Un debido reconocimiento a dos seres humanos excepcionales. Carlos Pérez Pereira

14.05.2025

En estos días nos dejaron dos seres enormes, humanos, solidarios, llenos de amor por los demás, llenos de comprensión y de respeto por los débiles, por los desheredados, por los pobres. Han fallecido el Papa Francisco y Pepe Mujica.

Dos seres que algún parecido tenían, y por algo los lloran los humildes y lo extrañarán los hambrientos de comida y de justicias humanas. Porque ellos pelearon por estos humildes, exigieron justicia social y satisfacción de las necesidades reales de miles, de millones, que hoy sufren en el mundo.
Sé que no son los únicos que luchan contra esas condiciones inhumanas, provocadas y reproducidas por la propia especie humana a través de la historia. Pero de algún modo los representan, nos representan. Fueron la voz y la conciencia de quienes piensan que tenemos un mundo maravilloso, que la vida de los seres que nacen en este planeta es hermosa y que quienes se han apoderado de la riqueza del planeta y acumulado sus bienes, no tienen derecho a someter a ¾ partes de la Humanidad a la desesperación, al hambre, a la muerte temprana y/o a la vejez desdichada.   

Quienes por esta razón son seguidos por millones, que a su muerte son llorados por millones, merecen nuestro profundo respeto, nuestro más cálido reconocimiento. En el caso de José Mujica, además, luego de su calvario de 16 años, preso en las condiciones más inhumanas imaginables, impuestas por una dictadura feroz, es loable su actitud de eliminación de todo rencor o espíritu revanchista o vengativo. Prescindiendo de sus opciones, a las que no se puede analizar desprendidas de los contextos históricos de la época, hay posturas que perduran en el tiempo y que vuelven coherente su accionar político- ideológico. Ese es el valor humano rescatable y que perdura, y al que queremos expresar nuestro más grande reconocimiento.

A la izquierda uruguaya, ese espíritu de hombre apegado a la tierra, a las flores, a la vida sencilla, esa "que arde y anda en las calles", le hizo un enorme bien. Porque la sacó de los escritorios, de las asambleas sindicales, de los grupos de izquierda intelectual, estructurada, de cenáculos literarios, adheridos a las discusiones académicas, alejadas de la realidad de los barrios, de las ciudades del interior, de la gente. No acuso de esto a toda la izquierda, desde luego, que hizo su gran esfuerzo de actualización. Pero Mujica, de algún modo, fue un terremoto que sacudió la medianía y el estancamiento al que habíamos llegado. Fue el líder exacto y puntual (sin restarle méritos a Tabaré), necesario para ayudar a convencer a la gente a aceptar un gobierno de izquierda, cuando la crisis del 2002 hizo trizas al Uruguay de las inequidades y de la injusticia estructural.

Por cierto, esa izquierda mucho le debe a grandes hacedores y constructores de la historia del Uruguay, muy alejada de una escala de méritos, a la que no adherimos. Y porque "nadie se salva solo", a todos les debemos algo y a todos los llevamos con nosotros y de todos ya hemos hecho el reconocimiento que se merecen. También llevaremos con nosotros a José Pepe Mujica, como un gran ingeniero del alba, un hacedor de futuros, agregado a nuestro pueblo, a nuestros grandes dirigentes, a nuestros héroes anónimos, hijos de los barrios, de los pueblos del interior, de los que no tienen nombre ni blasones, ni más pergaminos que vivir en función de sus semejantes. De los que luchan diariamente por mejorar la vida de los demás. A ellos, representados por el Papa Francisco y por el Pepe Mujica y por tantos otros, nuestro abrazo y la promesa de que las banderas de esas luchas no se arrían jamás.

 

Carlos Pérez Pereira

Columnistas
2025-05-14T12:29:00

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