La llegada, de Denis Villeneuve
Mathías Dávalos
02.12.2016
Título original: Arrival. Dirección: Denis Villeneuve. Guion: Eric Heisserer. Fotografía: Bradford Young. Música: Jóhann Jóhannsson. Elenco: Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker. 116 minutos. 2016.
De sorpresa y en silencio, doce naves extraterrestres han llegado a la Tierra. No hacen contacto con el suelo. No contaminan. Son grandiosos monolitos ovalados que en sus estructuras de construcción evocan la obra de H.R. Giger. Se reparten, entre otros países, en Venezuela, Pakistán, Rusia, China, Sudán y, por supuesto, en Estados Unidos.
La situación de temor y de curiosidad humana crece y en la localidad estadounidense de Montana no tardará en acercarse el Ejército local. Ante el posible encuentro, previo al uso de las armas se opta por el lenguaje. Comunicación. Interacción. Lógica.
La lingüista y traductora Louise Banks es la heroína de un film circular, de múltiples lecturas y de imágenes a contemplar. La actriz Amy Adams (The Master, Escándalo americano) le otorga al personaje un nivel de emoción y melancolía desde su gestualidad que genera empatía y dispara otras cualidades que posee la película. Su inicio, con una dura historia de pérdida familiar, fue filmado por el director canadiense Denis Villeneuve mediante el recurso de fluidez del movimiento de la steady-cam, influenciado por el director Terrence Malick (precisamente, El árbol de la vida). Esta vivencia personal de Louise es el eje cardinal de su misión, de su encuentro con los extraterrestres. Un leitmotiv como un déjà vu en el recurso narrativo. En el drama existencialista que rodea a La llegada todo se relaciona, todo vuelve, todo ilumina.
Villeneuve encara el género de ciencia ficción con oficio más allá de minucias secundarias como el tratamiento de la ética militar, que incluye la presencia de dos personajes diferenciales: el coronel prudente Weber (Forest Whitaker) y el científico bonachón Ian Donnelly (Jeremy Renner). Por un lado los buenos y por el otro los malos. Estados Unidos es tolerante ante los visitantes mientras potencias como Rusia y China son déspotas. Por supuesto, esto no es determinante y lleva décadas de desarrollo en Hollywood. A no alarmarse.
En el abordaje al imaginario de comunicación y contacto pro-pacifista entre humanos y extraterrestres, el film se emparenta con la narrativa clásica de Steven Spielberg en Encuentros cercanos del tercer tipo (1977) y en E.T., el extraterrestre (1982); en la tensión y misterio que se desprenden del contacto entre seres dentro de la nave, recuerda a Alien: el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979). En su búsqueda de una síntesis entre ciencia y humanismo, dando prioridad a las preguntas en lugar de a las respuestas, toma distancia del bodrio seudocientífico y autocontemplativo de Interestelar, de Christopher Nolan (2014), que corrió ante sus narices con la zanahoria del mensaje artístico de las obras del director Stanley Kubrick (2001: odisea del espacio) y del escritor Jorge Luis Borges ("La biblioteca de Babel", "Las ruinas circulares", "El sueño de Coleridge") por más de 160 minutos sin llegar a puerto alguno.
D. Villeneuve
Uno de los sellos de Villeneuve en La llegada, basada en el relato "La Historia de tu vida" de Ted Chiang (2002), es la construcción de climas y ambientes. Un enfoque sobrio de la exposición de la tensión audiovisual ante el espectador. Clave para esto es la música de Jóhann Jóhannsson, uno de los puntos más salientes de Sicario, film anterior del canadiense sobre la guerra del narcotráfico en México y en Estados Unidos. En La llegada la música hace énfasis en los silencios, en el eco, en largos respiros, en una inevitable melancolía general. Hace que el film proponga en varios momentos un viaje audiovisual maravilloso, acompañada por los travellings y planos nadir de Villeneuve en el interior de la nave y por la fotografía sombría de Bradford Young en el exterior. Asimismo, en las dos últimas películas de Villeneuve es evidente el rol de resistencia que asume la heroína ante el organigrama del poder policial y militar. Ambas mujeres recorren su martirio con temor pero siempre de pie.
Entre las múltiples lecturas de La llegada hay una esencial, más allá del tratamiento de comunicación condenado en su representación entre la proximidad y el fracaso, entre el ensayo y el error: un análisis del lenguaje que desde la lógica se alimenta de la emoción para existir y que cuestiona a los sistemas matemático y astronómico como universales y supuestamente infalibles. Imágenes, signos y símbolos lo ejemplifican: el mecanismo de escritura de los extraterrestres —que afortunadamente no tienen brazos, cabeza ni piernas como los humanos, sino más bien son heptápodos—; una hoja con un dibujo de una niña que mira al futuro enfrentando a la muerte; un pájaro que canta; el tiempo circular, las decisiones y acciones que volvemos a repetir y que nos definen como seres humanos.
Fotos: Paramount Pictures
Mathías Dávalos
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias