Vapeo: ni tanto ni tan poco. Homero Bagnulo, Carlos Vivas
12.11.2025
En nuestro país el decreto N.º 125/025 prohíbe la comercialización, la importación, el registro como marca o patente y la publicidad de cualquier dispositivo electrónico para fumar ("cigarrillo electrónico", "vapeadores"), incluidos aquellos con o sin nicotina así como también aquellos productos de tabaco calentado.
Esta política sanitaria no inhibe el análisis de tres dimensiones de los vapeadores de gran transcendencia para la salud de la población: ¿son más riesgosos que los cigarrillos convencionales?, ¿son eficaces para el abandono del hábito tabáquico?, ¿cuáles son sus consecuencias en los jóvenes? (Ritchie, 2025)
El debate sobre los cigarrillos electrónicos se sitúa en una compleja encrucijada entre la salud pública y la comunicación de riesgos. Aunque la evidencia toxicológica sugiere que los vapeadores son sustancialmente menos peligrosos que el tabaco combustible, esta diferencia fundamental no se refleja en la percepción pública actual.
Hace aproximadamente una década, la mayoría de los fumadores entendía que el vapeo representaba una alternativa menos dañina al consumo tradicional de tabaco. Sin embargo, en los últimos años, esta opinión ha experimentado un giro radical. Las encuestas recientes indican que la mayoría de los adultos fumadores en países como el Reino Unido, en 2023, consideran que los vapeadores son tan o incluso más peligrosos que los cigarrillos convencionales.
Este dramático cambio de percepción se correlaciona directamente con una transformación en el discurso público y mediático. La cobertura informativa ha tendido a amplificar los riesgos absolutos asociados al vapeo sin proveer el contexto del riesgo relativo en comparación con el tabaco combustible, que es un producto letal. Los titulares en periódicos populares han contribuido a este sentimiento negativo generalizado.
La desalineación entre el riesgo relativo real y la percepción pública crea una barrera significativa para la salud. La evidencia demuestra que muchos fumadores adultos que podrían beneficiarse de la transición a un producto menos dañino dudan en probar los cigarrillos electrónicos, principalmente porque son escépticos sobre su efectividad o porque creen que los riesgos para la salud son similares a los de fumar. Mantener esta confusión pública tiene una consecuencia directa: desalienta a los fumadores a dejar el hábito más peligroso, perpetuando así el consumo de un producto que mata a la mitad de sus usuarios a largo plazo.
El concepto de la reducción de daños es central en este debate. La cifra de que el vapeo es "al menos un 95% menos dañino que fumar" es quizás la afirmación más polarizante en el debate de la reducción de daños. Esta afirmación fue la conclusión de un panel de expertos en 2014 que fue respaldada por el Royal College of Physicians en 2016. (RCP, 2016) La conclusión se basa en una revisión exhaustiva de la evidencia toxicológica, que demuestra que es improbable que los riesgos para la salud a largo plazo del vapor superen el 5% del daño causado por el tabaco combustible. Este dato es fundamental para la estrategia de reducción de daños, ya que comunica la realidad de la reducción masiva de exposición a carcinógenos y toxinas. No obstante, esta conclusión es objeto de intensas críticas por parte de expertos en salud pública y neumología pediátrica, quienes sostienen que la promoción abierta de que el vapeo es "casi inofensivo" tienta a los jóvenes a iniciarse, ya que el riesgo percibido se minimiza.
El dilema de esta comunicación expone las contradicciones entre la toxicología y la ciencia del comportamiento. Para el fumador adulto, esta cifra puede ser el factor decisivo para hacer un cambio de vía. Sin embargo, para el adolescente no fumador, funciona como un permiso para experimentar con la nicotina. Por lo tanto, la salud pública se enfrenta al desafío de utilizar la comunicación del riesgo relativo para salvar vidas entre los fumadores, sin disminuir los esfuerzos de prevención del uso juvenil.
Estas diferencias en la valoración explican las diferentes posturas de instituciones sanitarias internacionales. Por ejemplo, en el Reino Unido, organismos como el Servicio Nacional de Salud (NHS) promueve activamente los cigarrillos electrónicos como una ayuda efectiva para dejar de fumar, declarando que son "mucho menos dañinos que los cigarrillos". Para contextualizar esta política se debe tener presente que en ese país los productos están estrictamente regulados. La normativa restringe la capacidad máxima del tanque, el volumen de líquido y, en especial, la concentración de nicotina a la cual le fija un máximo. La promoción del vapeo, bajo este marco regulatorio estricto, tiene el objetivo explícito de motivar a los fumadores a hacer una transición completa, ya que solo el cese total del tabaco combustible aporta el beneficio completo. Por su parte, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), junto con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), adoptan una postura considerablemente más conservadora. Estas entidades reconocen que los cigarrillos electrónicos tienen el potencial de beneficiar a los adultos fumadores (no a las embarazadas) si se utilizan como un sustituto completo del tabaco. Sin embargo, insisten en que los riesgos a largo plazo no son aun suficientemente conocidos y que los cigarrillos electrónicos no son seguros para jóvenes o para adultos que actualmente no consumen tabaco. Este enfoque es reflejo de la preocupación por la iniciación juvenil y la incertidumbre sobre los efectos crónicos, privilegiando el principio de precaución sobre la estrategia de reducción de daños para la población fumadora.
Más allá de esta divergencia en cómo presentar el efecto de los cigarrillos electrónicos, hay amplio acuerdo sobre que el principal riesgo del tabaquismo reside en la combustión. El aerosol liberado por los cigarrillos electrónicos, que se produce por calentamiento de un líquido, generalmente contiene una cantidad significativamente menor de sustancias químicas dañinas en comparación con el humo generado por la quema del tabaco. La ventaja toxicológica fundamental del vapeo es que no produce alquitrán ni monóxido de carbono.
La pregunta central para los fumadores que buscan abandonar el hábito es si el cigarrillo electrónico es la herramienta más efectiva. La revisión sistemática más rigurosa fue realizada por la Colaboración Cochrane. En sus conclusiones destaca que los cigarrillos electrónicos que contienen nicotina son una ayuda efectiva para la cesación, ayudando a más personas a dejar de fumar por periodos de al menos seis meses. En comparaciones directas, la evidencia indica que los cigarrillos electrónicos con nicotina funcionan mejor que la terapia de reemplazo de nicotina (TRN), como parches o goma de mascar, y probablemente mejor que los cigarrillos electrónicos sin nicotina.
No obstante su eficacia, el beneficio potencial del cigarrillo electrónico para la salud pública es estrictamente condicional. Los organismos de salud pública enfatizan que solo tiene potencial de beneficio si se utiliza como un sustituto completo de los cigarrillos regulares y otros productos de tabaco para fumar.
El principal obstáculo para la reducción de daños es el fenómeno del uso dual, donde los individuos consumen tanto tabaco combustible como cigarrillos electrónicos. La evidencia indica que cuando los participantes en estudios dejan de vapear, aquellos que habían logrado la cesación del tabaco a menudo recaen en el tabaquismo tradicional, y los usuarios duales incrementan el número de cigarrillos consumidos.
El uso del cigarrillo electrónico por parte de jóvenes y no fumadores representa un riesgo absoluto que la salud pública debe mitigar activamente. La alta prevalencia juvenil está impulsada en gran medida por la promoción y el uso de sabores. El 87.6% de los usuarios de cigarrillos electrónicos en edad escolar utilizan productos saborizados. Estos sabores hacen que el producto sea particularmente atractivo para los jóvenes. El riesgo más grave para esta población es la adicción a la nicotina. El uso de cigarrillos electrónicos se asocia con un aumento en las probabilidades de fumar cigarrillos tradicionales posteriormente. Para la salud pública, esto implica que el vapeo actúa como un mecanismo de captación de nicotina altamente efectivo. La promoción generalizada de los cigarrillos electrónicos y su menor costo comparado con los cigarrillos tradicionales han facilitado la iniciación de la adicción a la nicotina.
Como es de esperar, la investigación científica sobre el vapeo ha demostrado ser vulnerable a la influencia del financiamiento comercial. Un análisis de la literatura científica ha revelado una fuerte asociación entre la notificación de un conflicto de interés (COI) y la obtención de resultados que favorecen el uso de cigarrillos electrónicos. Se encontró que, en general, reportar cualquier tipo de COI aumentaba las probabilidades de un resultado positivo a favor del vapeo en 4.7 veces. El sesgo se vuelve drásticamente más pronunciado cuando la financiación proviene de la industria tabacalera. Los manuscritos que reportaron COI con la industria tuvieron casi 30 veces más probabilidades de tener un resultado positivo para el vapeo, en comparación con aquellos artículos que no reportaron COI. Los intereses de la industria farmacéutica, que produce las terapias de reemplazo de nicotina, también se asociaron con una mayor probabilidad de resultados positivos (2 veces), pero la magnitud del sesgo fue significativamente menor que la observada con la industria tabacalera. Esta alta probabilidad de sesgo financiero introduce una justificación adicional para la cautela extrema de organismos globales como la OMS/OPS. (OPS, 2024)
Para el fumador adulto, la evidencia clínica indica que los cigarrillos electrónicos con nicotina son, de hecho, la opción más razonable y efectiva de los sustitutos disponibles para abandonar el hábito tabáquico. Sin embargo, el beneficio está supeditado a una condición no negociable: la sustitución debe ser completa. Para los jóvenes, adultos jóvenes, mujeres embarazadas o cualquier persona que no fume actualmente, los cigarrillos electrónicos no son seguros. El riesgo de adicción a la nicotina, la exposición a sustancias tóxicas como metales pesados y saborizantes, y la incertidumbre sobre los efectos a largo plazo son inaceptables.
Por último, al comunicar los riesgos es necesario informar al público que la evidencia de reducción de daños, aunque robusta en términos toxicológicos, es frecuentemente amplificada por intereses de la Industria Tabacalera. Esto subraya la necesidad de una regulación estricta y transparente del producto para garantizar que los dispositivos de vapeo sirvan como herramientas genuinas de salud pública y no como nuevos mecanismos de adicción masiva.
Hannah Ritchie (2025) - "While vaping is not risk-free, it is less harmful than tobacco" Published online at OurWorldinData.org. Retrieved from: 'https://ourworldindata.org/vaping-vs-smoking-health-risks' [Online Resource]
Royal College of Physicians. Nicotine without smoke: Tobacco harm reduction. London: RCP, 2016.
Crosbie E; Tran B; Albuquerque de Figueiredo B; Severini L; Severini G; Sebrié EM. Tobacco industry strategies to influence the regulation of new and emerging tobacco and nicotine products in Latin America and the Caribbean. Rev Panam Salud Publica. 2024;48:e43. https://doi.org/10.26633/RPSP.2024.43
Dres. Homero Bagnulo; Carlos Vivas