noblemente.
Al quinto, si había sido antes el día o la noche, y responde que el día, y por un día, a lo que Alejandro se maravilla, por lo que el mago agrega que ante peguntas insolubles, las respuestas deben ser por fuerza enigmáticas.
Al sexto, cuál es la mejor manera de hacerse querer, y responde que siendo el más fuerte, no inspirar terror.
Al séptimo, cómo haría un hombre para convertirse en Dios, y dijo que haciendo lo que un hombre no puede hacer.
Al octavo, que si era más fuerte la vida o la muerte, y dijo que la vida, ya que era capaz de sobrellevar tantas desgracias.
Al noveno, hasta qué momento le valía la pena al hombre vivir, y dijo que hasta el momento en que considere a la muerte preferible a la vida.
"Entonces Alejandro, volviéndose hacia el juez, le instó a que dictara su sentencia. Cuando éste proclamó que unos habían respondido peor que los otros, le dijo Alejandro: Pues bien, tú serás el primero en morir, en vista de tan buena sentencia». Y aquél: «No ha de ser así, señor, a menos que mintieras cuando dijiste que moriría el primero que diese la peor respuesta"
En vista de esto, Alejandro los deja ir y los llena de regalos, aunque los gimnosofistas, tal cual Diógenes, no eran afines a los lujos.
O Plutarco miente, o repite mentiras (en época romana los historiadores eran igualitos a los nuestros) pero alcanza para ver cómo las paradojas fueron usadas en todo tiempo por personas inteligentes, y perdonemos al mentiroso Plutarco, ya que inventó con arte.
Llegamos entonces al corolario de nuestro escrito. Cervantes, Plutarco, los griegos, los indios, y antes de ellos los hombres que nos regalaron Altamira, descubrieron que si uno dice "Esto que digo es falso", está destruyendo el mundo de palabras que nos esclaviza, algo que llevó a la perfección Ionesco.
Mientras se perseguía a sangre y fuego a las brujas, a los magos, y a los árabes, Cervantes, y otro genio, Shakespeare, los defendieron con palabras.
Aquí parece que nosotros mismos incurrimos en paradoja, pues dijimos que con palabras se esclaviza, y ahora decimos que con palabras se libera, como enseñó Jesucristo cuando dijo que "La verdad os hará libres", y como enseña en los hechos el psicoanálisis.
En momentos en que se está exterminando el pueblo palestino de manera inmisericorde ("que se lo deje en libertad para que triunfe la misericordia") la forma que tenemos para defendelo es con palabras.
Con palabras se construyen imperios y con palabras se derriban imperios. No es por acaso que se censuren las palabras, paso previo para encarcelar a los hombres.
Mientras Shakespeare escribía Sueño de una noche de verano, donde reivindica a la magia, y Cervantes nos regalaba a su héroe inspirado en Jesucristo, otro mago, la Iglesia sacrificaba a Giordano Bruno.
Tenemos entonces que Bruno, era mago, que Shakespeare, era mago y que Cervantes, que sabía apreciar el legado que nos viene del oriente, hacia magia.
No hay por qué asombrarse. Cuando los magos fueron perseguidos, legaron su sabiduría a los poetas.
Marcelo Marchese
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias