OPINIÓN

En Brasil, el patriotismo es de izquierdas o no es

04.08.2025

OTHER NEWS (Por Boaventura de Sousa Santos* – Artículo enviado a Other News por el autor) –

 

El futuro de la democracia brasileña vuelve a brillar a pesar de las nubes en el horizonte. Las razones principales son las siguientes. El presidente de la República de Brasil, Lula da Silva, es hoy el líder más respetado y admirado del mundo.

Su larga trayectoria política y el injusto sufrimiento al que fue sometido por una conspiración de lawfare articulada entre fuerzas político-jurídicas nacionales y extranjeras que lo llevaron a prisión durante 532 días hablan por sí solos. Frustradas por no haber podido eliminar la presencia política de Lula da Silva, estas fuerzas intentaron, el 8 de enero de 2023, impedir que asumiera el cargo para el que había sido elegido democráticamente.

La estatura política de Lula da Silva se engrandece hoy aún más por otra razón. Es propio de las democracias que los gobernantes elegidos tengan que convivir con una oposición parlamentaria. A veces tienen que convivir con dos oposiciones, una parlamentaria y otra extraparlamentaria. Da la casualidad de que el presidente Lula da Silva es quizás  hoy el único gobernante elegido democráticamente que tiene que convivir con tres oposiciones: la oposición parlamentaria; la oposición dentro de su Gobierno, ya que se trata de un Gobierno de coalición en el que participan ministros que militaban activamente en los diversos intentos de poner fin a su carrera política; y una tercera oposición expatriada, autoexiliada en la incubadora del movimiento global de extrema derecha en que se ha convertido Washington.

Esta tercera oposición, escandalosamente liderada por un diputado brasileño, Eduardo Bolsonaro, constituye hoy, de hecho, una segunda embajada de Brasil en Washington. Esta embajada está tan obsesionada con subvertir la democracia brasileña y resucitar a golpistas difuntos que no duda en promover graves daños a la economía brasileña y al bienestar de los brasileños, incluidos aquellos que en el pasado votaron a sus compinches en el gobierno anterior. Estos, según la Organización Mundial de la Salud, fueron responsables, solo en el primer año de la pandemia (de marzo de 2020 a marzo de 2021), de 120 000 muertes que podrían haberse evitado si Brasil hubiera adoptado medidas preventivas, como el distanciamiento social y las restricciones a las aglomeraciones.

Esta tercera oposición es un caso sin precedentes en la historia moderna de las democracias. Representa una manifestación extrema y extremadamente contradictoria de fuerza y debilidad. De fuerza, porque estos opositores se enorgullecen de estar detrás de la agresión arancelaria de Donald Trump, el maestro del golpismo internacional del que los embajadores (más correctamente, rebajadores) de extrema derecha son mayordomos de bajo rango. También se enorgullecen de haber urdido el ataque más grotesco y soez contra un sistema judicial extranjero que se recuerda, en la persona del juez del Tribunal Supremo Federal, Alexandre de Moraes, uno de los magistrados más notables de nuestro tiempo, un magistrado que, junto a Baltasar Garzón (España), Raúl Zaffaroni (Argentina y Corte Latinoamericana de Derechos Humanos), Albie Sachs (Sudáfrica postapartheid), Ruth Bader Ginsburg (EE. UU.) y N. V. Ramana (India), conforma hoy el cuadro de lo que debe ser una magistratura independiente porque comprometida con la salvaguarda y la profundización de la democracia.

Pero al manifestar toda esta fuerza, esta oposición expatriada y, con ella, toda la oposición de derecha y de extrema derecha que se reconoce en ella, ha manifestado contradictoriamente toda su desarmante debilidad. Tuvo que refugiarse a la sombra de un gigante de paja, por naturaleza y por interés propio también suicida e incendiario, para asestar a Brasil y a los brasileños el golpe más duro que se pueda imaginar. Se atrevió a sacrificar a su propio país para sobrevivir en su mezquina pequeñez. Fue un estruendoso tiro en el pie que la mantendrá coja durante muchos años.

Por estas razones, el patriotismo en Brasil es hoy, más que nunca, democrático y de izquierdas. Los fascistas y golpistas que se envuelven en la bandera verde y amarilla manchan la bandera con sangre y ignominia. Es bueno que los demócratas de izquierda sean muy conscientes de ello, del daño que esta quinta columna está causando al país, y lo den a conocer. Es crucial que se movilicen para asumir con orgullo el patriotismo, un sentimiento constructivo de defensa de la soberanía y la democracia brasileñas. Un sentimiento que nada tiene que ver con los propagandistas nacionalistas que, como se está viendo, siempre acaban mostrando lo que realmente son: vendepatrias.

*Boaventura de Sousa Santos, sociólogo. Profesor catedrático jubilado de la Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU.).


Internacionales
2025-08-04T22:46:00

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