OPINIÓN

Nuevo orden mundial: una gran oportunidad para el Sur

08.05.2025

OTHER NEWS (Por Randy Sebastián Villalba Arango* – Dejusticia) – Mientras esta tormenta por el control del viejo orden se sigue intensificando en el norte, el Sur Global tiene la oportunidad histórica de redefinir su papel en la economía mundial con sus riquezas naturales y humanas.

 

El ritmo con el que cambia la realidad internacional nos mantiene en una constante de ansiedad e incertidumbre. La guerra comercial de EE.UU., la expansión de los BRICS, crisis climática, ascenso de líderes con aspiraciones autoritarias, carrera por el dominio tecnológico, pérdida de relevancia y de autonomía de la UE, tensiones geopolíticas, recortes de la ayuda humanitaria, inflación, y más, han acelerado las tendencias de desglobalización y proteccionismo. ¿Se debe quizá a que el dominio de occidente y EEUU sobre el orden del mundo está cambiando?

Estos eventos no reflejan crisis aisladas, sino un verdadero cambio estructural en el orden económico mundial. La pregunta ya no es si Occidente está perdiendo su hegemonía, sino cómo será el nuevo equilibrio de poder. Aquí algunas claves para comprenderlo:

El dinero y el poder del dólar:

El dólar estadounidense es la moneda más importante del mundo. La mayoría del comercio internacional y las reservas de los bancos centrales se manejan en esta divisa. Su valor no está respaldado por oro ni ningún otro activo físico, sino que depende de la confianza global en la economía de EE.UU. Por eso se le llama moneda fiduciaria o fiat, que proviene del latín "hágase" o "que se haga por decreto", es decir, que se puede imprimir de la nada. Este dominio le permite tener deuda barata y bloquear empresas, personas o países enteros del sistema financiero global, asfixiando sus economías sin necesidad de intervención militar. 

Sin embargo, dicho poder no está libre de problemas. Según el economista Yanis Varoufakis,  EE.UU. enfrenta una paradoja:  tiene un dólar fuerte, lo que le permite seguir siendo la moneda de reserva mundial, pero, como resultado, sus productos son más caros y menos competitivos en el mercado global. Para contrarrestar dicha paradoja, el presidente Trump ha aplicado medidas proteccionistas, como aumentar aranceles y forzar negociaciones para que otros países aumenten el valor de sus monedas y así equilibrar el comercio. Sin embargo, estas estrategias y la inflación están debilitando la confianza en el dólar y acelerado la búsqueda de alternativas. Por ejemplo, China y Rusia se han convertido en los mayores compradores de oro para respaldar sus reservas y su moneda, a lo que se suman iniciativas como el Euro Digital o Bitcoin, que buscan ofrecer alternativas al dominio del dólar en el sistema financiero global. 

A esto se le suma que organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han impuesto políticas que muchas veces favorecen a los mercados financieros de las grandes potencias en lugar de apoyar el desarrollo de los países endeudados. Así, la deuda se convierte en un mecanismo de dominación económica más que en una herramienta de desarrollo para países del sur global. En el caso de Colombia, por ejemplo, la deuda pública ya equivale al 64,9% de su PIB, y solo con los intereses que paga anualmente por su deuda externa, podrían financiar la mitad del presupuesto educativo del país. Esto empeoraría si el dólar sube por los aranceles, pues también lo haría la deuda, lo que implicaría menos recursos para la inversión social.

Dilemas del futuro económico y ambiental

El poder mundial no solo se juega en la política o el control del dinero, sino también en el dominio sobre los recursos naturales y su autonomía para la gestión de los mismos. El economista Dani Rodrik plantea dos "trilemas" sobre el futuro en materia de globalización-soberanía y económico-ambiental muy útiles para analizar las dinámicas actuales.

Por un lado, el economista plantea que ningún país puede tener soberanía, democracia e integración económica al mismo tiempo; debe priorizar dos de estas opciones y renunciar a la tercera. Las alternativas son: renunciar a la democracia como en el modelo chino, que puede generar un crecimiento acelerado e influencia en el comercio, pero a costa de sacrificar libertades fundamentales y derechos humanos; segundo, un modelo que privilegie la soberanía y el proteccionismo sin perder la democracia, que podría fortalecer la industria local pero aislarse del mundo, lo que puede ser una receta fácil para la crisis, como lo demostró Argentina entre 2001 y 2015; y, finalmente, la última opción sería ceder parte de la soberanía, como el modelo europeo, donde se permite el libre acceso a mercados y tecnología, donde hay políticas democráticas, pero puede generar dependencia en sectores estratégicos, y perder así su autonomía.

Este trilema, que antes parecía solo una teoría, ahora define el mundo en transformación. Cada vez más países buscan mantener su soberanía sin perder la integración económica, pero esto ha llevado al ascenso de regímenes autoritarios. Para los países del Sur Global, la mejor estrategia puede ser  aprovechar la rivalidad entre EE.UU. y China para renegociar mejores acuerdos comerciales. Para no tener que renunciar a la democracia ni a la soberanía, habría que ser más selectivos con nuestra integración.  Un caso de éxito ha sido Corea del Sur y Taiwán, que lograron industrializarse con estrategias de protección selectiva pero con transferencia tecnológica, reduciendo así la dependencia de importaciones. Colombia debería aplicar medidas en sectores con ventajas comparativas como el del cacao, principal insumo del chocolate suizo, el cual reimportamos más caro, o en la industria textil, afectada por importaciones masivas de ropa china de mala calidad.

Por otro lado, Rodrik también propuso un nuevo trilema relacionado con el futuro económico y ambiental: no es posible al mismo tiempo combatir el cambio climático, fortalecer la clase media en países desarrollados y reducir la pobreza global. Siempre habrá que sacrificar uno de estos objetivos. 

El primer escenario nos plantea que la clase media del norte, al mantener altos niveles de consumo (particularmente de bienes producidos en países en desarrollo) sostiene la demanda que impulsa el crecimiento global, lo cual contribuye a la reducción de la pobreza. Sin embargo, ese mismo patrón de consumo impulsa prácticas productivas intensivas en recursos y contaminantes, lo que agrava el daño ambiental, sobre todo en países del sur donde también se mantienen condiciones laborales precarias.

En el segundo escenario si se escoge la lucha contra la pobreza y el cambio climático, la clase media del norte se vería llamada a reducir su nivel de consumo, sobre todo de bienes importados, pagar más por productos éticamente producidos, y aceptar políticas fiscales más redistributivas que financien la transición ecológica y la justicia global.  Para esto se necesitarían enormes transferencias de recursos del Norte hacia el Sur Global, lo que generaría resistencia política en los países ricos, lo que se traduce en líderes más autoritarios y xenófobos en el norte.

El tercer escenario plantea una ruta en la que se prioriza la sostenibilidad ambiental sin modificar los altos patrones de consumo y confort de los países más desarrollados. En este escenario, el Norte da una apariencia de sostenibilidad porque reduce sus emisiones locales, pero en realidad sigue beneficiándose de una estructura global desigual, externalizando los costos ecológicos y laborales hacia el Sur.

Estos países han impuesto regulaciones ambientales estrictas, pero sin ofrecer a las economías emergentes el acceso a tecnologías verdes asequibles. Al mismo tiempo, rechazan abrir sus mercados a productos manufacturados del Sur Global, manteniendo su ventaja competitiva solo importando materias primas baratas, lo que destruye la competencia local de los países en desarrollo donde hay tratados de libre comercio inequitativos. Esto deja a los países en desarrollo atrapados en un modelo extractivista, como Colombia, sin alternativas viables para un crecimiento más limpio y justo.

Las tensiones de estos trilemas revelan que el orden mundial actual es insostenible tanto ecológica como políticamente. El Sur, a su vez, debe dejar de imitar modelos ajenos y construir su propio horizonte de futuro, basado en su identidad, sus saberes, y en una nueva institucionalidad que priorice la soberanía alimentaria, energética y tecnológica. Aquí, la cooperación Sur-Sur es clave para fortalecer la innovación propia y reducir la dependencia de las potencias tradicionales. Habrá que ver qué tipo de gobierno será el más eficaz para gestionar nuestros recursos naturales, ojalá que no sea la plutocracia ni el tecno-feudalismo.

Un nuevo orden desde el Sur

El poder de las viejas fórmulas de desarrollo radica en la felicidad cómo mercancía y el consumo como símbolo de estatus, motivando al mundo a trabajar más allá de la satisfacción de sus necesidades básicas para posicionar identidades artificiales. Para avanzar, debemos romper esta narrativa del norte y dejar de consumir sus símbolos. El paradigma está cambiando: La demanda global se está moviendo hacia productos con alto valor cultural, sostenibles y con un impacto positivo en las comunidades. La cuestión está en si el norte está dispuesto a pagar un mayor precio por ello.  

Mientras esta tormenta por el control del viejo orden se sigue intensificando en el norte, el Sur Global tiene la oportunidad histórica de redefinir su papel en la economía mundial con sus riquezas naturales y humanas. Si logra consolidar un modelo de desarrollo soberano basado en la sostenibilidad, la innovación tecnológica y la cooperación regional, podría liderar la construcción de un nuevo orden económico multipolar más equitativo centrado en la naturaleza y los derechos humanos, sin la ambición de reconocer a un único líder y señor del mundo. La pregunta clave no es si el viejo orden caerá, sino cuánta destrucción intentará causar antes de aceptar su destino.

*Randy es economista y magíster en economía de las políticas públicas de la Universidad del Rosario. Ha trabajado en diferentes entidades estatales para la justificación de políticas públicas conm base en la analítica de datos. Se desempeñó como investigador en estudios económicos del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo; como analista de calidad de la información y en el diseño de la primera encuesta TIC de Colombia en el DANE; y finalmente, en el Departamento Nacional de Planeación como consultor transversal de datos en las líneas de participación ciudadana, paz y DD.HH. de la dirección de justicia, seguridad y gobierno. Le interesan los análisis del comportamiento social y en la parametrización de medidas cualitativas y experimentales.

 

Imagen: Pixabay

Internacionales
2025-05-08T21:07:00

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