Trump al inicio de un camino sin retorno. Ernesto Kreimerman
06.10.2025
El 6 de enero de 2021 Estados Unidos vivió un fallido intento de autogolpe de estado, promovido por el presidente Donald Trump, una vez derrotado en su intento de reelección. Una turba, incitada por el propio derrotado, irrumpió en la sede del Congreso cuando una reunión conjunta del Poder Legislativo ratificaba el conteo de los votos del Colegio Electoral y certificaba así la victoria de Joe Biden.
Un grupo de colaboradores, los menos, por activa o por pasiva, se opusieron al intento golpista.También Twitter y Facebook hicieron lo suyo al bloquear las cuentas del propio Trump. Primeras figuras como Nancy Pelosi decididamente defendieron la institucionalidad democrática.
El golpe de estado fracasó, pero dejó en la sociedad un sentimiento de quiebre y frustración. El orgullo por los valores de los padres fundadores quedó cuestionado, y tras la tormenta se instaló un clima intolerante y una sociedad dividida.
En el primer día de su segundo mandato, como una señal política contundente, Trump firmó indultos para todos los condenados por su participación en el asalto al Capitolio.
Ciclos
Los esfuerzos de Estados Unidos por rescatar su erosionada hegemonía económica, geopolítica y tecnológica son una política de Estado. Las formas y el estilo cambian; se han vuelto más desarreglados respecto al derecho internacional.
Estamos ante una frontera histórica en que países poderosos se van eclipsando, a pesar del impresionante pasado imperial hoy agotado. La pregunta es cuál es, si la tiene, su capacidad de adaptación frente a las nuevas condiciones.
La decadencia es otra expresión del agotamiento del modelo. Ahora mismo, Trump y su nuevo entorno, más radical y compacto, busca presuroso reposicionar al país como potencia única de primer orden. Buena parte de las guerras de hoy se explican en ese replanteo estratégico.
Lo global
Nos ha tocado un tiempo de profunda transformación en la distribución del poder global. En pocos meses, la Administración Trump ha desplegado numerosas acciones: guerra a la inmigración que incluye a 11 millones de personas en situación legal irregular, al aborto, recortes a la comunidad LGBTQ, entre otros frentes.
Y en ese contexto, está en marcha el realineamiento de las fuerzas armadas, una institución que en las democracias del siglo XXI es onerosa y sus cometidos, dentro de las fuerzas de seguridad del Estado, son cuestionados.
Ordenando la casa
El intento de golpe de estado de 2021 fracasó por la incapacidad de planificación del presidente Trump y por algunos funcionarios claves, como Mike Pence, apegados a las cuestiones institucionales. De esos ya no queda ninguno.
Hoy gobierna el Partido Republicano de los leales a Trump. Es un gobierno más compacto, que no ha abandonado la improvisación. Ciertas desconsideraciones ponen de manifiesto una actitud arrogante y anacrónica. Bajo el liderazgo de Trump, Estados Unidos se empeña en no asumir la pérdida de su peso relativo. Parece interpretar que el estado actual es consecuencia de liderazgos débiles.
Estamos frente al inicio de una nueva era de cambios de hegemonía, en proceso de transformación. Los ascendentes nuevos actores buscan su posición geoestratégica, construyendo nuevas perspectivas y alianzas confiables para compartir la gestión de los riesgos. Acaso, ¿hay una potencia con las espaldas tan amplias y potentes como para asumir por sí misma una nueva hegemonía en solitario?
Lo que se viene es un mundo poshegemónico y lo deseable es que esta transición hacia ese nuevo orden, más allá de tensiones, sea negociada. Hay una necesidad de rescatar del ostracismo la perspectiva de cooperación, en espacios multilaterales. Es inaceptable consentir una resolución basada en pérdidas de vidas humanas.
El derecho penal internacional deberá ser empoderado para dar respuesta de alcance global para todos los países miembros de Naciones Unidas.
Perpetuación
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, respaldado por Trump, convocó sorpresivamente a unos ochocientos generales y almirantes a una reunión urgentísima, sin justificación explícita, la que tuvo lugar el pasado 30 de setiembre.
Esta convocatoria no explicada y peor instrumentada, tensó el ambiente. La imprevisión olvidó la jerarquía de los convocados. Pero hay quienes entienden que no fue un descuido de la Administración.
La lectura desde las fuerzas de seguridad y desde el sistema político fue única: se trata de una movida para dividir las aguas. De cara a otro 6 de enero, las lealtades estarán claras desde ya. En los planes de Trump, una variable a controlar ahora.
En el 2021, es cierto, fracasaron. Pero no fueron derrotados. La justicia actuó con extrema lentitud y desgano. Aún con sentencias severas en su contra, Trump sorteó todos esos escollos, hasta una sorpresiva inmunidad de la Corte Suprema que estableció que los expresidentes son inmunes al procesamiento penal por sus actos oficiales en el ejercicio de sus funciones. Con ello se puso fin a los procesos inconclusos en los que Trump ratificó su declaración de inocencia, aunque otros coacusados admitieron su culpabilidad.
Volviendo a la reunión
En la previa a la reunión, curiosidad y tensiones. Un escueto anuncio decía que Hegseth "se dirigirá a sus principales líderes militares". Off the record, se adelantaba que el tono de la exposición sería el adecuado para "el espíritu guerrero". La duración proyectada sería, a lo más, de 90 minutos.
Para la comunidad política de Washington esta instancia de disciplinamiento preventivo, y ordenar no a la institución sino a la elite de la oficialidad. Desde el anonimato y la lealtad, un general de varias estrellas le adelantó a la prensa: "lo único que hay por aquí, es incertidumbre y desconfianza. Es el primer paso para la lealtad".
Hasta ahora los logros de Hegseth son pocos. Ha abierto todos los frentes: desde la eliminación de miembros del servicio transgénero hasta la definición de nuevos estándares de afeitado para todo el ejército. Hasta una moderna señalética que ordena la circulación en las oficinas del Pentágono.
La reunión...
En la previa se confirmó que habrá un recorte mínimo del 20% a nivel de generales de cuatro estrellas, el rango más alto en servicio activo. La versión oficiosa tuvo un propósito: "el que se mueve no sale en la foto". En voz alta, nadie habló.
Al inicio del encuentro, Trump quebró un principio de neutralidad, al incluir a la alta oficialidad en la política partidista. La voz de mando la marcó desde el vamos: si alguien no quiere estar, puede irse... pero "ahí va tu rango, ahí va tu futuro".
Todas las versiones coinciden en el cerrado silencio de la sala, un "respetuoso silencio, preservando aquel principio de equidistancia partidista". Los analistas de Washington han hablado de "dos discursos que plantearon muchas preguntas con las que los militares tendrán que lidiar en los próximos meses...y lo harán discretamente". El primer round de esta movida de largo plazo "no produjo el desastre que algunos temían". Por aquí diríamos que como en el truco, "la primera en casa". Otros, creerán que mejor es jugar como los teros.
No obstante, todos coinciden en lo fundamental: desde la Casa Blanca se inició un camino sin retorno, donde no hay marcha atrás. La agenda local e internacional es muy densa y compleja, propia del momento que transitamos.
(*) Artículo originalmente publicado en El Telégrafo, 05/10/2025. Reproducido con autorización expresa del autor.
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