El origen de la palabra “trabajo”

Marcelo Marchese

03.05.2024

Las etimologías repiten alegremente que “trabajo” deviene del latín “tripaliare”, torturar, que deviene del instrumento de tortura llamado “tripalium” (a los romanos les gustaba sujetar gente a maderos).

En realidad, ni siquiera es seguro que el tripalium se usara para torturar gente.

Veamos cómo se dice "trabajar" en latín y en las lenguas que, se argumenta, devienen del latín.

 

Latín: opus

Italiano: lavoro

Rumano: munca

Francés: travailler

Catalán: treballar

Castellano: trabajar

Gallego: traballo

Portugués: trabalhar

 

La primera conclusión evidente es que entre el "opus" latino y las palabras adoptadas por cualquiera de sus supuestos hijos no hay vínculo ninguno

La segunda es que hay similitud de palabras en el suroeste europeo, por lo que, habida cuenta que el término latino nada tiene que ver con ninguna de las palabras de las lenguas pretendidamente hijas, y que, para colmo, hay una similitud evidente en una zona geográfica, ergo, la palabra "trabajo" deviene de una lengua que en algún momento fue común en esa área, una lengua que se hablaba antes de la incursión romana y que la incursión romana no alteró en absoluto.

Por otra parte ¿cómo se perdería esa "P" de tripaliare, sonido bien sencillo y el primero que aprende el hombre, para adoptar esa "B" de trabajo? ¿Es que las palabras nacen de la mente de un ratón de biblioteca que se afana en encontrar raíces latinas hasta en la sopa o las palabras nacen del pueblo?

Más instructivo que revisar esos cementerios de palabras escritos por ignaros que luego titulan a sus libros como "diccionarios", vayamos a ver qué nos dice la palabra y qué palabras se encuentran dentro de esa palabra.

Las dos primeras palabras que saltan a nuestra vista son "traba" y "abajo". No sabemos si traba viene antes o después de trabajo, pero al caso, no importa, ya que importa la semejanza. Trabar es unir dos cosas, atarlas, y también, frenar una energía. Creo que lo que se une aquí es el hombre y la materia. El trabajo es la obra del hombre sobre la materia para crear riquezas. En cuanto al "abajo", refiere, precisamente, a la materia, y a la posición del hombre en el trabajo, ya que en casi todos los trabajos el hombre debe inclinarse hacia la tierra, incluso, si trabaja sobre un yunque.

Ahora, trabar es unir, pero acaso luego devino en frenar, o como sea, también es frenar. Uno tiende a creer que el "trabar" de trabajar significa frenar la voluntad del hombre, sobre todo si pensamos en una masa de esclavos bajo el látigo del amo.

Bueno, no parece que hayan sido así las cosas y más bien, las cosas no tuvieron nada que ver con eso. Los pueblos llamados bárbaros eran pueblos con fuertes instituciones democráticas, ya que un pueblo armado y dueño de su tierra no es fácil de esclavizar.

Sin embargo, una energía se traba, o se une, y podemos pensar que el trabajo es una energía humana derivada a la unión con la materia para crear riquezas, una energía que en un tiempo no hubo de derivarse ya que al hombre le sobraban los alimentos con sólo estirar la mano, pero a partir de la crisis alimentaria de la prehistoria los alimentos comenzaron a escasear y no hubo otro camino que doblar la espalda ante la tierra o abocarse a criar ganado. Hubimos de destinar la energía a otra cosa: trabajar.

Hay tres principales razones por las cuáles los eruditos de la lengua, que no son poetas y que no sienten las palabras, derrapan acerca del origen de esta palabra.

La primera es que adoran la maldición bíblica según la cual "ganarás el pan con el sudor de tu frente", y en rigor desprecian el trabajo, cosa de "el pueblo bajo". Ellos son aristócratas de manos finas, sin callos. Viven "de las ideas".

La segunda deviene de ese engaño del "vivir de las ideas". Falso, viven de ser los perros guardianes del poder y fueron domesticados para esa vil función en las universidades creadas por La Santa Madre Iglesia. Allí les embutieron en la mente que el castellano deviene del latín, aunque el latín use los verbos al final y aunque sólo hubo unos pocos siglos de dominio romano comparados a los largos siglos de dominio árabe, una civilización más rica y compleja. Si los árabes en nueve siglos no modificaron la estructura del castellano y el portugués, poco podrían modificarlo unos soldados que no hablaban latín y que de hecho, no lo hablaba nadie salvo un minúsculo grupo en lo que luego sería Italia.

El latín era la lengua escrita del poder.

Cuesta creerlo, pero en algunas sociedades había una lengua escrita, no hablada, o en todo caso, no hablada por el pueblo y usada exclusivamente por el poder. El latín era la lengua que debía aprender la élite del poder, y si la debía aprender, es porque no se hablaba, ya que nosotros no aprendemos en la escuela el castellano, lo hablamos porque nos lo enseñan cuando nos dan la teta. Debemos aprender en instituciones las lenguas que no son las nuestras.

La tercera refiere a que es más cómodo vivir, y hacer como que se piensa, a la sombra del poder, pues todo resulta más aceitado, sobre todo, para los propios ingresos. Uno tiene, por ejemplo, las "pruebas", la literatura escrita, en latín, ya que los otros pueblos no tenían harta burocracia y la necesidad de dejar todo escrito. En realidad lo escrito deviene de lo oral y la literatura oral tiene millones de años en comparación con los pocos miles de años de la literatura escrita, la que, generalmente, como demuestra el latín, nace para dominar la literatura oral que sólo se norma por las necesidades humanas.

Uno piensa que, sin embargo, los eruditos no estaban del todo errados cuando unían la palabra "trabajo" a "tripaliare", pues en rigor, el trabajo intelectual de estos eruditos no es otra cosa que estar sólidamente amarrados al tripalium, si es que fue un instrumento de tortura, o en rigor, a la cruz, que estos dos maderos sí que están documentados, sea con Espartaco, sea con Jesucristo.

Las palabras nacen de las realidades. La palabra libertad no existía hasta que nació la esclavitud. De igual manera, la palabra trabajo tenderá a desaparecer a medida que desaparezca el trabajo, sea una maldición bíblica para algunos, sea una necesaria creación de riquezas para otros.

La inteligencia artificial desplazará al trabajo.

Resultará entonces que toda esa suma del trabajo material y espiritual humano, será apropiado en el mayor robo de la Historia humana.

La lucha del hombre en el futuro girará en torno a este eje: ¿quién se apodera de la tecnología? Si lo hace el capital financiero, viviremos todos los demás de las migajas de una renta básica universal.

Si lo hace la humanidad, no será necesario lavar retretes, ni apilar ladrillos, ni labrar la tierra. El hombre, resueltas las necesidades materiales por medio de la inteligencia artificial que no es otra cosa que una extensión de la inteligencia humana, podrá dedicarse al juego, a los deportes, al arte y al amor.

Si triunfa la primera opción, seguiremos bajo la tiranía de las etimologías. Si triunfa la segunda, no serán precisos los diccionarios pues el sentido de las palabras será tan natural como el agua y el aire.

 

Marcelo Marchese
2024-05-03T14:58:00

Marcelo Marchese

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