Responsabilidad, poder y “desmemoria”: quién paga por el cierre de M24. José W. Legaspi
26.11.2025
La venta de la radio M24 y el despido masivo de su plantilla marcan uno de los episodios más brutales y simbólicos del panorama mediático uruguayo reciente. Lo que debería leerse como una tragedia laboral es también, y sobre todo, un acto político —y los responsables no pueden quedar impunes ni invisibilizados.
Poco antes de ser despedidos, los trabajadores de M24 celebraban un logro importante: según un informe difundido por la emisora, la radio había tenido un crecimiento de audiencia de 40% en 2025. Este dato no es menor: demuestra que no se trató de una señal moribunda ni irrelevante para el público, sino de un medio con resonancia real.
Y sin embargo, la dirección decidió liquidar todo. Decir que "no se puede sostener" se convierte entonces en una excusa débil cuando el crecimiento estaba ahí. Más aún: despedir a 40 trabajadores justo cuando la radio crecía no tiene solo explicación técnica: parece indicar una decisión planificada, posiblemente motivada por intereses económicos o de concentración mediática.
El trato a los trabajadores: frialdad, opacidad, deshumanización
Los comunicadores despedidos han dejado testimonio de cómo se vivió el proceso:
- Gonzalo Cammarota expresó en su despedida que "te sentís un pelotudo" al ver cómo se planeaba la venta mientras dentro de la radio había ambientes optimistas, con mediciones favorables.
- Fernando Tetes, por su parte, habló de lo "doloroso y cruel" que es perder el trabajo de esa forma.
- En el comunicado conjunto de los programas (Justicia Infinita, La Cuchara, entre otros), los trabajadores denunciaron que no se les informó quién compraba la emisora, cuándo se había iniciado el proceso, ni las verdaderas razones detrás del despido.
Este nivel de opacidad no puede justificarse simplemente bajo el argumento de "razones económicas" si no se proveen explicaciones mínimamente serias. No es solo una venta: es una decisión que destruye proyectos, relaciones laborales, historias profesionales.
Concentración mediática, extranjerización y responsabilidad política
Para muchos trabajadores, no es un tema menor quién está detrás de la radio. Según varios comunicadores de M24, la emisora estaba vinculada al Movimiento de Participación Popular (MPP), lo que abre un interrogante ético político: si la radio se vendió, ¿quién compra y con qué fines?.
Además, diversos reportes apuntan a que podría tratarse de una compra por parte de "grupos extranjeros" o de propietarios con poca transparencia. La concentración mediática no es solo un problema técnico: es un problema político. Cuando medios con identidad política clara -o al menos una base social comprometida- son vendidos sin garantías, la pluralidad informativa queda en riesgo.
Falta de responsabilidad social: el cinismo del discurso de los empresarios
La comunicación de la empresa (la dirección de M24 / Bonimar S.A.) no se queda atrás: en su comunicado afirma que se "hizo lo imposible" para mantener el proyecto pese a supuestas pérdidas constantes. Esa frase es una forma de reivindicar un discurso de "dolor compartido" con los oyentes, pero en los hechos ninguno de los riesgos fue distribuido de manera equitativa: pagaron los trabajadores, no los dueños.
Decir que "lamentamos la pérdida de puestos de trabajo" es una postura defensiva: la verdadera pregunta es por qué los dueños no asumieron un compromiso ético con su plantilla, con su misión mediática, con su comunidad de oyentes. Esos dueños no pueden ocultar su responsabilidad detrás de una narrativa de "no quedó otra".
El movimiento sindical ya se ha pronunciado. El PIT-CNT expresó su "profunda solidaridad" con los trabajadores despedidos y rechazó los despidos intempestivos sin procedimiento transparente. Esa postura es clave: no basta el lamento del lenguaje mediático, se necesita una movilización política que exija rendición de cuentas a los propietarios.
Además, la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) intervino solicitando una reunión con la empresa y la Dirección Nacional del Trabajo (Dinatra) para fiscalizar el proceso. No puede ser un asunto privado: hay un bien público en juego (el espectro radioeléctrico, la pluralidad informativa, los derechos laborales).
De parte de la "pata política" del asunto... un atronador silencio.
La responsabilidad de los dueños: más allá de los balances
Los dueños de M24 tienen una responsabilidad ético-política que no puede eludirse con balances negativos. Una radio no es solo un negocio: es también un espacio simbólico, comunitario, de influencia. Si la decisión fue vender y despedir a todos sin aviso claro, están cometiendo no solo una falta laboral sino un acto de brutalidad comunicacional.
Quienes participaron en esta decisión deben rendir cuentas:
- A los trabajadores: por sus despidos abruptos, por el destrato, por la falta de transparencia.
- A la audiencia: por cerrar un espacio que, según su propia medición, era uno de los más escuchados.
- A la sociedad: por contribuir a la concentración mediática y posible extranjerización de medios.
Este episodio de M24 no es solo un despido masivo más. Es un símbolo de cómo el poder económico se desentiende de los compromisos laborales y mediáticos cuando lo conveniente lo exige. Quienes tomaron la decisión de vender y despedir tienen parte de culpa en la precarización del periodismo uruguayo, en la desvalorización del trabajo comunicativo y en la erosión de la pluralidad mediática.
La lucha no puede ser solo por indemnizaciones: debe ser por justicia mediática. El cierre de M24 exige una respuesta colectiva: sindical, política, social. Hay que exigir que los dueños expliquen, reparen y reconstruyan. Y que no vuelvan a hacerlo de esta forma. No solo por los trabajadores: por el derecho a que existan radios que no sean simples mercancías.
José W. Legaspi