Porque, mientras tanto, ¿qué hacemos? Carlos Pérez Pereira

24.09.2025

Hay que tomar medidas de emergencia en temas de pobreza infantil, violencia contra mujeres, niños y niñas y adolescentes y en personas en situación de calle y en prisión.

Y entre ellas están las de orden legislativo, especialmente en la instrumentación del Presupuesto Nacional que hoy está en la mesa de debate social y político. Es entendible que algunos grupos de presión, ataquen por el lado de buscar beneficios en el reparto. Obedece a las "leyes de juego", dirían los analistas y observadores. Pero un gobierno nacional no puede aceptar que se mire la realidad exclusivamente desde el punto de vista del ojo de la cerradura sectorial o parcializada. Debe gobernar de acuerdo a las emergencias planteadas en sus propuestas electorales, que fueron votadas por la población.  

La izquierda tradicional debe abandonar algunos clichés, si quiere prosperar en sus proyectos. Uno de ellos es el de contraponer el arreglo de los problemas de fondo a las cuestiones más urgentes. A partir de que asumimos la responsabilidad de gobernar, nos hemos dado cuenta que no es lo mismo viajar en el barco que tomar el timón. En 2002-2004 la miseria en el país llegó a guarismos de tragedia social y estuvimos muy cerca del punto de no retorno de la marginación de miles de compatriotas, expurgados de los circuitos económicos y culturales de la sociedad. Para evitarlo hubo que aplicar un Plan de Emergencia, que nada tiene que ver con aquellas soluciones radicales (de pan y rosas) que pregonamos con ahínco durante décadas. De nada hubiera servido esperar por la revolución cultural o por la revolución que fuere.

Aún con todo el gigantesco esfuerzo de los primeros gobiernos de la izquierda, las consecuencias inmediatas de esa crisis siguen explotando en nuestra cara, a 25 años de asumir el primer gobierno. Gente vulnerable por la miseria, perdidos sus hábitos de trabajo, rotos sus lazos familiares, absorbida por la infamia deshumanizante de la pasta base, fue arrojada a los abismos de la delincuencia, o impelida, sin contención y por decenas, a vivir, literalmente, en la calle. Sabemos, porque así lo han estudiado científicos sociales dedicados a estos asuntos, que ambas derivaciones de las crisis sociales, están en una interrelación muy estrecha.

Hoy tenemos un triste récord que, para algunos, es una enorme hazaña, pero que, sobre todo para la izquierda debería ser motivo de vergüenza y frustración: en Uruguay hay más personas privadas de libertad, cada 100 mil habitantes, que muchos países del mundo. Llegamos a la cifra de 17.000 presos, la mayoría de los cuales son compatriotas de entre 20 y 35 años. Que no por casualidad es la generación nacida y/o criada en los hogares de la crisis antes mencionada.

Para estas situaciones límite, pregunto a quienes postulan las soluciones de fondo si están o no de acuerdo con medidas de urgencia de más rápida ejecución que las ya tomadas (o a tomar), de orden cultural o económico social.

Sigo encontrando a la vuelta de mi casa, noche a noche, día tras día, desde hace más de 15 años con compatriotas en situación tristísima de vida en la calle, con hambre y frío. Y he tenido que abandonar momentáneamente mis ideales de panes y rosas, para llevarles un plato de comida caliente y una frazada para las noches de invierno. Todo mi compromiso con los objetivos de los grandes cambios sociales, no ha podido apagar mi sensibilidad ante estos desastres humanos cotidianos. Lo lamento, quisiera ser duro y muy científico, pero no puedo. En algunos espacios de opinión, me dijeron que. lamentablemente, no podían resolver el problema porque estos seres "ya no quieren saber nada con la vida y se van de los refugios".

Y día a día son más en la ciudad. ¿Qué hacemos? Emergencia, paliativo; veo el árbol ahí y no puedo, por más que trate, divisar el bosque, porque me nubló la vista la tragedia humana con nombre y apellido. Uno se llama Ricardo, el otro Pedro. Hoy creo que son otros, que se llaman Ernesto y Gustavo. Pero son los mismos rostros y aspectos de hambrientos y necesitados de contención, de ayuda, de comida, de abrigo.

Sucede que casi enfrente de mi casa la vida me da bofetadas y las "concepciones estratégicas" se me van al diablo.

Tengo otro tema: Un viejo marxista amigo me sostuvo, con hondas razones, que la liberación de la mujer solo ocurrirá definitivamente cuando socialicemos los medios de producción en beneficio de todos. Mi amigo, muy coherente, está en desacuerdo con el incremento de las penas para los machos matadores de mujeres, con los planes de emergencia social y con todo lo que sea paliativo de "pan para hoy y hambre para mañana" como ha definido. Porque mientras no hagamos la revolución, no pasaremos del reino de la necesidad al reino de la libertad. Hermosas palabras, teóricamente impecables.

El esquema puede ser válido, pero choca de frente contra el menoscabo de la vida con nombre y apellido que acontece todos los días, en esta sociedad, el cual, si no tomamos medidas, pueden llevarnos muy pronto a niveles de genocidio. Si ya no estamos en eso, con rupturas irreversibles.

En el "mientras tanto" hay que tomar medidas de emergencia para muchas otras cosas que se refieren a la vida de hoy. Y a las muertes de hoy. La ley que tipifica el femicidio como agravante fue buena, pero no ha resuelto el problema. Parece ser que los violentos asesinos de mujeres, no leen leyes. Y si no sirve, pues busquemos otra. Pero hoy la emergencia sigue. Y la violencia hasta asume mecanismos que deben definirse con eufemismos o neologismos: como éste de la "violencia vicaria". Las mujeres que padecen la violencia de género en manos de sus maridos, novios o ex, no podrán esperar a la revolución cultural, que hay que hacer pero que demorará un rato. No sé si es cierto o no que los asesinos ignoran el incremento de penas, pero de lo que si todos estamos seguros es que las mujeres que sufrirán violencia de género este año, con los nombres y apellidos que darán identidad humana a las estadísticas oficiales, no podrán agradecer o reprochar a quienes hoy se oponen a las medidas de emergencia para salvarlas y promueven otras. Ellas, quizás, ya estarán muertas. Y también habrá más gente en las calles, porque tampoco se solucionan estos problemas con parches de terciopelo en bolsas de arpillera.  

 

Carlos Pérez Pereira

 

 

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2025-09-24T20:05:00

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