INTERROGANTE

La industria de la vestimenta, ¿tiene futuro en Uruguay?

01.12.2011

MONTEVIDEO, 1 Dic (UYPRESS/Esteban Valenti) – El viernes pasado visité la empresa Welcolan, que produce fundamentalmente trajes para hombres y abrigos para ambos sexos y los exporta.

Comienzo por una confesión: soy parcial, admiro la industria, me deslumbra esa capacidad de los seres humanos de recibir diversos materiales y transformarlos profundamente hasta transformarlos en objetos fundamentales para nuestras vidas. Soy un náufrago de la civilización industrial, también porque amo los objetos.

Y tengo una doble dependencia cultural y afectiva, me deslumbran los artesanos. Será porque me crié trabajando durante más de una década en Codarvi, la mejor fábrica artesanal de cristal y vidrio de toda América. Y no exagero. Las exportaciones, la variedad, la calidad de la producción de cristal plomo y de colores y mi visita a muchas grandes y prestigiosas fábricas en el mundo, en Bohemia, en Murano, en Finlandia, me reafirmaron en mi convicción. Ahora Codarvi es una ruina de la gran zona industrial del Oeste, pero que sigue viva en el imaginario de varias generaciones de uruguayos. Otra “obrita” de la dictadura y sus cómplices civiles, que no se pudo salvar.

Para los que me conocen, no digo ninguna novedad al afirmar que además me gusta vestirme bien, así que fui con cierta prevención, esperando encontrar esas filas interminables de trajes mal diseñados y peor confeccionados, destinados a grandes tiendas. La visita fue todo un descubrimiento.

Comencemos por lo básico: hacen ropa de muy, pero muy buena calidad; trajes que pueden competir y compiten con la oferta de empresas italianas, europeas y con ventaja con empresas del mismo ramo en la región. Buenas telas (todas importadas porque cerró Paylana), buenos diseños y muy buena confección, bien controlada y auditada por un sistema externo a la propia empresa.

La fábrica estaba abarrotada de trajes, miles alineados como un ejército pasivo esperando. Están esperando que se levanten las restricciones totalmente arbitrarias que impone Argentina. Exportan a Argentina, compitiendo en precio y calidad, a Brasil y México y no renunciaron al mercado norteamericano por razones de escala. Fueron
prisioneros de su propio éxito. Comenzaron a vender y cuando les hicieron pedidos enormes, se vieron en la incapacidad de atender cantidad asegurando la calidad.

Es una empresa familiar, comenzada hace 25 años, no desperdician nada, ni espacio, ni capacidades y menos capital, no ahorran en incorporar tecnologías. Hoy trabajan 240 personas y aspiran a llegar a las 280.

Recorrer la línea de producción es sumergirse en un mundo donde se mezclan habilidades profesionales tradicionales de la industria de la confección, esas que construyen personajes insustituibles, que conocen y aman su oficio y su especialización en cada detalle, con equipos modernos que cortan la tela guiados por una computadora. Pero al final del camino hay decenas de personas – sobre todo mujeres – que terminan cada prenda que unen centenares de piezas y las transforman en sacos impecables, en trajes, abrigos.

Las escuelas de diseño de la UTU, por ejemplo, aportan desde hace tiempo gente capacitada, pero hay oficios que – como los que producen los moldes – que no se enseñan en ninguna escuela, son pocos e insustituibles, hay otros casos de artesanos, de trabajadores que por su especialización son las columnas de la producción.

En la empresa no hay lujos, no hay escritorios con vistas deslumbrantes y mullidos sillones de cuero, hay mucho trabajo, mucho orgullo por una tradición que empezó desde muy abajo y se construyó a sí misma y que exporta el trabajo uruguayo, la calidad uruguaya, a muchos mercados.

No la tienen fácil. Por eso me invitaron. No tengo elementos técnicos para dar una evaluación seria y documentada, por eso no me meto en honduras. Pero sí puedo decir que si un país que es gran productor de lana - de los principales del mundo -, pierde la posibilidad y la capacidad de transformarla en sus sucesivas etapas en ropa exportable y utilizable por los uruguayos y uruguayas, es bastante difícil que podamos hablar de agregarle valor agregado a nuestra producción.

Dudo que podamos exportar croquetas de arroz, allí el valor agregado de la producción arrocera está “aguas arriba” en la tecnología que utilizamos para ser los mejores productores mundiales de arroz, con 8 toneladas por hectárea. Eso es tecnología en el uso del agua, en la investigación genética, en cada paso. Lo mismo se puede decir de la lechería y de la cadena cárnica.

Ahora, si no podemos salvar lo que queda de una industria que en su momento ocupó a miles de trabajadores y hoy se ha refugiado en algunas empresas muy especializadas, sí puedo hacer una previsión. Algunos grandes productores mundiales - que incluso con grifas de otros países inundan todos los mercados -, coparán el mundo y luego fijarán los precios. No de remate, sino los adecuados. Y nosotros nos quedaremos con nuestras ovejitas, nuestros tops de lana y hablando de incorporarle valor agregado a las industrias del MERCOSUR. Las que sobrevivan.
 
 

Economía
2011-12-01T16:13:00

UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias