La cultura rural ante la globalización (1)
Marcelo Marchese
14.01.2019
El proceso llamado globalización es un proceso gradual que ha tenido momentos de aceleración, como el inicio de la conquista, el último cuarto del XIX y los inicios del XXI.
Amén de conocer diferentes ritmos, la globalización es un fenómeno complejo pues el idioma y las costumbres traídas de afuera, con el tiempo se afincan generando una mixtura con los idiomas y costumbres locales y ganándose el derecho a la existencia.
Los nietos de aquellos colonos y conquistadores que se mixturaron con los aborígenes, hoy son criollos, piensan en su particular castellano y portugués su propia realidad y enriquecen sus lenguas y su literatura de tal manera, que durante el siglo XX la América de habla castellana ha dado una producción superior a la española.
Aclarada esa cuestión que habla de una visión de la historia como un mandala en movimiento, que habla de las infinitas consecuencias de cada uno de los hechos históricos, podemos ahora definir a la globalización como un proceso por el cual los centros de poder caen como aves de presa sobre extensos territorios en busca de riquezas y, prueba de la perfección del Sistema, las arrebatan al tiempo que arrasan sus culturas.
Arrasar las culturas locales permite asegurar el robo de riquezas, algo que aprendieron los primeros imperios hace doce mil años, enseñanza que luego tomaron todos y cada uno de los imperios de la tierra.
¿Por qué es fundamental arrasar la cultura para asegurar el saqueo? Pues porque el ser humano es un ser bastante indefenso. Observe el lector cómo una jirafa o un caballo apenas nacen ya caminan y piense en la penosa dependencia de la criatura humana durante sus primeros meses. El hombre se ha situado en este lugar de privilegio por su cultura, por su capacidad de transmitir a las nuevas generaciones lo aprendido y lo aprendido es un sistema de ideas y técnicas en todos los terrenos de la creación humana. La cultura es nuestra herramienta, nuestra defensa, así como para el caballo es su velocidad y para el tigre sus garras y sus dientes.
Cuando se arrasa su cultura el hombre queda indefenso, pierde su velocidad, sus garras y sus dientes, pierde su capacidad de creación y resistencia.
Tenemos en nuestro país una cultura mixturada, como lo son todas las culturas en toda la tierra, que ahora enfrenta un nuevo embate globalizador, que ahora enfrenta otro vuelo rasante del ave de presa que al tiempo que se apodera de la tierra y los principales recursos económicos, busca arar nuestra cultura.
Nuestra cultura, como toda cultura mixturada, esta conformada por elementos autóctonos y elementos que vienen de afuera, pues cada conquista humana es una conquista de todos los humanos, cada cosa aprendida por uno es una cosa aprendida por todos. Nuestra cultura está conformada por la aplicación de todo lo aprendido a nuestra vida, de todo lo aprendido a nuestra tierra, por lo que nuestra cultura es resultado de un diálogo de los hombres que habitamos esta tierra con nuestra vida y con nuestra tierra.
El proceso de conquista, y luego, el proceso de robo de riquezas, exigió un centro neurálgico, una capital, un enclave desde el cual dominar la tierra y el trasiego de riquezas, y ese lugar fue llamado Montevideo. En Montevideo se ubicaría el puerto, por donde pasaría toda la riqueza del país y también se ubicaría, a la cola del puerto, el centro del poder con sus bancos y universidades.
Pero Montevideo, al pretender ser un enclave, al mismo tiempo es una bisagra, pues ya hablamos de ese mandala en movimiento y por lo tanto toda esa riqueza derramada en el puerto no deja insensible a la ciudad. Montevideo, la bisagra, el umbral (2) es el lugar donde amortigua la cultura europea, y amortigua pues Montevideo, como un embudo, también recibe toda la carga histórica que derrama lo que llamamos "el interior", que aunque no guste el término, algo de verdad lleva, pues el interior hace referencia a lo profundo, a lo autóctono.
Montevideo cobija a Varela, que viaja por Europa para traer su reforma y a Batlle, que viaja por Europa para traer sus nuevas ideas, pero también cobija a Quijano, que logra, desde su altura, lanzar una mirada a todo lo largo y a todo lo profundo del país.
Montevideo da origen al Partido Colorado y luego, a la izquierda y he aquí la dificultad que tiene el hombre de origen colorado para entender la cultura rural, una dificultad de la que, acaso en menor proporción, adolece el hombre de izquierda.
Así que tenemos un umbral, Montevideo, y tenemos un país profundo donde el impacto intelectual de la globalización llega atenuado, pero donde no llega atenuado el impacto económico y cultural de la globalización.
¿De qué manera se manifiesta este impacto? Se manifiesta como se manifiesta en un mandala en constante movimiento y reproducción, se manifiesta de una forma en que es imposible separar lo económico de lo cultural y en una primera fotografía aérea, se manifiesta por un abandono del territorio.
En el año 61 Quijano alertaba que sólo el 19% de nuestra población vivía en el campo. Para un hombre con su mirada, para un hombre con su conocimiento de la economía nacional, era preocupante ese 19% en comparación con el porcentaje que habitaba el campo en los albores del país, porcentaje que sextuplicaba al de la capital. Así que Quijano alertaba de un problema, pero el problema, en los últimos tiempos y en especial con el progresismo en el poder, se ha ido de madre: hoy sólo un 4% de nuestra población vive en el campo y el proceso avanza y en la próxima crisis, se agravará.
¿En qué nos perjudica que el campo sea un desierto con taperas habitadas por fantasmas? Sin taperas ni fantasmas que los preocuparan, el imperio español y Azara idearon una colonización de la frontera, pues en la lucha con los moros habían descubierto (no fue preciso ser un genio para descubrir algo tan evidente) que la mejor manera de asegurar un territorio era habitándolo, es decir, descubrieron que, al defender su tierra, los campesinos eran los mejores soldados.
Esta imagen militar debemos aplicarla con generosidad a todo. Gente poblando el campo significa productores rurales, gente que provee a la sociedad de alimentos, de bienes exportables y de materias primas para la industria y también significa consumidores, en primer lugar, de los bienes que produce la industria. Todo desarrollo capitalista sin excepción exigió una reforma agraria, una reforma agraria que democratizara ese bien social llamado tierra (3), que permitiera abaratar el costo de los alimentos, que brindara materias primas para la industria y que acrecentara el número de consumidores, consumidores vitales en una primera fase del desarrollo industrial, pues normalmente el primer mercado de una industria es el mercado interno.
Así que el hombre en el territorio nos da seguridad y nos da creadores de riquezas para la sociedad, todo lo cual nos da soberanía, incluyendo la soberanía alimentaria, algo que tiene particularmente preocupadas a las grandes potencias. Ahora bien, el hombre en su territorio nos garantiza continuidad, transmisión de cultura rural, cultura que refiere a la economía y que refiere a otras áreas de la producción humana.
Si hablamos de economía, cultura rural significa el conocimiento de la tierra, las plantas y los animales. Todos los animales domésticos y todas las plantas que devoramos y una inmensa cantidad (pues no me animo a decir "todas", que debe ser la verdad) de las plantas y árboles ornamentales que conocemos, son resultado de una lenta selección humana y a modo de ejemplo, pensemos en el lobo que hemos transformado en esta variedad de perros para una cantidad de usos y pensemos en el primitivo maíz, que sólo tenía cinco hileras de granos.
Esta selección lleva al perfeccionamiento del ganado y así tenemos las competencias anuales en la Rural del Prado, donde se premia a las cabañas que han creado las mejores razas, como resultado de un intenso trabajo de selección, mestizaje e inseminación.
Así que, como dice la Biblia, hay un tiempo para sembrar y hay un tiempo para cosechar, hay plantas a las que les hace bien el viento y hay plantas que no, unas que precisan mucha agua y otras que no, unas crecen mejor en ciertos suelos y otras no y en suma, hay una impresionante cantidad de conocimientos en este asunto de crear riquezas de la Naturaleza.
Pero también se producen conocimientos en otras áreas y en nuestro campo se aprendió a usar de lo que se tenía a mano, la paja brava, la piedra, el barro y la madera y como soluciones arquitectónicas resultaron ser bien eficientes, pues en un rancho de techo de paja y paredes de barro, se viven muy frescos veranos y muy cálidos inviernos y resulta que hay una escuela en Arquitectura que argumenta acerca de las virtudes de construir casas con los materiales que se encuentran en el espacio que rodea la casa, y esa escuela de Arquitectura tiene una muy linda y fundamentada filosofía que la respalda.
Pero amén del conocimiento de la tierra, las plantas y los animales que producimos, y del barro y la paja y la piedra y la madera y el alambre, el hombre de campo tiene otros conocimientos difíciles de apreciar para el hombre que vive en el cemento, conocimientos que devienen de vivir en contacto con la Naturaleza, conocimientos del sol, del viento, de las lluvias, en suma, de la Naturaleza, en un sentido que difícilmente pueda entender el hombre que vive rodeado de plástico y cemento, pues esas son cosas que se aprenden y entienden en contacto con la Naturaleza.
El amable lector permitirá que ilustre esta cuestión con un ejemplo personal. Un atardecer, cuando llevaba seis meses viviendo en una casa apartada en el campo, observé que cierto pájaro iniciaba un canto que era respondido por otro y luego por otro de tal manera, que describían una suerte de amplio círculo en la Naturaleza que volvió a repetirse cuando volvió a emitir el primer pájaro su canto. A la tarde siguiente tuve la suerte de volver a apreciar el mismo fenómeno, pensando que los seis meses anteriores había estado sordo a una cosa tan evidente ¿Cómo había estado seis meses sordo? ¿A cuántas otras cosas había permanecido sordo, ciego, y esto es clave, mudo? Dejo estas preguntas planteadas al amable lector para decirle que apenas viajemos por el país encontraremos un acento particular en el hombre de San José y otro en el de Colonia, y veremos que el acento del hombre de Bella Unión difiere del de Artigas y éste difiere del de Rivera, y así como una región construye un habla, una forma de vincularse con su medio, también construye una inmensa cantidad de cosas que luego imprimen un sello particular a su gastronomía, a su literatura y a su música, y así como sabemos más o menos bien cómo, en qué lugar y en qué condiciones ha nacido el tango, no podemos tener la menor duda de cómo, en qué lugar y en qué condiciones ha nacido su madre, la milonga, y nótese cómo estas dos palabras tienen un aire africano.
Atahualpa Yupanqui, parafraseando a Ricardo Rojas, decía que cada viejo de más de ochenta años que muere, es como si se quemara una biblioteca de sabiduría rural (4) Si uno de esos hombres que ha tenido un tiempo profundo y un profundo silencio para pensar cosas de su vida y de su tierra, muere sin dejar su legado, perdemos siglos de transmisión cultural, perdemos velocidad, perdemos uñas y perdemos dientes. Para nosotros es vital que esos hombres tengan a quién transmitir lo aprendido, es vital que sostengamos al hombre en su territorio, un hombre que lo abandona expulsado por las trasnacionales, trasnacionales que se han adueñado de la mitad de nuestra tierra y vienen por más.
Cuando una forestal se apodera de un campo, derruye las construcciones existentes. En Paysandú, una forestal derribó ochenta y cinco cascos de estancia. Piense lo que quiera nuestro amable lector acerca de la propiedad privada, pero sea como fuere que sea, esos ochenta y cinco cascos de estancia fueron creación social, donde intervinieron albañiles, carpinteros, electricistas, arquitectos, fueron creación cultural que ahora hemos perdido en un proceso tan eficiente, que al tiempo que se destruyen nuestras creaciones culturales, se eliminan las pruebas de la destrucción cultural, como si nosotros ahora decidiéramos quemar los papeles que explican y denuncian los orígenes de nuestro país.
¿Si los quemáramos, cómo construirían su historia las generaciones futuras?
(1) Hay cosas que no se aprenden en los libros y mucho de lo que se dirá en este artículo, que también pretende ser cultura rural, se lo debo a varios amigos, y como no puedo nombrar a todos, nombraré a uno: Federico Cantera Nebel.
(2) Marcelo Marchese. Sobre el origen del nombre Montevideo. Con el cariño que sienten algunos autores por ciertos textos suyos, recomiendo calurosamente la lectura de este artículo https://www.delicatessen.uy/single-post/2018/12/18/Sobre-el-origen-del-nombre-Montevideo
(3) Japón es una célebre excepción, pero igualmente transformó su agricultura.
(4) Muy parecida a "En África, cuando un anciano muere, una biblioteca arde"
Marcelo Marchese
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias