El clan, de Pablo Trapero
Mathías Dávalos
30.09.2015
Dirección y guion: Pablo Trapero. Fotografía: Julián Apezteguía. Música: Sebastián Escofet. Montaje: Pablo Trapero y Alejandro Carrillo Penovi. Elenco: Guillermo Francella, Peter Lanzani, Lili Popovich, Gastón Cocchiarale, Giselle Motta, Antonia Bengoechea. 108 minutos. 2015.
El mayor acierto de Pablo Trapero en El clan es su dedicación por lograr una minuciosa recreación de época, una de las causas fundamentales para explicar el caso real de cómo una familia católica como los Puccio, residente en el barrio bonaerense de clase media alta de San Isidro, se dedicó con éxito a secuestros, extorsiones y asesinatos.
Entre 1982 y 1985 fueron años de transición en Argentina: del final de la dictadura militar iniciada en 1976 al regreso de la democracia, en diciembre de 1983 con la presidencia del radical Raúl Alfonsín. Para definir este contexto histórico, Trapero recurre primero a un recurso cinematográfico clásico: imágenes del archivo documental que sirven de apoyo para el relato de ficción. Este recurso actúa como preludio de la película: el discurso de Alfonsín ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), que trabajó para el informe "Nunca más" y en el juicio a las Juntas Militares que entre 1976 y 1983 gobernaron operando con secuestros, torturas, extorsiones y otros actos criminales. Fruto de este terror 30.000 personas fueron asesinadas. Otra imagen de archivo a la que se acude es al discurso por cadena nacional del dictador Leopoldo Galtieri, en junio de 1982, comunicando la rendición de Argentina en la Guerra de Malvinas. Trapero también recurre a la radio como otro medio de comunicación del día a día, con noticias relacionadas a la situación política y económica del país.
Asimismo, Trapero expone, junto con este lento y turbulento momento de transición histórica, una recreación de época confiable en los trabajos de vestuario, maquillaje y peinado. La música también juega su parte: "Sunny Afternoon" (The Kinks), "Wadu Wadu" (Virus), "Tombstone Shadow" (Creedence), "Just a Gigolo" (David Lee Roth), "Encuentro con el Diablo" (Serú Girán). La fotografía de Julián Apezteguía, en tonos cercanos al sepia y con colores oscuros, es clave para profundizar en el aura de misterio que rodea al clan Puccio.
Arquímedes es el padre de familia, el patriarca de los Puccio. El autor intelectual de los actos criminales. Un hombre que supo ser diplomático del general Juan Domingo Perón y que luego se vinculó con los años oscuros de la dictadura, particularmente con miembros de los servicios de inteligencia y de la tristemente célebre Triple A. Arquímedes y estos personajes "residuales" del proceso represivo enfrentan una nueva realidad: con la llegada de la democracia, los tiempos han cambiado y se ha perdido laburo.
Guillermo Francella interpreta a Arquímedes. Una metódica actuación, entre el cinismo y la psicopatía, exteriorizada principalmente por una impávida mirada de unos ojos azules siempre en contraste con la lúgubre fotografía. En el film, su figura patriarcal encuentra un némesis definido: Alejandro, su hijo mayor, rugbier del CASI y de Los Pumas que se codea con jóvenes adinerados y que actúa como cómplice para elegir a los objetivos de las operaciones de secuestro y extorsión. Ante Arquímedes, la presencia de Alejandro representa un reto que se desarrolla in crescendo y que se sostiene a lo largo del film. Un lazo esencial en el conflicto familiar y en la trama. Alejandro es interpretado por Peter Lanzani, en una performance que encuentra su equilibrio de expresión entre implosión y explosión. Una actuación que llega tarde en el metraje —como también en los secuestros de los Puccio en la vida real—, pero que cuenta con brillo propio en el desarrollo de un personaje tosco y efusivo es la del hermano "Maguila", interpretado por Gastón Cocchiarale.
La totalidad de la familia Puccio estaba al tanto de los trabajos que lideraba Arquímedes, con las víctimas recluidas en el baño de la casa o en el cuchitril construido en el sótano. Este es un detalle que señala Trapero en las escenas que describen la vida familiar de entrecasa: los hijos discuten sobre los gritos en el sótano y la escena del plano secuencia en la que la madre Epifanía (interpretada por Lili Popovich) prepara un plato más para el "invitado". Los secuestrados: Ricardo Manoukian en 1982, Eduardo Aulet en 1983, y Nélida Bollini de Prado en 1985. Asimismo, el director destaca la falta de pertenencia de clase de los Puccio: resentimiento social y una mirada periférica a San Isidro desde el centro del barrio.
El elemento de perversidad en las operaciones de los Puccio comprende dos aristas principales que Trapero también desarrolla en su guion, más allá de tomar a esta familia como su principal objeto de estudio. Primero, quedan expuestos los prejuicios del pensamiento colectivo de la burguesía. Los vecinos jamás sospechan lo que realmente ocurre. Luego, la "fascinación" por los Puccio radica en el morbo derivado de la oferta y la demanda: la historia vende diarios, revistas y aumenta el rating en programas de televisión y radio. El porqué, el extrañamiento, lo que descoloca, lo increíble de las acciones de estos personajes. Cuando fueron detenidos los Puccio, los vecinos de San Isidro que se acercaban ante el lío de sirenas de los patrulleros en la puerta de la casa, primero pensaron que se trataba de un robo; luego demoraron su tiempo en dar cuenta a lo que había estado ocurriendo ante sus narices. Segundo: la protección con la que contó para sus trabajos Arquímedes en ciertas esferas de contactos, poder e influencia, y cómo estos determinaron el destino final.
El clan es una película que en su concepción artística recibe la influencia directa de realizadores estadounidenses que iniciaran una revolución en los años setenta del siglo XX: Steven Spielberg, quien en Munich (2005) basara su narración del hecho histórico (la masacre de los Juegos Olímpicos de 1972) entre la ficción y el soporte documental; y Martin Scorsese en una visión general del montaje, recurso del flashback, uso de cámara y planos para componer el clima de suspense, banda sonora con canciones pop para situar la historia. Desde su proximidad a la relación de violencia y de confrontación entre individuos o pares, en un balance narrativo entre drama y comedia, El clan se emparenta más a una película argentina reciente como Relatos salvajes (2014) que al Trapero que en 1999 sorprendiera con su ópera prima: Mundo grúa, historia mínima, en fotografía 16 mm y en blanco y negro, de un obrero de la construcción entre las changas y el desempleo. En El clan asimismo existen ciertos elementos del síntoma de corrupción de poder en el orbe policial mucho más elementales que los presentes en la segunda película del director, El bonaerense (2002). Desde 1999, Trapero es uno de los realizadores con mayor talento que ha dado Argentina; con sus primeras películas ha estado a la cabeza del denominado Nuevo Cine Argentino. En El clan, Trapero, sin haber perdido la base de sus inquietudes artísticas y su interpretación de los tiempos modernos en el estudio de la condición humana desde las vivencias de sus desdichados personajes —heredera del realismo social de Roberto Rossellini—, da un paso firme hacia un cine "industrial". Esto es evidente en la composición cinematográfica general, influenciada por el videoclip en el prioritario rol que ocupan las canciones, con énfasis en el golpe de efecto en Tribunales que sin música hubiese estremecido aún más tan solo por su admirable ejecución visual.
Fotos: 20th Century Fox
Mathías Dávalos
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias