Revelaciones. Marcelo Marchese
17.11.2025
Cuando el hombre inclina el rostro y bebe de sus manos lágrimas amargas, se pregunta por qué vive esas cosas y no otras, pero apenas logra razonar, piensa que todo pasará, que el tiempo, benévolo, regalará el olvido.
El olvido, sin embargo, no llegará en todo su esplendor, sino como la sombra del reflejo del dolor, lo que solemos llamar nostalgia.
Así que el tiempo que devora a nuestros padres, el tiempo que nos devorará a nosotros, a nuestro tiempo, padres, y que devorará a nuestros hijos, el tiempo, que todo lo devora y que todo lo brinda, corroe a los imperios y corroe a los amantes, pero como su sino es corroer, corroe, justiciero, también al dolor.
Es por eso que el hombre considera al tiempo como su hermano mayor, y si el tiempo no tuviera esta capacidad de dar el vino del olvido (el vino también es obra del tiempo) la humanidad ya se hubiera extinguido.
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Novalis, en sus "Extractos", dice que no existe tema que más ocupe al hombre que las muy diversas enfermedades, y que las mayores lecciones para la humanidad devendrán de entender el sentido de las enfermedades.
Está claro que el hombre sufre más enfermedades que el resto de los animales, y como el hombre es el único animal que ha limitado su naturaleza, y como el hombre está en constante cambio y en actitud de desafío ante su naturaleza y ante la naturaleza, por no decir ante los dioses, con toda evidencia sus enfermedades devienen de que ha limitado su naturaleza, o de que ha creado por sí mismo otra naturaleza.
Sin embargo, los animales, que no han limitado su naturaleza, también sufren enfermedades. Quienes más sufren enfermedades son los animales domésticos, que son animales a los que limitamos su naturaleza. Los animales salvajes, y lo mismo las plantas salvajes, sufren menos enfermedades.
El hecho es que si los animales salvajes sufren alguna enfermedad, la enfermedad no sólo deviene de una alteración de la naturaleza, en el sentido de limitar la naturaleza, sino de algo más que no puede estar demasiado alejado de limitar la naturaleza, ya que al limitarla, nos enfermamos.
Todo lo que vive merece perecer, por lo que, todo lo que vive, tiene en sí el germen de su destrucción. Cuando el tigre envejece, ya no puede cazar: tiene en sí el germen de la destrucción. El tigre es una energía que debe cazar, y cuando esa energía no se conduce, cuando el sino no se cumple, enferma y muere.La enfermedad, entonces, deviene de no poder canalizar una energía. El hombre es un canal. Si recibe algo y no lo devuelve, si no pone en ejercicio su carácter de canal, la energía se acumula y deviene en dolor, y el dolor, en enfermedad.
Así que de una manera u otra, la enfermedad es resultado de que no se ha cumplido con la naturaleza de una cosa, y a la postre, muriendo, cumplimos con nuestra naturaleza, ya que está en nuestra naturaleza vivir una vida efímera, y es su carácter efímero lo que la hace valiosa.
Sin embargo, como nada es sólo esa cosa sino también la contraria, cuando muramos, no habremos muerto del todo, pues cada uno de nuestros actos desencadenó infinitos actos, lo que lleva a que dejamos nuestra huella en la eternidad.
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La gente se pregunta si hay vida extraterrestre y esa pregunta deviene de la incapacidad de entender el carácter de las cosas, y ese carácter de las cosas se define por la palabra infinito.
Acabo de leer a un filósofo en boga que dice que nuestro mundo es pequeño comparado con la vastedad del universo exterior. El pobre no entiende que ante una molécula dividida un billón de veces, nuestro mundo no es otra cosa que un vasto universo exterior.
Así que no es sólo que existan otras formas de vida en otros mundos, sino que en este mismo mundo en que vivimos yacen, dentro de él, y dentro de él infinitamente, infinitas formas de vida, lo que no excluye que sobre la superficie de la tierra existan otras formas de vida que no logremos percibir, ya que uno ve lo que puede ver o lo que necesita ver para mantener sus creencias en estado de letargo.
Einstein manifestó su incapacidad de entender este aspecto cuando le cuestionó a los cuánticos que esos comportamientos locos que veían en las partículas, no se ajustaban al orden perfecto que vemos en el cosmos. La respuesta adecuada a Einstein sería que si un partícula infinitesimal se asentara sobre el segundero de un reloj, sentiría que el universo vive un orden perfecto, aunque ignore que ese reloj se encuentra en la muñeca de un hombre que ha caído en un torbellino, un torbellino que gira en un mar embravecido, un mar embravecido que se asienta en una esfera que ruge en el Universo, un Universo que es una molécula de una partícula infinitesimal que se asienta en el segundero de un reloj.
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Las mujeres acuden a la literatura escrita por mujeres pues quieren entender su propia naturaleza, lo que significa que quieren entender la naturaleza del amor. Ahora bien ¿quién nos asegura que las mujeres estén dispuestas a informar a las mujeres, sus eventuales competidoras, las cosas del amor que hayan descubierto? ¿Quién nos asegura que todo eso que hayan escrito, no es otra cosa que argucias para despistarlas?
Habida cuenta que en esto del amor vivimos una lucha feroz con competidores reales e imaginarios, le diría a las mujeres que no crean todo lo que digan las escritoras, aunque, con toda evidencia, viven un conflicto: por un lado son todas rivales, por el otro, todas hermanas, así que la conclusión es la misma: no deben creer en todo lo que les confiesan, y mucho menos en cada vez que una amiga, siempre eventual competidora, las elogia o apoya en sus decisiones.
En cuanto al escritor varón, no tiene motivo para engañar a la mujer cuando escribe de la naturaleza de la mujer, o de lo que haya podido entender de la naturaleza de la mujer, ya que naturaleza más incomprensible, irracional e infinita, no existe.
Como en cuestiones del amor la mujer es más sabia que el hombre, lo que implica que entiende mejor al hombre que el hombre a la mujer, el hombre no tiene nada que esconder, y como esta falta de comprensión es algo que la mujer desprecia, el escritor se esmera en decir la verdad, lo que lleva a que, de diez flechas que lance, alguna dará en el blanco, ahora, de las flechas que lance la mujer, no tiene por qué dar ninguna en el blanco, salvo en el blanco del deseo concreto de esa escritora específica.
El hombre escribe con un propósito y la mujer con su propósito, ahora, el lector debe tener un propósito diferente al leer al hombre y la mujer sin olvidar nunca que todo aquello que encubre, al mismo tiempo, revela.
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Existe una discusión fascinante entre las discusiones ¿Existen los dioses con independencia de nosotros o son los dioses una mera manifestación de nuestras mentes? Este dilema se extiende a la vida de las hadas, los duendes y los fantasmas.
Habida cuenta que todas las culturas han creído en dioses y demonios, que son otro tipo de dioses, así como en hadas, duendes y fantasmas, o bien todas esas culturas los han percibido, o bien en todas esas culturas se manifiestan las mismos necesidades.
La idea de las dríadas que viven en los árboles y que mueren si muere el árbol así como el árbol muere si muere la dríada, podría ser resultado de una percepción imperfecta del hombre que, al menos, percibe que hay algo muy complejo que une al árbol con el Universo, y de esa manera imagina una ninfa, un ser parecido a él mismo.
De igual manera, los hombres vampiro expresarían el temor del hombre al merodeador nocturno, que fue el leopardo y que fue el padre. Un merodeador nocturno que nos chupa la sangre y con su poder, nos contagia y debilita.
Creo que hay una tercera explicación. No es que los espíritus existan con independencia de nosotros. No es que los espíritus sean mera creación de nuestra mente. Los espíritus existen tanto fuera de nosotros como creados por nuestra mente, ya que lo que es afuera es adentro y el hombre, con su poder, modifica, dentro de la medida de su poder, todo lo que lo rodea, incluyendo a los espíritus, así que tendremos dioses guerreros y destructores, dioses afines al desafío, y dioses protectores y dadores de vida.
viven una relación simbiótica con nosotros, ya que los hombres damos y recibimos, y como somos parte de los dioses, somos, al mismo tiempo, dioses, por lo que discutir si existen dioses no tiene sentido, salvo en la celda de la ignorancia.
Esto explicaría la derrota del hombre americano ante los conquistadores: sintieron que sus dioses los habían abandonado, y con certeza, sus dioses se replegaron cuando dejaron de tener fe en ellos y cuando dejaron de creerse dioses. Esto ha sucedido con todo pueblo derrotado. En cuanto al hijo del hombre, antes de expirar, exclamó: "Padre ¿por qué me has abandonado?"
Marcelo Marchese
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias