Nubarrones de guerra en el Caribe. Trump, Venezuela y América Latina. Jorge Jouroff

04.11.2025

Desde hace un par de meses la armada de Estados Unidos comenzó a desplegar fuerzas navales en el Caribe, amenazando directamente a Venezuela y colateralmente a Colombia, a quienes acusa, sin exhibir ningún tipo de pruebas, de ser responsables del narcotráfico. T

También comenzó las acciones bélicas hundiendo varias lanchas, algunas de ellas de pescadores y otras no sabemos. En este marco nos preguntamos cuál es la estrategia de Estados Unidos y si el gigante del norte no ha perdido el rumbo.

 

El despliegue de Estados Unidos 

Desde agosto pasado, con el pretexto de combate al narcotráfico,  el Gobierno del presidente estadounidense Donald Trump comenzó a desplegar unidades militares en el mar Caribe, frente a las costas de Venezuela. En un inicio, el despliegue incluía destructores de misiles guiados, cazas F-35B, drones MQ-9 Reaper, un grupo de asalto anfibio (con 4.500 efectivos, incluidos cerca de 2.220 infantes de Marina), un submarino de propulsión nuclear y un buque de apoyo de guerra especial, lo cual representaba el 8 por ciento de su flota global total de buques de guerra.

Sin embargo, en las últimas semanas, el ejército estadounidense también ha realizado demostraciones de fuerza aérea. El 160.º Regimiento de Aviación de Operaciones Especiales, que realiza misiones para los Navy SEALs, los Boinas Verdes y la Fuerza Delta, parece haber realizado vuelos con helicópteros frente a las costas de Venezuela. El Ejército  también ha desplegado tres bombarderos estratégicos B-52 en la región. Por si fuera poco, el USS Gerald R. Ford (CVN-78), el portaaviones más avanzado del mundo, navega hacía el Caribe sur escoltado por 4 destructores clase Arleigh Burke del Escuadrón de Destructores, el Ala Aérea Embarcada 8 (Carrier Air Wing 8/CVW-8) formada por aviones cazabombarderos Boeing F/A-18E/F Super Hornet, combate electrónico Boeing EA-18G  Growler, alerta temprana Grumman E-2D Hawkeye, apoyo logístico Grumman C-2A Greyhound  y helicópteros Sikorsky MH-60S/R Sea Hawk/Knighthawk, que unirán fuerzas con los cazas de combate Lockheed Martin F-35B Lightning II del VMFA-225 y McDonnell Douglas AV-8B Harrier II del VMA-223 del Cuerpo de Marines, aeronaves de patrulla Boeing P-8A Poseidón y drones armados MQ-9A Reaper, todos operando desde bases estratégicas en el Caribe, incluyendo Puerto Rico, Curazao y Trinidad y Tobago.

Semejante despliegue viene acompañado por  una serie de movimientos logísticos. En Puerto Rico, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos  y los Seabees de la Armada han intensificado los trabajos de remoción y reacondicionamiento en instalaciones militares clave, entre ellas, el Centro de Entrenamiento Militar de la Guardia Nacional de Puerto Rico y la antigua Estación Naval Roosevelt Roads, ahora  como punto estratégico y logístico. En el Aeropuerto José Aponte de la Torre, también en Puerto Rico, se ha comenzado a instalar un sistema de aterrizaje por instrumentos , lo que sugiere una preparación para operaciones aéreas más complejas y frecuentes.

En las Islas Vírgenes Estadounidenses, el Aeropuerto Internacional Henry E. Rohlsen en St. Croix ha sido equipado con un radar táctico de defensa aérea AN/TPS-75, y desde allí operan aviones cisterna KC-135 Stratotanker y KC-46A Pegasus y de carga C-130H/J Hercules y C-17A Globemaster III de la Fuerza Aérea de EE. UU. (USAF), esenciales para el reabastecimiento en vuelo de aeronaves de combate y de operaciones logísticas más complejas. Todas estas acciones apuntan a una consolidación de capacidades militares del Comando Sur en el Caribe, con un claro enfoque en la proyección de poder.

 

La legalidad de las acciones

Es un insulto a la inteligencia de las personas argumentar que semejante despliegue es para detener al narcotráfico, aún suponiendo que toda la droga ingresase por mar, por lanchas, y precisamente por el Caribe. Y por supuesto que menos convence a los bancos americanos de no continuar lavando el dinero. A esta altura se contabilizan alrededor de cuarenta muertos, algunos de los cuales comprobadamente eran pescadores y el resto no se sabe, pues fueron asesinados en el mar. Lo más preocupante es la actitud adoptada, una caricatura de sheriff del lejano oeste, con poder sobre la vida y la muerte solamente por su voluntad. Estados Unidos está actuando como el amo indiscutido de la región, reservándose el derecho de atacar naves por la mera enunciación de su sospecha y es muy peligroso aceptar la sustitución de la ley por la fuerza bruta. No sólo contra personas: este pretexto le ha servido para ordenar a la CIA el inicio de acciones encubiertas contra Venezuela. Seguidamente contra Colombia, contra un presidente (sin ningún lugar a dudas) constitucional al que responsabiliza del narcotráfico, también sin ningún tipo prueba. Colombia era el único país de América Latina que era socio extra-OTAN, es decir, aliado privilegiado de Estados Unidos, y en medio de la andanada de insultos y griteríos ordenó suspender toda la ayuda de inteligencia a ese país. Recordemos que, por disposición presidencial, Estados Unidos se abroga el derecho de eliminar físicamente a cualquier persona, en cualquier parte del mundo,  que consideren un peligro a la seguridad nacional.

En un hecho muy grave, hace un par de semanas, presentó renuncia el almirante Holsey, que había asumido ese cargo a principios de este año. El almirante no quiso hacer declaraciones, pero fuentes extraoficiales señalaron su rechazo a estas acciones, abiertamente ilegales, y faltas de toda ética por el triste ejemplo  que Estados Unidos está dando al mundo.

 

La doctrina del enfrentamiento

Desde hace mucho tiempo, al menos desde el fin de la segunda guerra mundial,  la doctrina de guerra de Estados Unidos consignaba tener capacidad para librar dos guerras el mismo tiempo, una de ellas contra contra una superpotencia. Aprendiendo de la historia, sobre todo de la derrota de la flota zarista en oriente, Estados Unidos siempre evitó, con  buen juicio, librar dos guerras a la vez. Siempre intentó tener fuerzas intactas para un enfrentamiento contra otra superpotencia y no distraer fuerzas, y esa es la razón de fondo para retirarse de Iraq y Afganistán y no quedar empantanados en un enfrentamiento, dado que esto supondría en el mejor de los casos inmovilizar fuerzas. Su posición ante Ucrania parece también motivada por esas razones, como en su momento expuso Kissinger. Por ello es altamente llamativo que, cuando desde hace ya tiempo definió como adversario estratégico a China, y en segundo orden a Rusia, ambas potencias con capacidad bélica capaz de enfrentarlo realmente, se embarque en una serie de provocaciones primero con Venezuela y ahora también involucrando a Colombia, países que a todas luces no van a definir el enfrentamiento estratégico por liderar un nuevo orden mundial. Sin embargo hay particularidades: en Venezuela están desplegados cinco mil misiles antiaéreos rusos Igla-S y también armamento chino, y se presume que también militares rusos. Con Rusia se firmó en mayo  un tratado de asociación estratégica que incluye la cooperación militar y se propone mejorar los vínculos en materia de defensa, en un claro respaldo a Venezuela. El arsenal venezolano se complementa con material procedente de China e Irán, y también con material europeo e incluso de Estados Unidos. Venezuela ya ha decretado la movilización general y el gobierno se prepara abiertamente para un posible enfrentamiento.

Cuando los acontecimientos parecen no tener lógica, no es que no la posean, sino que nosotros  no la hemos descubierto aún. Entonces, la pregunta es que tipo de acción va a tomar Estados Unidos contra Venezuela (veremos Colombia) y por qué. Básicamente se pueden prever tres tipos de escenarios:

I.         Intentar secuestrar y/o asesinar a Maduro, como hizo con Noriega en Panamá. Una acción de comandos que secuestra a un presidente. Esta acción parece muy difícil a esta altura de los acontecimientos.

II.      Efectuar un desembarco, conquistar territorio e imponer un gobierno títere, probablemente utilizando a Corina Machado, que para algo la promovieron al  Nóbel. Esto supondría una invasión en toda regla, y, aunque lograran hacerlo, inmobilizarían tropas en grandes cantidades pues sería imposible la gobernabilidad del país y se correría el riesgo de extender   la guerra a otros países. Aún suponiendo que lograran un éxito militar al comienzo, sería imposible conquistar y gobernar todo el territorio y se extendería la inestabilidad a toda la región dado que el problema es político, no sólo militar. La invasión de Iraq y Afganistán son  un buen ejemplo de como termina este tipo de acciones.

III.   Puede bombardear selectiva y masivamente ciertas regiones de Venezuela a fin de doblegar al gobierno. Causaría muchas bajas, pero no necesariamente quebraría al gobierno, al contrario, lo más probable es que unifique la población y la opinión mundial alrededor de Venezuela.

En cualquiera de las dos anteriores, existe el riesgo de un enfrentamiento con tropas de otros países, concretamente con militares rusos si los acontecimientos se van de cauce. En estos días, el gobierno ruso respaldó y ratifico la alianza estratégica que mantiene con Venezuela y en ese caso, Estados Unidos podría provocar el comienzo de una conflagración mucho mayor. El despliegue naval, con el mayor portaaviones que posee, crea condiciones para un bloqueo y por tanto el impedimento de ayuda por vía marítima. Provocaría además una gran inestabilidad en América Latina, en primer lugar en Colombia y posiblemente  en Brasil, que también tiene fronteras con Venezuela. Estados Unidos necesita el petróleo y otras riquezas, cierto, pero más necesita dirimir la contienda por la supremacía a nivel global, que, de nuevo, no se dirime solo a nivel militar. Si el futuro que ofrece es la ley del más fuerte, sin la institucionalidad que ellos mismos contribuyeron a crear, no pude haber triunfo duradero. Un orden más justo implica la gobernabilidad y por tanto ciertos consensos comunes.

La historia demuestra que las guerras suceden cuando comienzan a crearse las condiciones para ello. La forma, puede ser muy variada, una simple chispa. No hay motivos para pensar que los gobernantes de Estados Unidos no son conscientes de ello, pero en su desesperación por no perder la hegemonía a nivel global arriesgan la seguridad del planeta. Si procediese así, procedería como todas las clases dominantes que la historia condena a desaparecer. El mundo no puede regirse sólo por la fuerza, sea cual sea el sistema. Los propios norteamericanos, su sociedad, deberían ser los primeros en comprenderlo.

Jorge Jouroff
2025-11-04T11:41:00

Jorge Jouroff