Nuestros niños. Esteban Valenti
20.10.2025
Me disculpo por ocupar este espacio de Bitácora con un tema aparentemente personal, pero a veces las enseñanzas, las reflexiones provienen de este tipo de experiencias y su proyección hacia el mundo, este mundo.
Un niñito de mi familia, mi gran familia, el más pequeño, hace varios meses, muchos, está dando una batalla muy difícil, entre dos hospitales, varios médicos maravillosos y las enfermeras admirables y su familia directa, madre, padre, su abuela y sus otros abuelos. Son esas circunstancias que ponen a prueba todo, literalmente todo.
El protagonista principal es el niño, que supera cada una de las etapas con un coraje, un humor, una entereza admirable por todos los que lo conocemos y lo tratamos. El está siempre pronto. Y son intervenciones largas, dolorosas, incómodas y constantes. Nos tiene a todas las familias emocionadas. Y junto a él su hermanita mayor, con esa solidaridad permanente y emocionante.
Los tratamientos que le están aplicando aquí en Uruguay son de los más avanzados del mundo, los mismos que se practican en los hospitales de referencia de los EE.UU. de Argentina, Brasil y Europa. Me hice un especialista consultando a Inteligencia artificial, tres plataformas diferentes debatiendo entre ellas. Puedo parecer superficial, pero algunas me han dado respuestas con una gran sensibilidad y como siguen todo el proceso, ya conocen por su nombre al niño y lo referencian con todo el proceso de su largo tratamiento.
Está en la antepenúltima etapa y como dice su madre, vamos todos día a día. Seguimos todos pendientes de un wapp, de un mensaje, de una noticia. Y sobre todo de las imágenes conmovedores del niño reaccionado, sonriendo, hablando y luchando.
No puedo evitar comparar esta situación, de un solo niño aquí en Uruguay, del que conozco cada instante, cada nuevo día, con las imágenes, con la realidad de miles de niños en diversas partes del mundo, pero en especial en Gaza.
Me llegan muchas imágenes independientes, de diversos fotógrafos y de distintos medios de prensa, porque a pesar de que Israel asesinó a 240 periodistas, sus colegas siguen tratando de que el genocidio no sea secreto, cubierto por la red nacional e internacional de Israel y EE.UU.
Todos son niños, curados, atendidos, queridos o heridos o muertos de maneras muy crueles, que mirarlos hace llorar, toca las fibras de la mayoría de las personas, inclusive de la mayoría de los judíos en los Estados Unidos, según una encuesta del New York Times.
Miro esas imágenes imborrables y me abruma que gente de bien, que yo conocía y respetaba justifique y se haga cómplice que uno de los cinco ejércitos más modernos y potentes del mundo, hace dos años que asesina a miles y miles de personas, sobre todo niños y mujeres. Y cada uno de esos niños no es diferente a los nuestros ni a los de ellos.
Me conmoví cuando el atentado terrorista de Hamas el 7 de octubre del 2023, sobre todo por los niños que murieron y fueron heridos, son las heridas más profundas en la sensibilidad de todos, menos de los nazis y los genocidas.
Un pueblo que sufrió tanto, que tiene bien presentes las imágenes de sus millones de víctimas en los campos de exterminio, de los niños en los guetos, de un sufrimiento tan atroz de sus generaciones anteriores, puede justificar esta matanza.
Yo me conmuevo por los niños y las niñas de Sudán, de Nigeria, de los botes desbordantes de emigrantes clandestinos tratando de cruzar el Mediterráneo por un pedazo de pan y un rayito de sol en sus vidas distantes de sus orígenes y de la mayoría de sus afectos africanos.
Nunca me pude olvidar de la imagen de un niño ahogado en una playa cuando su embarcación clandestina se hundió. Es una derrota para toda nuestra civilización.
Esto además en un mundo donde según UNICEF, cada día mueren 13.800 niños menores de 5 años por causas prevenibles, y casi la mitad de estas muertes están relacionadas con la desnutrición.
El genocidio de Gaza de niños de todas las edades, los más fanáticos israelitas o judíos lo justifican afirmando que en Gaza no hay niños inocentes, son semillas del horror, del nazismo no como régimen político militar, sino como mentalidad, como ideología de la muerte y de la supremacía.
Nuestra batalla, la de todos los que se movilizan en el mundo, hasta de los carabineros y los policías antidisturbios italianos que se sumaron a las manifestaciones contra el genocidio en Palestina, los judíos que se manifiestan en diversas naciones por la misma causa, no son parte de una batalla por la dominación y el predominio, ni siquiera solo por la paz, son una sublevación contra la barbarie, contra la banalidad de mal que quiere transformar estos horrores en algo normal e integrarlo a nuestras vidas como parte de las relaciones internacionales.
Las hordas bárbaras que en diferentes épocas de la historia arrasaron pueblos y culturas diversas, llevaron además de la muerte, el tormento y la destrucción, transportaron el peor mensaje de la pérdida de todo humanismo.
Es cierto si vamos a fondo, no hay ningún texto sagrado que pueda justificar estas atrocidades y la codicia sin límites es su base fundamental, la conquista de territorios, de riquezas, de negocios y del gran negocio de la guerra, pero no todo puede referirse al análisis racional, hace falta mirar siempre que papel juega el respeto hacia los seres humanos, hacia sus niños.
La peor historia de la humanidad podrá escribirse con la suma de los diversos genocidios y en particular contra los niños, es el último y más perverso escalón de la degradación humana.
La inmensa mayoría de los animales no solo no ataca a sus crías, sino que las cuida y protege con su propia vida. En ese sentido estamos por debajo de la inmensa mayoría de los animales, utilizamos aviones, cañones, tanques, francotiradores, soldados protegidos y armados para asesinar niños conscientemente. Y Además el hambre y la falta de cuidados médicos.
Haber logrado que miles de jóvenes israelíes, pilotos, soldados, marinos sean ejecutores de estos ataques asesinos, es una horrible degradación moral de una parte de la población israelí. Seguramente ellos tienen hijos, hermanos, parientes que son obviamente niños.
El poder de Netanyahu ha logrado arrastrarlos a esos niveles de barbarie, de esta banalidad del mal, detrás de la cual se escudan
Todo este horror no podrá borrarse, ahora el mayor esfuerzo, del gobierno israelí y norteamericano, incluso de la insólita Premio Nobel de la Paz, María Corina Machado, que le ofrendó su premio nada menos que a Trump el socio y cómplice de Netanyahu, tratarán de borrar la memoria de este genocidio. Y además siguen matando civiles. Y no hay que olvidar a los cómplices que han tenido en Uruguay. No olvidemos a nadie., como no olvidamos a los nazis, son de la misma estirpe.
Hoy ante la tranquila salida de los alumnos de una escuela en Uruguay, mirando cruzar por delante nuestro a decenas de niños, solos o con sus madres y algunos con sus padres, ya no tiene el mismo impacto que antes, porque nos recuerda que en otro lado del mundo, no tienen escuela, ni hospitales, ni casas, no tienen padres y muchos de ellos no tienen ni siquiera una vida por delante.
Esteban Valenti.
Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.suplementobitacora.net) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias).