Otra oportunidad. Graciela Barrera

06.05.2025

"El hombre nuevo se libera a sí mismo y da por terminadas esas etapas para intentar ver a un hermano en un desconocido..."

Sin ánimo de pretender emular a Paulo Freire y su "Pedagogía del oprimido", quisiera resumirles una historia que da cuenta de todo lo que podemos hacer desde nuestro lugar y con tan solo un poco de interés por el prójimo. Una historia de superación personal en la que solo fui parte de un maravilloso círculo virtuoso que se prodigó para que la vida diera un giro sustancial en la vida de una persona.

Su nombre es ficticio por razones que todos comprenderán, hoy quiero contarles la historia de "Lorena", una joven que desde niña fue abusada por su progenitor llevándola -con tan solo 13 años- a someterse a un aborto. Con el tiempo los abusos continuaron y terminaron empujándola a la calle como única alternativa de liberación posible ante el sometimiento del que era objeto por su padre. Una madre ausente permitió todo tipo de abuso y la vida se encargó de ir cerrándole puertas.

Con el tiempo formó pareja y tuvo dos hijos, y con el tiempo -también- su pareja terminó en la cárcel y otra vez las puertas se le cerraron y la llevaron a vivir en la calle con sus hijos. En esa desesperante situación encontró auxilio en una mujer que le ofreció un techo, pero no sería gratuito. En ocasión de enfermarse uno de sus hijos -y ante la imposibilidad de adquirir los medicamentos- el ofrecimiento no tardó en llegarle: podría comprarlos si hacía algo a cambio, y ahí terminó como mula en las puertas de una cárcel.

En la cola de la revisoría los nervios la delataron y no hubo necesidad de ser revisada pues ella misma confesó que portaba sustancias y allí mismo su suerte cambió de forma abrupta. Con la dosimetría penal aumentada por efectos de la LUC, la condena  a varios años de penitenciaría le llegó de forma irremediable. En tanto, sus hijos terminarían bajo la custodia de su abusador que se hizo cargo de los mismos. En ese momento comenzó un tiempo de amenazas continuas para que accediera a nuevos abusos a riesgo de que a sus hijos (los nietos del involucrado) les pasara lo mismo que a ella. Es allí cuando llega a nuestro conocimiento la situación de esta persona que encontró la forma de contactarnos desde la Unidad Nº 5 Femenina, para que naciera esta otra historia que hoy les acerco.

Fue así como pudimos conocerla e interiorizarnos de las vicisitudes padecidas por quien pedía a gritos auxilio para impedir que sus hijos pasaran el tormento que ella pasó. Y así pudimos reconstruir su historia con la ayuda de la propia dirección de la unidad penitenciaria - Alejandro Chaves- quien tuvo la sensibilidad de escucharla y actuar a tiempo para impedir que se concretaran las amenazas que su progenitor había desplegado por intermedio de otras internas a las que había contactado para sus sórdidos fines.

"Lorena" pudo acceder a un traslado que la llevó hasta la cárcel de Campanero, en el departamento de Lavalleja y accedió -también- a una justicia que se le había negado al principio y que le devolvió la oportunidad de reinserción que todo privado de su libertad tiene. Tanto la defensora de oficio como la jueza actuante, permitieron transformar su situación accediendo a una libertad anticipada que empezó a cambiar su realidad.

Con tobillera electrónica pudo acceder al contacto con sus hijos para llevarlos a la escuela; al tiempo y ya cumplida su condena, empezó a trabajar en una panadería. Todo parecía encaminado... pero no.

Los patrones elogiaron su trabajo pero los cortes de sus brazos delataban su pasado carcelario y ese aspecto le cerró la puerta una vez más. Pero, así como la vida cierra unas puertas también nos abre otras y así "Lorena" pudo salir adelante con la ayuda de mucha gente que se interesó por su situación y le permitió acceder a un techo y a un trabajo con el que empezar de nuevo.

Hoy tiene un trabajo y cuida de sus hijos; hoy tiene un lugar donde reconstruir esos hábitos que perdió y la llevaron un día a perder la libertad alejándola de sus hijos. Hoy está cicatrizando sus heridas mientras asiste al crecimiento de sus hijos como una madre comprometida y agradecida que aprovechó la oportunidad que le dio gente que confió en ella.

Esta historia intenta despejar las dudas que puedan existir sobre la posibilidad de reinserción de las personas privadas de su libertad. A veces no se necesita de más recurso que la voluntad y decisión de quienes tienen la posibilidad de dar una mano o prestar una oreja para escuchar. Muchas veces no se necesitan más recursos, algunas veces alcanza con escuchar y disponerse a ayudar.

Es cierto que las cárceles uruguayas están peor que hace cinco años atrás; el hacinamiento conspira negativamente en un sistema que está colapsado y no permite el tratamiento que merece toda persona privada de su libertad. Es necesario pensar una alternativa a la prisión para mucha gente que termina allí de forma irremediable y que en realidad bien podría acceder a medidas alternativas a la privación de libertad pura y dura para situaciones de escasa peligrosidad, como la descrita en esta historia.

Hace un tiempo el Uruguay se escandalizaba por la historia de Dona Samer presa por ingresar unos gramos de marihuana en la Unidad Nº 4 de Santiago Vázquez (ex ComCar). Son muchas las mujeres que, en situación de dependencia o amenazadas, terminan como Dona o como Lorena, privadas de su libertad y lejos de sus hijos.

Es hora de explorar respuestas diferentes a la cárcel para situaciones como la descrita que involucra no solo a las directamente responsables sino -también, y muy especialmente- a quienes no tienen ninguna responsabilidad sobre los hechos pero sufren  las peores consecuencias: los niños.

Es tiempo de dar un giro sustantivo en la vida de esas mujeres -madres, muchas de ellas- que piden una oportunidad para encausar sus vidas y la de sus hijos.

De nosotros depende...

Graciela Barrera. DiputadaMPP - Espacio 609 - Frente Amplio

Columnistas
2025-05-06T13:19:00

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