Adiós Europa. La estrategia estadounidense se centra en América Latina y la competencia con China
19.12.2025
WASHINGTON (Uypress/Sergio Cararo*) - El documento de Estrategia de Seguridad Nacional de la administración Trump busca "restaurar la preeminencia estadounidense en el hemisferio occidental", reviviendo explícitamente la Doctrina Monroe, creada para contrarrestar cualquier injerencia europea en el hemisferio occidental.
Y posteriormente utilizada para justificar la intervención militar estadounidense en Latinoamérica.
Al mismo tiempo, se despide explícitamente de sus antiguos socios europeos, designándolos casi explícitamente como competidores.
La fragmentación del mercado mundial y la reorganización imperialista en base a bloques regionales, económicos y geopolíticos se perfilan con bastante claridad.Pero si en América Latina retomamos las ambiciones hegemónicas y el lenguaje del siglo XIX, es precisamente en Europa donde el documento de 33 páginas utiliza un nuevo lenguaje, definiéndola como en riesgo de "borrar la civilización" debido al declive económico, la crisis demográfica, las políticas migratorias permisivas y la erosión de la libertad de expresión.
En un párrafo algo más tranquilizador para los gobiernos europeos ya en pánico, se afirma que "Europa sigue siendo estratégica y culturalmente vital para Estados Unidos", pero el informe expresa una visión bastante diferente a la del pasado, sujeta a juicios ciertamente no halagadores para los socios europeos históricos que hasta ahora han sido considerados confiables, desde el período de posguerra, por todas las administraciones estadounidenses.
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de EE. UU. presenta un panorama del mundo contemporáneo que no admite ambigüedades. Estados Unidos pretende reafirmar su centralidad y supremacía económica, militar, ideológica y tecnológica, poniendo fin a todo enfoque multilateralista que, aunque siempre subordinado al Consenso de Washington , hasta hace pocos años había regido lo que se definía como globalización.
El preámbulo del documento explica cómo la seguridad nacional de Estados Unidos hoy no sólo surge del poder militar, sino del fortalecimiento de los asuntos internos de la nación, la reconstrucción de su base industrial, la defensa de sus fronteras, la salvaguarda de su identidad cultural y la protección de tecnologías críticas.
Así, la "contención" de China y la redefinición de las relaciones con Europa se convierten en los pilares de una estrategia que pretende reafirmar las prioridades estadounidenses, contrarrestando la idea de un "declive americano" y revisando la idea de que Washington debe soportar solo el peso del orden internacional. El pasaje dedicado a Europa, «desde nuestra perspectiva», es probablemente el más difícil de digerir, pero a la vez el más significativo del documento. Ya no hay declaraciones de lealtad a la OTAN como un vínculo casi sagrado. En cambio, prevalece una actitud bastante desencantada, por no decir abiertamente crítica.
Washington considera a Europa como una región estratégicamente importante, pero profundamente debilitada por contradicciones internas. Estas incluyen el estancamiento económico, el declive demográfico, la inestabilidad política, las restricciones a la libertad de expresión y las oleadas migratorias hacia el viejo continente. Es difícil no admitir que estos factores que agravan la crisis europea existen, y ciertamente no hace falta ser partidario de Putin para afirmarlo.
La propia guerra en Ucrania se describe en el documento como un acelerador adicional de las dependencias (por ejemplo, energética), las crisis políticas y las fragilidades económicas que socavan la cohesión interna europea.La estrategia estadounidense, contrariamente a la de los gobiernos europeos, aboga por un rápido retorno a la estabilidad en Europa y el restablecimiento de las relaciones entre Europa y Rusia.Un ejemplo emblemático de ello es el cambio según el cual el futuro de la OTAN ya no debe definirse por su continua expansión, sino por la capacidad de Europa de asumir responsabilidades y costos militares mucho mayores.
Europa sigue siendo, a ojos de Washington, un socio útil a nivel comercial y tecnológico, pero ya no está en el centro de la estrategia estadounidense en las relaciones internacionales.En esta redefinición de prioridades, China se presenta ante Estados Unidos como el verdadero desafío del siglo XXI. Pekín ya no es visto como un actor con el que se puede encontrar un equilibrio estable, sino como un competidor sistémico decidido a desafiar la supremacía estadounidense en el mundo.
Según la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, décadas de apertura económica no han acercado a China al orden internacional liberal, sino que, por el contrario, han acelerado su ascenso como superpotencia. Las cadenas de producción internacionales se han reestructurado para otorgarle a China un mayor control sobre los mercados emergentes y las materias primas esenciales. La capacidad industrial de China, combinada con inversiones masivas en tecnologías como la inteligencia artificial, la computación cuántica, la robótica y el espacio, constituye ahora el núcleo de su competencia con Estados Unidos.
En el documento, estos últimos admiten abiertamente que han perdido terreno y anuncian una contraofensiva económica y tecnológica a gran escala, cuyo objetivo estratégico es la reconstrucción de la industria nacional estadounidense, así como la reducción de las dependencias críticas de las cadenas de suministro chinas.El objetivo declarado es impedir que China alcance tal supremacía económica y tecnológica que su liderazgo global se vuelva inevitable.
En el plano militar, la estrategia estadounidense parece aún más explícita. La prioridad es contener a China e impedir cualquier intento de alterar el statu quo en el Mar de China Meridional y el Estrecho de Taiwán.
La competencia ya no se limita únicamente a la dimensión militar, sino que abarca todo el sistema militar-industrial: producción, innovación, logística y resiliencia económica. El documento no contempla escenarios conciliatorios con China, y el enfrentamiento entre ambas potencias se considera inevitable, continuo y estructural. Estados Unidos considera esencial mantener una ventaja cualitativa en plataformas navales, activos espaciales, misiles de nueva generación y tecnologías.
Pero si los gobiernos europeos se han vuelto locos, los de América Latina deberían estar aún más preocupados.
La Estrategia de Seguridad Nacional de EE. UU. establece que se aplicará un "Corolario Trump" a la Doctrina Monroe, la cual, a partir de 1820, consolidó la hegemonía estadounidense en Latinoamérica, considerada desde entonces su "patio trasero", una fuente de protección para las potencias europeas. Con base en dicha doctrina, Estados Unidos ha intervenido militarmente en decenas de ocasiones contra países de Centroamérica y Latinoamérica, o ha organizado golpes de Estado contra gobiernos no subordinados a Washington.
Lo que estamos viendo en las últimas semanas en Venezuela, pero también en Colombia, México y Honduras, confirma este intento de volver a la hegemonía estadounidense sobre América Latina.Para tal fin, señala el documento, Washington realineará su "presencia militar global para abordar amenazas urgentes en nuestro hemisferio y alejarse de escenarios cuya importancia relativa para la seguridad nacional de Estados Unidos ha disminuido en las últimas décadas o años".
La administración Trump también quiere poner fin a la migración masiva y convertir el control fronterizo en "el elemento central de la seguridad estadounidense", según la nueva estrategia de seguridad nacional de EE. UU. " La era de la migración masiva debe llegar a su fin. La seguridad fronteriza es el elemento central de la seguridad nacional".La fase histórica de concertación y globalización ha quedado definitivamente atrás y hemos entrado de lleno en la fase de competencia imperialista global basada en bloques económicos y políticos diversos y opuestos.
*Sergio Cararo, analista de Contropiano, publicación comunista italiana
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias