Hasta el último hombre, de Mel Gibson
Mathías Dávalos
09.01.2017
Título original: Hacksaw Ridge. Dirección: Mel Gibson. Guion: Robert Schenkkan y Andrew Knight. Fotografía: Simon Duggan. Elenco: Andrew Garfield, Hugo Weaving, Vince Vaughn, Sam Worthington, Rachel Griffiths, Teresa Palmer. 139 minutos. 2016.
Años atrás presencié una clase de Lenguaje Audiovisual en la que un asistente del profesor manifestó: "En Rescatando al soldado Ryan (1998), Spielberg se pasa de presumido en la filmación del ingreso de los soldados aliados a la playa de Normandía. Es imposible transmitir o aproximarse siquiera a tal sentimiento".
Aunque aquella sentencia siempre me pareció un dislate, ante los méritos del director cámara en mano, hoy le recomendaría a aquel asistente que vaya al cine a ver Hasta el último hombre, la última película de Mel Gibson, autor de las respetables Corazón valiente (1995), La pasión de Cristo (2004) y Apocalypto (2006). Me interesaría conocer su opinión.
Dentro de lo que permite la ficción y particularmente los recursos cinematográficos en la narración de un film bélico, el trabajo del director es, por lo menos, meritorio en la representación del atroz acontecimiento: Segunda Guerra Mundial, 1945, el enfrentamiento en Hacksaw Ridge, Okinawa, entre tropas estadounidenses y japonesas.
Hasta el último hombre se basa en una historia real, la del joven soldado Desmond Doss (Andrew Garfield), un adventista cristiano objetor de conciencia que se alistó para servir en la guerra pero con la particularidad de no disparar una sola bala y ni siquiera llevar rifle a cuestas. Un ángel imperfecto en el infierno tan temido.
Como en sus otras tres películas mencionadas, Gibson aborda, reconstruye y perfecciona su noción del héroe, entre su evolución y su tormento. El de este film tiene una diferencia evidente con el de La pasión de Cristo: aquí el suplicio implosiona desde el alma, y no desde la exteriorización del castigo físico —algo por lo que Gibson, sobre su visión de las últimas horas del mártir, fue catalogado como "sádico" por críticos, censores y opinólogos de turno—. El factor de la religión y su presencia en los hombres, bajo conceptos de ética, sacrificio y culpa, es una veta esencial que actúa como motor de esta historia. Como lo hiciera el Jesucristo de La pasión..., aquí Desmond llega a preguntarle a su Dios: "¿Qué es lo que quieres de mí?".
Un atributo de la película que sobresale es el tratamiento audiovisual de la guerra: mutilaciones, cuerpos destruidos que vuelan como naipes, ratas que se hacen un festín con los muertos, ruidos interminables de explosiones, balas y gritos. Proyección de un ambiente de caos mediante una coreografía trabajada en el set de filmación —que Gibson supo ejecutar con éxito años atrás en Corazón valiente—. Un horror del que el director no demuestra regodeo o supuesto "sadismo", sino que mediante su cámara, acompañado con mérito por la fotografía de Simon Duggan, apunta lo máximo posible a la transmisión realista de un sentimiento de derrota.
La película respeta una narración clásica y lineal: tres partes diferenciadas en el retrato del héroe que exponen tanto el contexto histórico de un conflicto internacional como el interno de un país. En la primera vemos la crianza de Desmond, en una familia rural estadounidense marcada por la Primera Guerra y sus consecuencias: muerte, alcoholismo, violencia familiar, búsqueda del sentido de pertenencia. En la segunda, Gibson se detiene en el sistema militar, en sus fallas, ironías y en su maquinaria de formación de reclutas. La tercera parte se basa en la misión de Desmond como médico en un escenario de barbarie.
En años de acumulación de películas de superhéroes de cómic y de degeneración del concepto clásico de cine de acción, cada vez más saturado de efectos digitales y de pobreza de ideas, Gibson apuesta a un relato vigorosamente paradójico: la formación de un superhéroe de carne y hueso que salvó vidas sin destruir, inmerso en un escenario de violencia extrema. Asimismo, a través del personaje de Desmond Doss, el director se despacha con una contundente declaración de principios contra el uso de armas en Estados Unidos, desgarrador en los últimos años. Los mayores aciertos de Gibson en su nueva película: otorgarle intemporalidad a un gran representante de la humanidad y mantenerse vigente como contador de historias.
Foto: Diamond Films
Mathías Dávalos
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