Ucrania: ¿Es el rendirse la única salida para poner fin al conflicto? María Mercedes Blanco Reyes

18.09.2025

El conflicto en Ucrania, que comenzó con la invasión rusa en 2022, ha transformado la política internacional, la economía global y la vida de millones de personas.

Aunque el heroísmo ucraniano ha cautivado al mundo, con su resistencia férrea contra un agresor mucho más grande y mejor armado, surge una pregunta dolorosa y compleja: ¿es posible que Ucrania deba considerar la rendición como la única salida para poner fin a este conflicto devastador?

Durante más de un año, Ucrania ha mantenido una resistencia ejemplar, respaldada por un flujo constante de ayuda internacional. Sin embargo, a medida que la guerra se prolonga y las bajas siguen creciendo, tanto en términos de vidas humanas como de infraestructura, la situación se torna cada vez más insostenible. Desde los ataques a las ciudades y el sufrimiento de la población civil hasta las tensiones dentro de las propias filas del apoyo occidental, algunos comienzan a cuestionar si la resistencia ucraniana, por más heroica que sea, está más cerca de llevar a la nación a un callejón sin salida que de lograr una victoria.

El costo humano y económico: la amarga realidad de la resistencia
El conflicto en Ucrania ha cobrado un precio inmenso. Según las estimaciones más recientes, más de 100.000 ucranianos han muerto o resultado heridos, y millones de personas se han visto desplazadas. Las ciudades han sido devastadas, la infraestructura energética colapsada y la economía ucraniana está en ruinas. A medida que las potencias occidentales continúan enviando armas y apoyo financiero, muchos se preguntan por cuánto tiempo Ucrania puede seguir recibiendo este tipo de asistencia sin que el país mismo se desintegre por completo.

A pesar de la resistencia incansable, el escenario militar no parece inclinarse decisivamente hacia Ucrania. Las fuerzas rusas, aunque golpeadas por las sanciones y los conflictos internos, siguen manteniendo un control firme sobre una gran parte del territorio ucraniano. Cada contraofensiva ucraniana ha logrado cierto éxito, pero los avances son lentos, costosos y, en muchos casos, reversibles. En este contexto, la rendición podría interpretarse como una forma de evitar más sufrimiento, reconociendo la realidad del poder militar ruso y la inestabilidad interna de Ucrania.

La presión internacional: un dilema moral y estratégico
Mientras la mayoría de las potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos y la Unión Europea, han respaldado a Ucrania en su lucha por la soberanía, también se comienzan a escuchar voces que sugieren que el apoyo a Ucrania no puede ser eterno. La resistencia prolongada está poniendo a prueba la paciencia de muchos países, especialmente aquellos con economías más vulnerables a las sanciones rusas, como Alemania o Italia. La inflación, la crisis energética y las presiones internas en Europa empiezan a generar cuestionamientos sobre la efectividad del apoyo occidental a Ucrania y su costo real.

El creciente descontento interno en Europa sobre las consecuencias económicas de la guerra, unido a las preocupaciones sobre la escalada del conflicto, hace que la diplomacia se vuelva cada vez más complicada. La posibilidad de que las potencias occidentales presionen a Ucrania para que acepte algún tipo de acuerdo de paz, incluso si eso implica la cesión de territorio, se vuelve una opción más realista.

¿Es la rendición la única salida para salvar vidas?
La premisa de la rendición no se trata de una simple capitulación, sino de una decisión pragmática para preservar lo que queda de Ucrania. La negociación con Rusia, aunque difícil y dolorosa, podría ser la única manera de evitar un colapso aún mayor. Las grandes potencias han demostrado que, aunque respaldan a Ucrania en términos generales, no están dispuestas a comprometerse en una guerra total que podría involucrar a la OTAN y poner al mundo al borde de un conflicto global.

Si Ucrania decide rendirse o aceptar un acuerdo que implique ceder territorio, podría salvar millones de vidas y evitar una futura devastación más profunda. No se trata de aceptar la agresión rusa como algo legítimo, sino de entender que, en la geopolítica, a veces la mejor opción es una solución que minimice el costo humano y social, incluso si eso implica hacer concesiones dolorosas.

El riesgo de un conflicto eterno: ¿es la guerra la única solución?
Un escenario de guerra prolongada podría derivar en lo peor para Ucrania: una nación fragmentada, empobrecida y marcada por un ciclo de violencia interminable. Los ciudadanos ucranianos se enfrentan a una guerra que ya parece no tener fin, y muchos de ellos se encuentran atrapados entre la voluntad de resistir y el deseo de un retorno a la normalidad, incluso si eso significa convivir con la ocupación de una parte de su territorio.

La pregunta es si Ucrania debería seguir luchando con la esperanza de recuperar todo su territorio, lo que podría llevar décadas de guerra y sufrimiento, o si debería considerar una solución que contemple un alto el fuego y la aceptación de una nueva realidad geopolítica. Las concesiones territoriales, aunque amargas, podrían ofrecer una vía para reconstruir el país y evitar más años de conflicto.

La rendición como parte del realismo político
En la política internacional, el realismo defiende que las decisiones deben basarse en las realidades del poder y la geografía, no solo en principios ideales. La posición de Ucrania podría estar condenada a ser vista como una lucha por la dignidad, pero esa lucha también debe reconocer la magnitud del coste humano. Si el conflicto continúa, los sacrificios personales y colectivos crecerán aún más, mientras que la intervención internacional podría no ser suficiente para evitar una victoria rusa a largo plazo.

De esta forma, rendirse no sería tanto un acto de debilidad, sino una estrategia de supervivencia a largo plazo, una forma de salvar lo que queda del país, reconociendo la imposibilidad de lograr una victoria total sin pagar un precio aún mayor.

Un futuro incierto
La decisión de Ucrania no es fácil, y las voces que piden una rendición o acuerdo con Rusia serán, sin duda, vistas como traidoras por algunos y como realistas por otros. Pero la pregunta subyacente es profunda: ¿cuánto está dispuesto a sacrificar Ucrania, no solo en términos de territorio, sino de vidas humanas, para un objetivo que parece cada vez más distante? Las potencias internacionales, tanto europeas como estadounidenses, deberán considerar si el precio de una Ucrania invicta justifica el costo de un conflicto interminable. La rendición podría ser la última, aunque amarga, oportunidad para salvar lo que queda de una nación rota.

 

María Mercedes Blanco R.

blancomariamercedes435@gmail.com

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2025-09-18T20:09:00

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