Migrar y construir. Federico Rodríguez Aguiar

15.08.2025

En la región, la movilidad humana ya no es un fenómeno aislado, sino un motor que transforma economías, mezcla tradiciones y genera cohesión social.

En América Latina y el Caribe, caminar y migrar forman parte de una historia que nunca se detuvo, pero que hoy se escribe con nuevas rutas, motivos y rostros. La movilidad humana ya no es un fenómeno marginal; es un tejido vivo que conecta ciudades, transforma economías y entrelaza culturas en un mismo espacio. Según el Instituto de Estudios Migratorios de América Latina, la movilidad creció de forma sostenida en la última década, y lo que antes se veía como un flujo disperso ahora es una red que dinamiza regiones enteras.

Quien migra no solo cambia de lugar: lleva consigo conocimientos, tradiciones y la capacidad de reinventar el lugar al que llega.

El caso venezolano es un claro ejemplo. Desde 2017, millones de personas han cruzado fronteras en busca de oportunidades. Su llegada no solo ha cubierto vacantes laborales en diversos sectores, sino que también ha impulsado emprendimientos, enriquecido la oferta gastronómica y sumado voces nuevas a la música, las artes visuales y la literatura local. Estas contribuciones, muchas veces invisibles en el debate público, han revitalizado barrios y generado intercambios culturales que fortalecen el tejido social de las comunidades receptoras.


Sin embargo, la movilidad no es un fenómeno lineal. La pandemia de COVID-19 dejó huellas profundas en los patrones de desplazamiento interno. Un estudio presentado por Francisco Rowe advierte que en las grandes ciudades de la región, la recuperación fue desigual: las zonas más densas tardaron más en volver a sus niveles de actividad previos, mientras que otras, con menor concentración poblacional, lo hicieron con mayor rapidez. Esta dinámica amplió brechas urbanas y planteó nuevos desafíos para la planificación territorial.


A ello se suma un factor cada vez más determinante: el cambio climático. Solo en 2021, más de 1,2 millones de personas en la región se vieron obligadas a dejar sus hogares debido a desastres naturales. La Organización Internacional para las Migraciones advierte que, si no se adoptan medidas de adaptación y mitigación, esta cifra podría alcanzar los 17 millones para 2050. La movilidad climática ya es una realidad y exige respuestas coordinadas.


Frente a este panorama, garantizar el acceso a salud, educación y vivienda digna para quienes llegan no es únicamente un reto logístico: es una oportunidad para construir sociedades más inclusivas, resilientes y creativas. Experiencias en diferentes países muestran que, cuando se implementan políticas ágiles, programas de integración temprana y espacios de participación comunitaria, la movilidad humana deja de percibirse como una carga y se convierte en un motor de innovación, cohesión social y desarrollo sostenible.


La movilidad, lejos de ser solo un traslado físico, es también un viaje de ideas, saberes y sueños que, al encontrarse, pueden abrir caminos hacia un futuro más justo y compartido.

 

Federico Rodríguez Aguiar. Analista en Marketing, egresado de la Universidad ORT-Uruguay, con sólida formación en estrategias comerciales y desarrollo económico. Su trayectoria académica está complementada por diversas certificaciones y cursos internacionales en áreas clave como la gestión pública, cooperación internacional, y liderazgo.

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2025-08-15T10:31:00

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