Carta abierta
Nadezhda Tolokonnikova (Pussy Riot): ¿por qué inicio una huelga de hambre?
02.10.2013
MOSCU (Uypress) - El Consejo de Derechos Humanos del Kremlin informó el lunes 31 de setiembre que había confirmado algunas de las denuncias realizadas por Nadezhda Tolokonnikova, integrante del grupo punk Pussy Riot, sobre las violaciones y abusos físicos, de reclusión y laborales en la Colonia Penitenciaria Nº 14 de trabajos forzados, donde dos de las integrantes del grupo cumplen condena.
Tolokonnikova fue enviada a una celda de aislamiento en cuanto inició la huelga de hambre y luego al hospital, donde continúa incomunicada, según informa su abogado. La carta abierta denuncia una situación tan inhumana que se podía resultar inverosímil o una copia de Dostoievsky. "Nadya Tolokno", nacida en 1989, integra el grupo de artistas callejeros Voina y Pussy Riot, que cantó una oración a Dios para que Putin no sea reelegido en un templo ortodoxo. Por esa acción tres de sus integrantes fueron condenadas por vandalismo motivado por odio religioso y dos de ellas -ambas madres- sentenciadas a dos años de trabajos forzados, hasta marzo de 2014. A Maria Alyokhina se le negó en junio la libertad anticipada.
La carta abierta *
A partir del lunes 23 de setiembre, voy a iniciar una huelga de hambre. Este es un método extremo, pero estoy convencida de que es el único camino en mi situación actual.
La administración de la colonia penitenciaria se niega a escucharme. Pero, a mi vez, me niego a renunciar a mis demandas. No voy a quedarme callada, resignada a mirar mientras mis compañeras de prisión colapsan bajo el esfuerzo de condiciones similares a la esclavitud. Exijo que la colonia penitenciaria respete los derechos humanos; exijo que el campo de Mordovia funcione de acuerdo con la ley. Exijo que seamos tratadas como personas humanas, no esclavas.
Ha pasado un año desde que llegué a la Colonia Penitenciaria Nº 14 (CP-14) en la villa mordova de Parts. Como dice el dicho entre los presos: "Quien no ha cumplido tiempo en Mordovia no ha cumplido tiempo alguno." Comencé a oír sobre las prisiones de Mordovia cuando aún estaba detenida en el Centro de Detención Previo al Juicio Nº 6 en Moscú. Tienen los niveles de seguridad más altos, las jornadas de trabajo más largas y las violaciones a los derechos más flagrantes. Cuando te envían a Mordovia es como si te enviaran al patíbulo. Hasta el último día mantuve la esperanza: "¿Después de todo, quizá no me envíen a Mordovia? ¿Quizá se calme?" Nada se calmó, y en el otoño de 2012 llegué al campo a orillas del río Partsa.
Mordovia me dio la bienvenida con las palabras del subjefe de la colonia, teniente coronel Kupriyanov, quien es de hecho el administrador de nuestra colonia. "Usted debe saber que en lo que se refiere a política, yo soy estalinista". El coronel Kulagin, el otro jefe administrativo -la colonia se dirige en tandem- me llamó para hablar mi primer día aquí, con el objetivo de hacerme confesar mi culpabilidad. "A usted le sucedió una desgracia, ¿no es así? A usted la han sentenciado a dos años en la colonia. La gente generalmente cambia de opinión cuando le pasan cosas malas. Si quieres salir anticipadamente debes confesar tu culpa. Si no, no vas a obtener la libertad condicional." Le dije desde el primer momento que yo sólo iba a trabajar las 8 horas por día requeridas por el código de trabajo. "El código es una cosa; lo que realmente importa es que cumplas tu cuota. Si no, trabajarás tiempo extra. Debes saber que hemos quebrado a gente con más carácter que tu," fue la respuesta de Kulagin.
Mi brigada en el taller de costura trabaja 16 o 17 horas por día. Desde las 7:30 a.m. hasta las 12:30 a.m. Con suerte conseguimos cuatro horas de sueño por noche. Tenemos un día libre cada mes y medio. Trabajamos casi todos los domingos. Los prisioneros elevan solicitudes para trabajar los fines de semana "por (su) propia voluntad". En la realidad, no hay, por supuesto, ningún deseo. Éstas peticiones se escriben por orden de la administración y bajo prisión de las presas que ayudan a ejecutarla.
Nadie se anima a desobedecer éstas órdenes y no elevar esas peticiones relacionadas a entrar en la zona de trabajo en domingo, lo que significa trabajar hasta al 1 a.m. Una vez, una mujer de 50 años pidió para volver a la zona residencial a las 8 p.m. en lugar de las 12:30, así podía acostarse a las 10 p.m. y dormir ocho horas al menos una vez a la semana. Se sentía enferma; tenía presión alta. En respuesta, realizaron una reunión de la unidad para rebajarla, insultarla y humillarla, llamándola parásita. "¿Qué crees, que eres la única que quiere dormir? ¡Debes trabajar más, imbécil!" Cuando alguien de la brigada no va a trabajar por orden del médico, también se la acosa. "Yo trabajé lo más bien cuando tuve 40 grados de fiebre. ¿Qué te crees, quién va a permitirte holgazanear?"
Mi unidad de residencia en el campo me dio la bienvenida con las palabras de una prisionera que estaba terminando su condena de nueve años. "Éstos cerdos tienen miedo de tocarte con sus manos. Quieren hacerlo por vía de alguna de las presas". En la colonia, las presas a cargo de las brigadas, así como sus integrantes más antiguas son quienes tienen la tarea de despojar a sus compañeras de sus derechos, aterrorizarlas y transformarlas en esclavas sin voz. Todo por orden de la administración.
Para el mantenimiento de la disciplina y la obediencia hay un sistema no oficial de castigos ampliamente utilizado. Se fuerza a las prisioneras a "permanecer en la lokalka, (un pasaje cercado entre dos zonas del campo) hasta que se apague la luz." La detenida tiene prohibido entrar en las barracas, así sea otoño o invierno. En la segunda brigada, integrada por las discapacitadas y ancianas, hubo una mujer que sufrió una congelación tal luego de un día en la lokalka, que tuvieron que amputarle los dedos de las manos y uno de sus pies. "Pérdida de privilegios de higiene": la detenida tiene prohibido lavarse o usar el baño. "Pérdida de privilegios de almacén y salón de té": la detenida tiene prohibido comer su propia comida o beber. Es a la vez gracioso y atemorizante cuando una mujer de 40 años te dice: "¡Parece que hoy vamos a ser castigadas! Me pregunto si también vamos a ser castigadas mañana." Ella no puede apartarse del taller de costura para orinar o comer un caramelo de su bolsillo. Está prohibido.
Pensando solamente en dormir y en una taza de té, las presas hostigadas se transforman en arcilla obediente en las manos de la administración, que nos ve solamente como mano de obra esclava gratuita. Así, en junio de 2013 mi salario mensual fue de 29 -¡29!- rublos (NdeT: unos 90 centavos de dólar). Nuestra brigada cose 150 uniformes policiales por día. ¿Dónde va el dinero que obtienen por ellos?
El campo recibió fondos para comprar equipo totalmente nuevo varias veces. Sin embargo, la administración se la limitado a reparar sus máquinas de coser por mano de sus operarias. Cosemos utilizando maquinaria agotada física y técnicamente. De acuerdo al código de trabajo, cuando la maquinaria no se corresponde con los estándares actuales de la industria, las cuotas deben rebajarse en relación a las usuales típicas del ramo. Pero las cuotas sólo suben, y en forma súbita y milagrosa. "Si les dejas ver que puedes coser 100 uniformes, ¡subirán el mínimo a 120!", dicen las costureras veteranas. Y tampoco puedes quedar corta, de lo contrario toda la unidad será castigada, la brigada entera. El castigo será, por ejemplo, que todas estaremos obligadas a pararnos en el patio interior durante horas. Sin permiso para usar el baño. Sin permiso para tomar un trago de agua.
Hace dos semanas, las cuotas de producción para todas las brigadas de la colonia fue subida arbitrariamente en 50 unidades. Si antes el mínimo era 100 uniformes por día, ahora es 150. De acuerdo al código de trabajo, los trabajadores deben ser notificados de un cambio en la cuota de producción con al menos un mes de anticipación a que entre en vigencia. En la CP-14, sencillamente nos despertamos una mañana para encontrar que teníamos una nueva cuota porque sucedió que la idea había saltado en la cabeza de los administradores de nuestro "centro de explotación" (así es como las prisioneras llaman a la colonia). La cantidad de personas en la brigada disminuye (hay liberadas y transferidas), pero la cuota crece. Como resultado, quienes quedan tienen que trabajar más y más. Los mecánicos dicen que no tienen los repuestos necesarios para reparar la maquinaria y que no les llegará. "¡No hay repuestos! ¿Cuándo llegarán? ¿Estás bromeando? Esto es Rusia, ¿por qué preguntas eso?" En mis primeros meses en la zona de trabajo, prácticamente me convertí en mecánica. Me enseñé a mi misma a partir de la necesidad. Me lancé a la máquina, destornillador en mano, desesperada para arreglarla. Tus manos están agujereadas, con marcas de agujas y cubiertas de lastimaduras; tu sangre está por toda la mesa, pero sigues cosiendo. Eres parte de la línea de montaje y tienes que cumplir tu tarea tanto como las cosedoras experimentadas. Entretanto, la máquina maldita vive descomponiéndose. Porque eres la nueva y hay déficit, terminas con el peor equipo, el motor más débil de la línea. Y ahora se ha roto de nuevo, y de nuevo. tu corres para buscar al mecánico, que es imposible de encontrar. Te gritan, te rezongan por endentecer la producción. Tampoco hay clases de costura. A las nuevas se las hace sentar frente a sus máquinas sin más ceremonia y se les da sus tareas.
"Si no fueras Tolokonnikova, te hubieran molido a golpes hace mucho tiempo," dice una compañera con contactos cercanos con la administración. Es verdad. A otras las golpean. Por no ser capaces de mantener el ritmo. Las golpean en los riñones, en la cara. Las presas mismas son quienes ejecutan esas golpizas, y ninguna de ellas se lleva a cabo sin la aprobación y el pleno conocimiento de la administración. Hace un año, antes que yo llegara, a una mujer gitana de la tercera unidad la golpearon hasta matarla. (La tercera es la unidad de presión, donde envían a las presas que deben ser golpeadas todos los días). Ella murió en la unidad médica del CP-14. La administración pudo cubrirlo: la causa oficial de muerte fue paro cardíaco. En otra unidad, a unas modistas nuevas que no pudieron mantener el ritmo se las desnudó y se las hizo coser desnudas. Nadie se anima a quejarse a la administración, porque todo lo que harán será sonreír y enviar a la prisionera nuevamente a la unidad, donde a la "soplona" la golpearán cumpliendo órdenes de esa misma administración. Para la administración de la colonia, las vejaciones controladas son un método conveniente para forzar a las prisioneras a una sumisión total a su sistemático abuso de los derechos humanos.
Una atmósfera amenazadora y ansiosa inunda la zona de trabajo. Eternamente privadas de sueño, superadas por la interminable carrera para cumplir las cuotas inhumanamente grandes, las prisioneras están siempre al borde de quebrarse, chillándose unas a otras, peleando por las cosas más pequeñas. Hace muy poco apuñalaron a una joven en la cabeza con una tijera porque no había entregado un par de pantalones a tiempo. Otra trató de cortarse su propio estómago con una sierra de hoja. La detuvieron.
Quienes se encontraban en la CP-14 en 2010, el año del humo y el fuego, dijeron que mientras los incendios se aproximaban a los muros de la colonia, las prisioneras continuaban yendo al taller y cumpliendo sus cuotas. a causa del humo, no podías ver dos metros en frente tuyo, pero, cubriendo sus caras con pañuelos húmedos, todas ellas trabajaron igual. Debido a las condiciones de emergencia, a las presas no las llevaron a la cafetería para alimentarse. Varias mujeres me dijeron que estaban tan horriblemente hambrientas que comenzaron a escribir diarios para documentar el horror de lo que les estaba pasando. Cuando finalmente se extinguieron los fuegos, la seguridad del campo recogió esos diarios meticulosamente para que ninguno llegara al exterior.
Las condiciones de residencia y de higiene del campo están calculadas para hacer que la prisionera se sienta como un animal asqueroso y sin ningún derecho. Aunque hay "cuartos higiénicos" en los dormitorios, también hay un "cuanto higiénico general" con un propósito correctivo y punitivo. éste cuarto tiene capacidad para cinco, sin embargo, envían aquí a todas las 180 prisioneras de la colonia para lavarse. No debemos lavarnos en los cuartos higiénicos de nuestras barracas -eso sería demasiado fácil-. En el "cuarto general de higiene", en eterna presión, las mujeres con tinas pequeñas intentan lavarse lo más rápido que pueden, amontonadas unas contra otras. Nos permiten lavarnos el pelo una vez por semana. Sin embargo, incluso éste día de baños se cancela. Una bomba se romperá o el bombeo será apagado. Algunas veces, mi unidad no pudo bañarse por dos o tres semanas.
Cuando se descompone la sanitaria de agua, una mezcla de orina y heces encharcadas sale de los cuartos higiénicos. Hemos aprendido a destapar las cañerías nosotras mismas, pero nuestros éxitos son de corta duración. Muy pronto se obstruyen de nuevo. La colonia no tiene una cinta para limpiar los caños. Podemos lavar ropa una vez por semana. El lavadero es una pieza pequeña con tres canillas que largan débiles chorritos de agua fría.
También debe ser una medida correctiva darle a las presas pan duro, leche muy aguada, exclusivamente mijo ardido y papas podridas. Éste verano trajeron, en bolsas con verdín, papas negras a granel. Nos las dieron de comer.
Las violaciones en las condiciones de reclusión y de trabajo en la CP-14 son interminables. Empero, mi reclamo principal y más importante es mayor que cualquiera de ellas. Es que la administración de la colonia impide, por los medios más severos de que dispone, que ningún reclamo en relación con las condiciones en el CP-14 salga de los muros de la colonia. La administración fuerza a la gente a permanecer callada. No se detiene ante los medios más bajos y crueles para lograrlo. Todos los demás problemas se derivan de éste: el incremento de las cuotas, las jornadas de 16 horas y demás. La administración se siente intocable; oprime despreocupadamente a las presas con severidad creciente. Yo no podía entender por qué todas se mantenían calladas hasta que me encontré con la avalancha de obstáculos que caen sobre las detenidas que deciden hablar hacia fuera. Las quejas, sencillamente no salen de la risión. La única posibilidad es quejarse a través del abogado o de parientes. La administración, mezquina y vengativa, utilizará entretanto todos sus mecanismos para presionar a la prisionera para que vea que sus reclamos no van a ayudar a nadie sino solamente empeorar las cosas. Utilizan castigos colectivos: te quejas, no hay agua caliente, y la desconectan del todo.
En mayo de 2013, Dmitry Dinze, mi abogado, presentó una queja sobre las condiciones en la CP-14 ante la oficina del fiscal. El subjefe de la colonia, teniente coronel Kupriyanov, al instante hizo insoportables las condiciones del campo. Hubo requisa tras requisa, un río de denuncias contra todas mis conocidas, se confiscó ropa de abrigo y se amenazó con requisar el calzado de abrigo. En el trabajo, se vengaron con requerimientos complicados de costura, cuotas incrementadas y fallas intencionales. Las líderes de la unidad vecina a la mía, la mano derecha del teniente coronel Kupriyanov, directamente ordenó a las presas que interfirieran con mi producción para que pudiera ser enviada a una celda de castigo por "dañar la propiedad del gobierno". También les ordenó que provocaran una pelea conmigo.
Es posible tolerar cualquier cosa siempre y cuando te afecte sólo a ti. Pero el método del castigo colectivo es mayor que eso. Quiere decir que tu unidad, o incluso toda la colonia deberá sufrir tu castigo junto contigo. Esto incluye, en especial, a las personas que te importan. A una de mis amigas le negaron la libertad condicional, que había estado esperando siete años, trabajando duramente para sobrepasar sus cuotas. La reprimieron por tomar té conmigo. Ese día, el teniente coronel Kupriyanov la transfirió a otra unidad. Otra de mis conocidas, una mujer muy educada, fue arrojada a la "unidad de presión" para que la golpeen diariamente porque estaba leyendo y analizando conmigo un documento del Departamento de Justicia titulado "Reglamento para el código de conducta en las unidades correccionales". Labraron informes sobre todas quienes habían hablado conmigo. Me dolió que se forzara a sufrir a gente que me importa. Con una sonrisa irónica el teniente coronel Kupriyanov me dijo: "Probablemente ya no le quedan amigas." Me explicó que todo estaba sucediendo a causa del reclamo de Dinze.
Ahora me doy cuenta de que debí iniciar la huelga de hambre en mayo cuando me encontré en esa situación por primera vez. Sin embargo, la tremenda presión que la administración había ejercido contra mis compañeras debido a mis acciones me llevó a detener el proceso de labrar quejas sobre las condiciones de la colonia.
Hace tres semanas, el 30 de agosto, le pedí al teniente coronel Kupriyanov que garantice a las prisioneras de mi brigada de trabajo ocho horas de sueño. Analizamos la reducción de la jornada laboral de 16 a 12 horas. "Muy bien, a partir del lunes, la brigada sólo trabajará ocho horas," me respondió. Yo sabía que esta era otra trampa porque es físicamente imposible cumplir la cuota ampliada en 8 horas. Por lo tanto, a la brigada no le daría el tiempo y sería castigada. "Si alguna descubre que usted es quien está detrás de esto, nunca te quejarás de nuevo." Kupriyanov continuó: "Después de todo, no hay nada de qué quejarse en la ultratumba." Kupriyanov hizo una pausa. "Y, finalmente, nunca pida cosas para otras. Sólo pida cosas para usted. Yo he trabajado en los campos muchos años y quienes han venido a mi pidiendo cosas para otros van directamente de mi oficina a la celda de castigo. Usted es la primera persona a la que esto no le va a suceder."
En las semanas siguientes, la vida en mi unidad y mi brigada de trabajo se volvió imposible. Las presas con relaciones cercanas a la administración comenzaron a azuzar a las demás para que se vengaran. "Tienes prohibido tomar té o alimento, detener el trabajo para ir al baño y fumar por una semana. Ahora serás castigada siempre a no ser que comiences a comportarte en forma diferente con las nuevas y especialmente con Tolokonnikova. Trátalas como las veteranas te trataban a ti. ¿Te pegaban? Por supuesto que sí. ¿Te partían la boca? Lo hacían. Trátalas mal. No serás castigada."
Una y otra vez intentaron provocarme para que me pelee con alguna; pero ¿qué sentido tiene pelear con gente que no está a cargo de sí misma, que está actuando sólo bajo órdenes de la administración?
Las presas de Mordovia están atemorizadas de sus propias sombras. Están completamente aterrorizadas. Si hasta ayer tenían buena disposición hacia ti y te pedían "Hacé algo sobre la jornada de 16 horas", luego que la administración cayó sobre mi, tienen miedo de hablarme.
Me dirigí a la administración con una propuesta para resolver el conflicto. Pedí que me libraran de la presión fabricada por ellos y ejecutada por las prisioneras que controlan; que abolieran el trabajo esclavo en la colonia acortando la jornada de trabajo y disminuyendo las cuotas para que se ajusten a la ley.
La presión sólo aumentó. Por lo tanto, a partir del 23 de setiembre, iniciaré una huelga de hambre y me negaré a participar en el trabajo esclavo de la colonia. Lo haré hasta que la colonia comience a cumplir con la ley y deje de tratar a las mujeres encarceladas como ganado expulsado del reino de la justicia para los propósitos de favorecer la industria de la vestimenta; hasta que comiencen a tratarnos como seres humanos.
* Traducción castellana de Jaime Secco a partir de la inglesa de Bela Shayevich, de la revista n+1 publicada por The Guardian el lunes 23/09/13.
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