Sobre los uruguayos que se equivocan con la mejor buena voluntad. Rúben H. Díaz
31.08.2025
Yo soy un ciudadano, ni más ni menos. En ese carácter doy mi opinión sobre el Uruguay país independiente. No soy historiador, ni tengo formación académica, pero he leído todo lo que he podido a lo largo de mi existencia, he vivido y estado en la actividad pública y privada y también he reflexionado.
No me siendo capacitado para decirle a nadie lo que debe hacer pero si con derecho a expresar mi verdad.
En toda esta discusión que se ha planteado, me parece que lo primero es festejar nuestra independencia. Felicitarnos por el país que somos, que tenemos. Somos el pueblo de Artigas y sus compañeros de sueños y realizaciones. Rivera, Lavalleja y Oribe. Fue entre todos, que lograron el milagro, con, Buenos Aires, Portugal y después el Imperio de Brasil en contra.
Todos tuvieron su momento, fueron imprescindibles. Por suerte, lo que habla de nuestra nacionalidad, pudieron terminar sus días en paz entre ellos. No me explico porque no recordamos que ya como Nación Independiente, Venancio Flores, mirando el cielo, invito a Rivera y Lavalleja a integrar el triunvirato de gobierno. Era tarde, no tuvieron vida por entonces. La habían gastado haciendo Patria.
Solo, sin armas, de a caballo, llego el General Venancio Flores al velorio de Oribe. Estuvo un rato junto al féretro, sin saludar a nadie y se fue al paso. Ni dijo, ni le dijeron una palabra. Hermoso silencio.
Como entonces hoy, doscientos años después, vamos reavivar esos momentos de la Patria recordando los agravios y olvidando las reconciliaciones. Que tuvieron ellos. Porque eran los únicos que podían hacerlo. Es un error tener otra actitud.
Artigas marco un rumbo e hizo una guerra imposible. Fue inmenso y dio su vida al ostracismo, con ello se convertía en símbolo. Es un grande de América. No esta muy claro lo que pensó o lo que dijo en Paraguay, pero si lo que hizo. Le fue mejor que a otros grandes del continente después de la Independencia.
Bolivar murió en Santa Marta, lamentando no hacerse entendido con Santander. Enfermo y criticado, tuvo su noche setembrina bajo un puente luego saltar por una ventana. Santander mismo, sufrió serios enfrentamientos hasta sus últimos días. Sucre, después de ganar la última gran batalla contra el Español y fundar un país, no pudo cumplir con el único sueño que tenía por entonces, conocer a su hija. Lo asesinaron antes de llegar a Quito. San Martin no pudo ni siquiera bajar en el puerto de Buenos Aires cuando intento volver. No le recibieron ni la espada. El León de los llanos, José Antonio Paez, termino veinticinco años en Nueva York. El que vivió su gloria en la inmensidad de esa geografía, tuvo que convivir con la nieve y tuvo tiempo para hacer escribir sus memorias.
Los uruguayos somos pocos pero con suerte. Artigas en toda su dignidad, en el corazón del continente. Primero sobre los límites con Brasil, luego en pleno Asunción, junto a la casa del primero de los López.
Nos quedamos sin Patria y guerra cuando Artigas ingreso al territorio paraguayo. De vuelta tuvimos suerte. Si Oribe primero, y Lavalleja después no se acomodan en Buenos Aires, y logran el apoyo de Rosas, y Rivera se entiende con Lecor y queda con mando de fuerza: ¿Quién hubiera podido tener un ejército y un pueblo que lo siguiera ¿.
No había independencia si Lavalleja no pasaba el Rio y vencía en Sarandí. Tampoco había independencia sin la conquista de las Misiones y batalla de Rincón de Rivera.
Claro que pelearon entre ellos. Pero a ninguno le tembló el pulso cuando llego la hora fundacional. Tuvieron divisiones y disputas, por supuesto, pero al final del cuento, todos estamos aquí y ahora, en nuestro Uruguay. Somos orientales y somos uruguayos. Lo importante es que somos. Somos con suerte. Pero también hay cosas que nos cuesta mucho. Por ejemplo pensar mirando el cielo en vez de mirar el piso.
Rúben H. Díaz
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias