Redistribuir: unos ganan y otros pierden. Esteban Valenti
22.09.2025
Si hay un concepto que define a las izquierdas en el mundo y obviamente en nuestro país, es la necesidad de redistribuir la riqueza. Es un concepto básico.
No se puede ni se debe simplemente radiografiar la sociedad con sus datos sociales, niveles de pobreza, niveles de indigencia y de pobreza infantil, desocupación, hay que agregarle el índice Gini, es decir la distribución de la renta, y en definitiva la distribución de toda la riqueza nacional.
El crecimiento del PBI, es decir del total de la producción nacional, es un elemento clave, nadie lo niega, pero no estoy de acuerdo en absoluto con interrogarse sobre ¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar de crecimiento del PBI por la redistribución de la riqueza?
Esa es una idea, base del pensamiento de derecha en el plano de la política económica. Se basa en el concepto que solo los ricos, los que disponen de capital pueden hacer crecer un país y por lo tanto además de incrementar su riqueza, debe asegurarse su tranquilidad y estabilidad.
Por otro lado, en lugar a posicionar a la izquierda con una visión amplia, progresista acorde con el bloque social y político de los cambios, de la acumulación de fuerzas, en el plano político y cultural, respalda y refuerza la idea de los que creen que hay que distribuir a costa de cualquier cosa y a cualquier costo. Idea que enmascara en cierta manera, que solo el Estado, creciendo en la propiedad de los medios de producción, cambio y finanzas, es la garantía de asegurar la continuidad infinita de ese proceso.
Eso sucedió por ejemplo en Cuba y distribuir se distribuyó, lo que había y había en cada momento y ahora el modelo fracasó estrepitosamente y lo que hay para distribuir es la miseria, la pobreza, el hambre, la falta de energía eléctrica, de recursos para la salud y la educación y un desplome de la calidad de vida de la inmensa mayoría de la población, lo que produce la emigración de cientos de miles de personas.
Cuba es la economía más estancada de todo el continente, solo superada por Haití en este triste registro. El que no quiere verlo, es ciego o antepone sus ideas a la más cruda realidad.
Los testimonios son incontenibles y aunque nos duela mucho, a una parte importante de nuestra generación, es la triste realidad. El embargo norteamericano es vergonzoso, pero ya no sirve para justificar el nivel del fracaso.
La redistribución de la riqueza se produce de múltiples maneras: por la calidad de los servicios para TODA la población, la salud, la educación pública, la universidad pública, el transporte, la energía eléctrica, el agua potable constante y de calidad, el saneamiento e incluso el acceso al entretenimiento a la información libre y la cultura, esto último no necesariamente de producción estatal, pero con ayuda del Estado. Y yo agregaría la capacidad de ahorro de las personas.
Pero allí no termina la redistribución, también debe incluirse la calidad de la infraestructura, el acceso a la vivienda y el nivel de los sueldos, su evolución en relación a los precios, lo mismo que jubilaciones y pensiones. Estos son elementos fundamentales, porque determinan la libertad de cada individuo, de cada familia a tener acceso a su alimentación, su vestimenta, su diversión y sus gustos. No se trata de educar a una parte de la sociedad, la más castigada y desprotegida a la austeridad. Esa es una opción de cada uno, por convicción y no por imposición de las políticas económicas.
La igualdad de ingresos, de salarios, jubilaciones y pensiones entre hombres y mujeres, es otro factor determinante de la justicia social y por lo tanto de la redistribución. Es inexorable.
Para que haya redistribución, siempre debe haber sectores de la sociedad que avanzan, que ganan más que antes y otros que ceden una parte de sus recursos, de sus rentas y de su patrimonio. Nadie inventó algo que supere esta realidad.
Los impuestos, toda la larga lista de impuestos a todos los niveles son el instrumento de cualquier nación en todas las latitudes para definir la distribución o la redistribución de la riqueza. A lo que se agrega la relación entre los salarios, jubilaciones y pensiones y las ganancias y las rentas del capital, por la producción o la especulación.
Por ello el concepto de que nunca se afectarán los impuestos, en el sentido más amplio, es para la izquierda, totalmente equivocado. Puede dar rédito electoral, puede mantener tranquilos a los ricos y poderosos, pero es una renuncia impracticable, con el déficit fiscal récord que dejó el del gobierno anterior o no. Esto último agrava la situación, pero no puede ser la determinante de la estrategia económica de la izquierda.
El Estado del Bienestar, que vivió el Uruguay a principios del siglo XX, no solo fue de prosperidad y crecimiento nacional, visible en decenas de obras en todo el país, sino estuvo caracterizado por la redistribución de la riqueza, por las conquistas sociales, por el nivel de los ingresos de trabajadores.
La dictadura fascista que gobernó el Uruguay, entre los años 1973 y 1985, tuvo una consecuencia muy clara, redistribuyó la riqueza favoreciendo los sectores más ricos y poderosos, el gasto militar y por lo tanto los sueldos de los militares y el empobrecimiento del país y de los sectores más pobres. La violación de los derechos humanos, de forma feroz y masiva, muchas veces oculta la obra profundamente reaccionaria de la economía política de la dictadura cívico-militar.
La presencia cívica en los gobiernos dictatoriales de la época, era una garantía fundamental de este objetivo CENTRAL, que se aplicó intentando destruir a la izquierda, a los sindicatos, a organizaciones de la sociedad civil y aplicando a rajatablas una política económica y social extremadamente reaccionaria. También por eso cayeron.
Otro elemento de referencia es cuanto cobran de impuesto sobre el PBI de cada país. En Finlandia, que es sin duda una sociedad del bienestar, independiente del gobierno que tengan, pagan de impuestos totales el 42.4 % del PBI. En Uruguay pagamos el 32 % de impuestos sobre el PBI. Para que no nos corran con el poncho, raído de la derecha.
El resumen más categórico del gobierno blanco-multicolor del presidente Luis Lacalle Pou 2020-2025, que tenía un rumbo muy claro fue sin duda la redistribución de la riqueza entre los sectores más ricos, la clase media alta e incluso sectores de la clase media (muy reducidamente en este último caso), contra la mayoría de la sociedad uruguaya: sus niños, sus adolescentes, sus trabajadores y jubilados e incluso una parte importante de la clase media baja. Vaya si tuvo rumbo.
La diferencia fundamental entre la izquierda y la derecha, o con la extrema derecha, es precisamente esta, la distribución. La Argentina e incluso los EE.UU. y sus actuales gobiernos son el ejemplo más claro en este sentido. En el caso de Argentina, Javier Milei lo proclama claramente.
No se trata de un juego de palabras, es una diferencia clave.
También es equivocado hablar de "derrame", esta también es una definición reaccionaria y que encadena la redistribución, exclusivamente al crecimiento.
Los esquemas y los modelos rígidos, privos de toda imaginación, en definitiva no son de izquierda, un buen ejemplo es China y Viet Nam, para redistribuir la riqueza crecieron en forma exponencial, pero el objetivo central fue lograr que cientos de millones de personas salieran de la pobreza material, cultural, del acceso a s los servicios, de su educación y salud, para acceder a niveles de vida y de recursos en constante crecimiento.
En algún momento, inexorablemente, redistribuir implica utilizar todas las herramientas disponibles, de manera adecuada, sin producir derrumbes en los datos macroeconómicos, con inteligencia y creatividad, para que los de abajo estén mejor y en forma constante y sostenible y los recursos surjan del crecimiento del país y sus riquezas y de la riqueza de los más ricos.
Se puede hacer a lo bestia, a pura literatura, o se puede hacer con inteligencia, equilibradamente con el crecimiento del país, sabiendo que darle a los de abajo más recursos es asegurarse, más consumo, más acceso a bienes y servicios, recaudación de impuestos por ese crecimiento y cerrar un círculo virtuoso. Y construir un país más justo, que es básico para la izquierda.
Todo esto sin desconocer, al contrario, la importancia fundamental de las inversiones, públicas y privadas, nacionales y extranjeras y de que competimos en el mundo global por esas inversiones.
Ser de izquierda, no quiere decir ser troncos, no aprender de los fracasos y de los éxitos y creer que la economía la puede manejar una ama de casa. Es utilizar el profesionalismo de los cuadros a todos los niveles, en todas las instancias estatales, pero también sindicales, sociales, educativas, de la salud, de la innovación, de la inteligencia para crear las mejores condiciones para redistribución de la riqueza, es decir mejorar la justicia social.
Algunos le temen como al diablo que hablemos de eso claramente. Es claro, son de derecha o a lo sumo de centro.
Esteban Valenti.
Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.suplementobitacora.net) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es) y de Other News (www.other-news.info/noticias).