Yemen: Una nación rota por el conflicto. Hebert Abimorad
08.07.2025
Yemen se desangra. Lo que ocurre hoy en este rincón del sur de la península arábiga es una de las tragedias humanitarias más desgarradoras de nuestro siglo. Este país, ya el más pobre de Oriente Medio, se ha convertido en sinónimo de agonía y desesperanza.
La raíz del problema es profunda. Desde que Yemen del Norte y del Sur se unificaron en 1990, las tensiones nunca se disiparon por completo. Ali Abdullah Saleh gobernó durante décadas, pero su régimen acumuló un polvorín: corrupción, marginación de comunidades enteras y una economía al borde del colapso.
Mientras tanto, en el norte, los houthis -un grupo rebelde de la minoría zaidí- comenzaban a crecer en poder a principios de los 2000. Denunciaban que el gobierno los ignoraba y discriminaba. Entre 2004 y 2010, se enfrentaron varias veces con las fuerzas estatales en la región de Sa'dah, una clara señal de la inestabilidad que se avecinaba.
La Primavera árabe y el desastre que siguió
El año 2011 fue un punto de inflexión. La Primavera Árabe llegó a Yemen con una fuerza imparable. Miles de personas llenaron las calles, exigiendo la salida de Saleh. Finalmente, el presidente no tuvo más opción que ceder el poder a su vicepresidente, Abd Rabbuh Mansur Hadi, en 2012.
Pero la transición fue un fracaso absoluto. Hadi no logró imponer su autoridad ni solucionar los problemas de fondo. Los houthis aprovecharon el caos y, en septiembre de 2014, tomaron la capital, Saná. Hadi tuvo que huir, primero a Adén y luego buscar refugio en Arabia Saudita.
Este golpe de los houthis fue la gota que colmó el vaso. En marzo de 2015, Arabia Saudita, al frente de una coalición árabe, lanzó la "Operación Tormenta Decisiva" con el objetivo de reinstaurar a Hadi. Para los saudíes, los houthis eran una extensión de la influencia iraní en su propia "patio trasero", algo inaceptable.
La intervención militar transformó un conflicto interno en una guerra regional por poderes. El bloqueo naval y aéreo impuesto por la coalición ahogó la economía y cortó el suministro de productos esenciales. Yemen se precipitó al abismo.
El horror de las vidas perdidas
Las cifras son espeluznantes. En 2021, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estimó que la guerra había cobrado unas 377.000 vidas. Y lo más impactante es que esta cifra no solo incluye a quienes murieron en combate, sino -y esto es lo más desgarrador- a aquellos que perecieron por las consecuencias indirectas del conflicto.
Aunque los bombardeos y enfrentamientos directos son terribles, representan solo una fracción del total de muertes. Amnistía Internacional documentó más de 6.800 civiles fallecidos y 10.700 heridos entre 2015 y 2019. Save the Children verificó más de 11.000 niños muertos o heridos desde 2015, aunque reconocen que la cifra real debe ser muchísimo mayor.
Lo que verdaderamente está aniquilando a Yemen es el colapso del sistema de salud, la destrucción de infraestructuras básicas y la propagación de enfermedades que, en otras circunstancias, serían fáciles de tratar. El cólera, el sarampión, la difteria... enfermedades del pasado que han resurgido con una virulencia brutal porque no hay medicinas, ni personal médico, ni hospitales operativos.
La desnutrición debilita de tal manera que cualquier infección se convierte en una sentencia de muerte. Según el PNUD, en 2021 un niño yemení menor de cinco años moría cada nueve minutos por estas causas indirectas. Si la guerra persiste, para 2030 podría morir un niño cada cinco minutos.
La sombra de la hambruna
Yemen importa el 90% de sus alimentos. Con las fronteras bloqueadas y la infraestructura en ruinas, los precios se han disparado hasta niveles inalcanzables para la mayoría.
En 2023, cerca de 17 millones de personas sufrían de inseguridad alimentaria severa. Casi 5 millones estaban al borde de la hambruna. Muchas familias han tenido que vender todo lo que poseían, incluso saltarse comidas, solo para conseguir algo de sustento.
Los niños son los más afectados. Más de 2 millones de menores de cinco años padecen desnutrición aguda. Entre 460.000 y 600.000 sufren desnutrición aguda grave, la forma más peligrosa, que los mata si no reciben tratamiento de inmediato.
La situación se agrava porque el sistema de salud es prácticamente inexistente. Muchos hospitales han sido bombardeados o han cerrado por falta de suministros. Los pocos que quedan operativos están desbordados y sin recursos.
Un futuro incierto
La ayuda humanitaria, aunque vital, no es suficiente. Más de 21 millones de personas -dos tercios de la población- dependen de la asistencia internacional para sobrevivir. Pero los fondos siempre son escasos y las restricciones de acceso complican enormemente la entrega de ayuda.
Yemen necesita urgentemente una solución política. Mientras los bandos sigan enzarzados, la población civil seguirá pagando el precio más alto. La comunidad internacional ha calificado repetidamente la situación como una de las peores crisis humanitarias del mundo, pero las palabras, por sí solas, no salvan vidas.
Lo que sucede en Yemen no es solo una guerra o una crisis alimentaria. Es una catástrofe humanitaria total que exige atención inmediata y un compromiso a largo plazo para evitar que se convierta en una tragedia aún mayor.
Hebert Abimorad
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias