De cuando Gran Bretaña decidió que dejáramos de ser argentinos
Marcelo Marchese
17.07.2013
“Argentinos orientales: las provincias hermanas solo esperan vuestro pronunciamiento para proteger la heroica empresa de reconquistar vuestros derechos. La gran Nación Argentina de que sois parte tiene gran interés en que seais libres” (Juan Antonio Lavalleja, playa de la Agraciada, 1825)
Ante la proclama que acaba de leer, como al oír el testamento de Artigas, que comenzaría declarándose argentino oriental, es posible que el lector se eche para atrás en el asiento que se encuentra frente a su computadora. Si la reacción que imagino es real, antes de continuar la lectura debo recordarle la célebre máxima que Dante inscribiera a las puertas del infierno "Vosotros que entráis aquí, abandonad toda esperanza". Si el lector, valientemente, desestima la advertencia, no sé si felicitarlo o compadecerlo, pues transitará por el camino lleno de espinas de la Historia Prohibida.
El proceso que ha pasado a la historia bajo el generoso nombre de Revolución de Independencia comenzó en Buenos Aires, capital de un virreinato que incluía a una Banda Oriental que geográficamente, tanto por un difuso norte (supongamos, el río Ibicuí), como por el este (específicamente el río Paraná), era bastante más amplia que nuestro actual Uruguay (1). El acontecimiento que disparó el proceso de independencia, palabra que embellece el traspaso de Iberoamérica de la órbita española a la órbita inglesa, fue la invasión napoleónica a España y la consecuente prisión del rey. Aquella acefalía permitió que en la capital del virreinato, los criollos, mayoritariamente integrantes de la masonería, depusieran al virrey y establecieran una Junta de Gobierno cuyo propósito fue insurreccionar al resto del virreinato y gestar luego la organización que dirigiera la lucha y gobernara la región. Así como en el resto del Plata, ante el llamado de Buenos Aires, la Banda Oriental se levantó contra el poder virreinal. La historia que se nos contaba en los manuales decía que la primera acción revolucionaria fue La Conjura de Casablanca, pero recientemente, Javier Ricca en "Una Mentira Bicentenaria" (2) demostró que la tal Conjura, mencionada en casi todos los manuales, nunca había existido, o más bien, sólo había existido en la imaginación de los historiadores, y gracias a ellos, en la imaginación de todos nosotros. La primera manifestación revolucionaria importante fue El grito de Asencio. Entre los últimos orientales que se sumaron a la revolución debemos contar a un Capitán de Blandengues que, luego de perseguir a los revolucionarios, como era su función, se enemistó con su jefe, Muesas, y luego que el Virrey de Elío exigiera a los hacendados que presentaran sus títulos de tierras, cruzó el río para ponerse a las órdenes de la Junta de Buenos Aires, que lo envío de nuevo a esta Banda. Aquí disputó el liderazgo con otros jefes orientales hasta lograr situarse a la cabeza de todos ellos. No es para nada seguro que aquellos rebeldes, en un principio, ya estuvieran pensando en independizarse de España. A modo de ejemplo, en la Batalla de las Piedras, el ejército que respondía a la Junta de Buenos Aires, y el ejército español, portaban las misma bandera blanca con una cruz roja, la Cruz de Borgoña, que representaba a las Fuerzas Armadas españolas. Cuando se hace el censo de quienes integraron El éxodo del pueblo oriental se lo hace en un papel con este membrete real: Carolus IV Rex Hispanorium de Gratia, y no es válido el argumento de que no había otro papel, con tachar el membrete era suficiente. Sin embargo, hacia el año 13 ya está instalada en la cabeza de los dirigentes la idea de independizarse de España y hacer un país nuevo. Por ese motivo desde Buenos Aires se convoca a la Asamblea Nacional General Constituyente, que daría lugar, en la Banda Oriental, al Congreso de Abril. En la Oración Inaugural de dicho Congreso Artigas dice que "su reconocimiento (a la Asamblea Nacional) se nos ha ordenado", y luego dice a los delegados: "examinad si debéis reconocer la asamblea por obedecimiento o por pacto" lo cual significa establecer la modalidad en que debía procesarse la unión con las otras provincias constitutivas del nuevo país. Esta modalidad se inscribe en lo que se ha conocido como federalismo artiguista en oposición al unitarismo porteño. La modalidad elegida se expresa muy claramente en el artículo 2 de las Instrucciones: "No admitirá otro sistema que el de confederación para el pacto recíproco con las provincias que formen nuestro Estado", y en el artículo 19 establece "Que precisa e indispensable, sea fuera de Buenos Aires donde resida el sitio del gobernador de las Provincias Unidas" con lo que plantea una lucha directa con la capital por la dirección del proceso independentista. De ninguna manera Artigas plantea aquí una separación del país, de las Provincias Unidas del Río de la Plata, pues como dijera en la Oración Inaugural, la modalidad por él propuesta "ni por asomo se acerca a una separación nacional; garantir las consecuencias del reconocimiento no es negar el reconocimiento". En los años en que Artigas fue jefe de los orientales, e inclusive cuando fue proclamado como Protector de los Pueblos Libres, encabezando lo que conocemos como Liga Federal, una confederación de provincias aliadas dentro de las Provincias Unidas del Río de la Plata, jamás aceptó, las veces que se lo propusieron, la separación de la Provincia Oriental del resto del país. Cuando decimos que "jamás aceptó" significa que no existe un sólo documento que diga lo contrario. Precisamente, todos los documentos hablan de la vocación de Artigas de mantenerse dentro de las Provincias Unidas con independencia de la lucha por la hegemonía planteada con Buenos Aires. Las cartas enviadas a España, o a los portugueses en Brasil, cartas que no son de dominio público, como tantos otros documentos, en las que plantea su lucha con Buenos Aires, como forma de asegurarse provisión de armas de aquellos imperios, deben entenderse como estratagemas para lograr dichas armas, cosa que consigue, a partir de lo cual corta vínculos con aquellos a quienes engañó (3).
Aquella Liga Federal careció de instituciones centrales, no estaba cohesionada ideológicamente y no fue otra cosa que una unión de caudillos bajo la fugaz jefatura de Artigas. La dinámica del poder caudillesco era tal, que apenas un caudillo perdía prestigio, otro caudillo lo suplantaba. El triunfo sobre Buenos Aires de los aliados de Artigas, Estanislao López y Francisco Ramírez, marca el ascenso del caudillo entrerriano y el santafecino, en detrimento del caudillo oriental, contra el cual se unirán para vencerlo empujándolo al exilio en Paraguay. La unión entre Ramírez y López se mantuvo hasta que la cabeza de Ramírez fue puesta en una jaula, separada previamente del cuerpo, adornando el escritorio de su anterior aliado, fungiendo como pisapapeles.
Hacia el año 1825, dominado por los brasileños parte del territorio de la Provincias Unidas, dichas Provincias Unidas se plantean la reincorporación de la Banda Oriental, lo cual no puede hacerse por otro camino que el de una guerra con el Brasil (4). Por eso se organizó, y financió, una expedición que insurreccionara a la Banda Oriental, expedición que pasará a la historia como la Cruzada de los 33 Orientales, que no eran 33 personas, ni todos orientales, sino que el nombre tiene una clara referencia masónica, como eran masones los dirigentes de aquella cruzada. Apenas pisaron la playa de la Agraciada, o de la Graseada, como se la conocía, Lavalleja lanzó una proclama cuyo extracto sustancial utilizamos como acápite de este artículo. A poco andar declararon, el 25 de Agosto de 1825, como ley fundamental, "que su voto general, constante, solemne y decidido es, y debe ser, por la unidad con las demás Provincias Argentinas a que siempre perteneció por los vínculos mas sagrados que el mundo conoce. Por tanto, ha sancionado y decreta por ley fundamental la siguiente: Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida a las demás de este nombre en el territorio de Sud América, por ser la libre y espontánea voluntad de los Pueblos que la componen, manifestada con testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período de la regeneración política de dichas Provincias" (5). Para quedar legalmente reincorporados faltaba que Argentina aceptara, cosa que naturalmente sucede el 25 de Octubre por obra de la Asamblea Nacional Constituyente que residía en Buenos Aires: "El Congreso General Constituyente a nombre de los pueblos que representa, la reconoce (a la provincia oriental) de hecho reincorporada a la República de las Provincias Unidas del Río de la Plata a que por derecho ha pertenecido y quiere pertenecer. En consecuencia, el Gobierno encargado del Poder Ejecutivo Nacional proveerá a su defensa y seguridad" (6). Lavalleja entonces, alborozado, lanza un bando informando a los orientales que la reincorporación ya se ha consumado: "¡Pueblos! Ya están cumplidos vuestros más ardientes deseos; ya estamos incorporados a la nación Argentina por medio de nuestros representantes; ya estamos arreglados y armados. Ya tenemos en la mano la salvación de la patria. Pronto veremos en nuestra gloriosa lid las banderas de las provincias hermanas, unidas a la nuestra. Ya podemos decir que reina la dulce fraternidad, la sincera amistad, la misma confianza" (7). Naturalmente, a partir de ese momento la bandera de los 33 fue arriada y enarbolada en nuestro territorio, sea en los edificios públicos o sea en toda batalla, la bandera argentina, la misma que vemos ondear actualmente apenas cruzamos el charco. En el año 1826, la Asamblea Constituyente crea el cargo de Presidente de la República Argentina, el cual ocuparía Rivadavia, que contó con 12 votos, venciendo a Alvear, que tuvo 1 voto, y a Lavalleja, también con 1. Al año siguiente volvió a elegirse un presidente, y esta vez Lavalleja contó con 4 votos.
Los argentinos, sean argentinos orientales o argentinos porteños o argentinos entrerrianos, continuaron su lucha por expulsar a los brasileños de la Provincia Oriental, y en esa lucha, triunfaron. Llegado el momento de firmar la paz se da un proceso aún insuficientemente explicado por el cual Argentina acepta la amputación de su provincia, para beneficio de Brasil y de Gran Bretaña. Lo que no se explica es cómo ganando la guerra perdieron la negociación. Acaso ilustre al lector si informo que todos aquellos argentinos y brasileños que se encontraban en aquella mesa de negociación bajo la atenta mirada de Lord Ponsonby, eran masones, incluyendo al Lord. También le puede servir el dato que la guerra, y el bloqueo brasileño a Buenos Aires, arruinaban la economía porteña y que argentinos y brasileños se encontraban bajo dominio británico (británica era la deuda y británicos eran los barcos), el cual anunciaba una "mediación", que John Murray Forbes, encargado de negocios de Estados Unidos en Argentina, no dudaba en caracterizar, en junio de 1826, de la siguiente manera: "Se afirma que consistirá en lo que yo he predicho a menudo, nada menos que la creación de un Gobierno neutral e independiente en la Banda Oriental, bajo la garantía de Inglaterra. Este arreglo llevaría a hacer de Montevideo un puerto libre, y aun sin esta idea que es inadmisible, solo importaría una colonia disfrazada" (8) (las negritas no son de mi autoría). La ventaja para Brasil de la creación de esta colonia disfrazada era debilitar, por el amputamiento, al principal enemigo en la región, Argentina, quien perdía una provincia que le aseguraba el control del río de la Plata, y la ventaja de Gran Bretaña puede elucidarla claramente el lector al leer un extracto de una carta que Ponsonby enviara a Inglaterra: "Los intereses y la seguridad del comercio británico, serían grandemente aumentados en un Estado en que los gobernantes cultivaran una amistad por Inglaterra. La Banda Oriental contiene la llave del Plata y de Sud América, debemos perpetuar una división geográfica de Estados que beneficie a Inglaterra. Por largo tiempo los orientales no tendrán marina y no tendrán la posibilidad de impedir el comercio inglés" (9).
Resultado de este proceso se acuerda la Convención preliminar de Paz de 1828, cuyo primer artículo establece, y lo traducimos a nuestro idioma del portugués, que: "Su Majestad el Emperador del Brasil, declara la Provincia de Montevideo, llamada hoy Cisplatina, separada del Territorio del Imperio del Brasil, para que pueda constituirse en Estado libre e independiente de toda y cualquiera Nación". Es importante precisar la palabra "declara" pues si alguna vez, cuando era un párvulo, el amable lector se aproximó al documento, seguramente esa palabra "declara" se transformó misteriosamente en la palabra "reconoce". Mas lo absolutamente seguro es que nunca le mostraron este documento, que reside en Brasil, y posiblemente nunca vio una copia, pero si vio una copia, fue adulterada para la mayor gloria de la patria.
Toda mi argumentación pretenderá ser erosionada con la siguiente falacia: "Artigas no era uruguayo, pero tampoco era argentino, pues la Argentina no existía". Lo cual significa tirar la pelota al ovol cuando a uno lo están goleando. La palabra argentina ya fue usada por Martín del Barco Centenera en 1602 (La Argentina y conquista del Río de la Plata), y por Ruy Díaz de Guzmán (La Argentina manuscrita) en 1612. La palabra argentina es un sinónimo de la palabra plata y cuando uno se refiere a Las Provincias Unidas del Río de la Plata se está refiriendo a la Argentina, y cuando Lavalleja dice Argentinos lo hace porque es mucho más sencillo que decir provincianosunidosdelríodelaplata, una palabra mucho más incómoda y mucho menos linda que argentinos. Que aquella Argentina no es lo mismo que la actual, es natural, de igual forma que el lector no es el mismo que aquel párvulo que juró la bandera cuando no tenía, como quien escribe, la menor idea de que participaba de una ceremonia fascista (10). Que aquella Argentina nació a la vida luchando contra el imperio español, y luchando entre unitarios y federales, así como en el Uruguay fabricado en 1828 se luchó a posteriori sangrientamente entre blancos y colorados, nadie lo puede negar. Que Argentina perdió territorios a cargo de Chile, que perdió Las Malvinas a cargo de Gran Bretaña, y que perdió a la Provincia Oriental para beneficio de Brasil y Gran Bretaña, no obsta para que siga siendo la Argentina, aunque amputada y debilitada. Si el lector tiene la mala suerte de que un ladrón le ampute un brazo, saldrá perjudicado, pero seguirá siendo él mismo. De igual forma, cuando Colombia perdió Panamá, perdió un principalísimo canal, pero no dejó de ser Colombia. Los panameños no son dados a aceptar que son resultado de la amputación de Colombia, y no les gusta que le recuerden que Roosevelt se vanagloriara de que "A Panamá la hice yo". Al uruguayo le pasa lo mismo, y por eso se enfurece cuando Cristina Kirchner afirma que "Artigas quiso ser argentino y no lo dejamos". Cristina, sin embargo, se equivoca. Artigas fue argentino, nadie le impidió que lo fuera. No sabemos de dónde sacó la presidenta esa idea, y mucho menos sabemos qué tendrá que ver Sarratea en todo este lío. Seguramente, ante la pérdida de prestigio en su país, esté optando por presentarse como la defensora de las provincias ante Buenos Aires y por eso reivindica a Artigas y redobla la apuesta al recordarnos un testamento que comenzaría así: "Yo, José Artigas, argentino nacido en la Banda Oriental".
Uno se pregunta ¿Cómo es que nunca nos hablaran de este testamento? ¿De dónde lo sacó Cristina? ¿Por qué el gobierno uruguayo no le pide una copia? Aparentemente se encuentra extraviado. Si existió, se extravió misteriosamente. Nos dicen que algunas personalidades, algunos historiadores, lo vieron en Paraguay en casa de López. Si el testamento no existiera, sólo nos queda pensar que por algún motivo, un conjunto de historiadores de muy dudosa moral, se confabularon para mentir diciendo que existía dicho testamento. No sería imposible toparse con dicha moral, pero ¿para qué harían tamaña cosa? ¿Para demostrar que un caudillo argentino, que siempre se manifestó argentino, reconociera antes de morir que era argentino? Si pensamos que un conjunto de historiadores pudo inventar un documento, también podemos pensar que alguien pudo estar interesado en destruirlo o esconderlo. Lamentablemente, tenemos acerca de esto, no uno, sino innumerables antecedentes.
El lector, si llegó hasta aquí y quiere saber cómo continúa esta argumentación, este informe por la minoría, tendrá que esperar hasta el próximo miércoles. De momento lo dejaremos con una declaración en una comisión del Senado, que recibió, asombrosamente, el aplauso de los circunstantes, una declaración, o confesión, llevada a cargo hace muy poco por uno de nuestros principales historiadores, quien descarnadamente plantea el problema de la verdad en la disciplina histórica, una concepción ultra hegemónica de nuestra historiografía, puesta al servicio de un proyecto político harto concreto: "Yo no estoy dispuesto a dar elementos que socaven a los grandes héroes que han contribuido a crear la nacionalidad. Todos tuvieron sus momentos de flaqueza; todos pueden ser acusados, pero creo que lo que al país le interesa es rescatar lo que de noble y magnífico hay en los creadores de la nacionalidad y de los partidos, es decir, los que contribuyeron a hacer la patria. De esos elementos no doy datos aunque los conozca" (11)
Marcelo Marchese
1- Ricca, Javier. ¿Banda oriental del río Paraná? Caras y caretas. Mayo del 2013.
2- Ricca, Javier. Una Mentira Bicentenaria. Ediciones el mendrugo. 2011.
3- Archivo Artigas. Monteverde.
4- Carta del 30 de marzo de 1825: "Se dice que el Gobierno (argentino) ha exigido la devolución de la Banda Oriental, intimando alternativamente a don Pedro, que si este postrer esfuerzo pacífico es desoído, se empleará la fuerza para recuperar esa provincia". John Murray Forbes. Once años en Buenos Aires. 1820-1831. Emecé.
5- Guillermo Vázquez Franco. Adiós a la Patria. El libro saldrá en breve a cargo de Ediciones el mendrugo.
6- Ob. cit.
7- Ob. cit.
8- John Murray Forbes. Ob. cit.
9- Carlos Machado. Historia de los orientales. Ediciones de la Banda Oriental.
10- Marcelo Marchese. El abanderado. Pensamiento salvaje. Ediciones el mendrugo.
11- Aguarde el impaciente lector al próximo miércoles.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias