PUTIN
Putin y el uso estratégico de la religión
13.06.2015
MADRID (Uypress/Other News, Pilar Bonet) - La visita del presidente ruso al Vaticano es una oportunidad para mejorar su imagen.
Para el presidente de Rusia, Vladímir Putin, la cita con el papa Francisco hoy en el Vaticano supone una oportunidad de encontrar como mínimo comprensión para la posición de Rusia, mermada en Occidente por la política del Kremlin en Ucrania. Las relaciones de Rusia con el Vaticano han sido definidas como "estables" en los documentos preparados por la parte rusa para la visita del presidente. Esta es la quinta vez que Putin acude al Vaticano para entrevistarse con un pontífice, tras haberse reunido en dos ocasiones con Juan Pablo II, en una con Benedicto XVI y en otra (noviembre de 2013) con Francisco.
A diferencia de sus predecesores, un polaco y un alemán, Francisco no es un papa europeo y su sensibilidad puede tener facetas interesantes para Putin. Francisco se ha referido a una contienda "fratricida" en Ucrania y ha expresado su inquietud sobre los síntomas de una tercera guerra mundial.
Según el analista ruso Konstantín Eggert, el Papa podría comprender la política de Rusia en Crimea, a partir de su propia experiencia como argentino del intento fallido de su país para conquistar las Malvinas. "Putin hizo lo que los compatriotas del papa Francisco pueden solo soñar", afirmaba Eggert en la emisora Kommersant.fm, refiriéndose a las diferencias entre la fracasada expedición a las Malvinas en 1982 y el éxito de la anexión rusa de Crimea, en 2014. El papa no tiene la memoria histórica de sus predecesores sobre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, señala Eggert, que se muestra escéptico sobre las esperanzas de los ucranianos en el sentido de que Francisco aproveche la visita de Putin para denunciar la política del Kremlin en relación a Kiev.
En Rusia, la religión católica no está entre las reconocidas oficialmente como "tradicionales" en virtud de la ley de libertad de conciencia y organizaciones religiosas de 1997, que da un papel especial a la Iglesia Ortodoxa Rusa, a la religión musulmana, al judaísmo y el budismo, aunque también contempla el apartado "otras". Con todo, en la geografía rusa, donde residen cerca de 145 millones de personas, se calcula que la comunidad católica tiene 600.000 miembros distribuidos entre 228 parroquias.
Las relaciones de Rusia con El Vaticano han estado condicionadas por los intereses de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que tiene una concepción patrimonial del Estado y que se opuso a la creación de cuatro administraciones apostólicas en Rusia en 2002. Bajo el papado de Juan Pablo II, las relaciones entre los católicos y los ortodoxos llegaron a adoptar un tono muy agresivo e inscrito en las rivalidades históricas entre Polonia y Rusia. Con la llegada al papado del alemán Benedicto XVI la situación mejoró sustancialmente y las relaciones fueron reconducidas al terreno clásico de la diplomacia sigilosa. Kiril conocía bien al cardenal Ratzinger y se había carteado con él antes de ser elegido patriarca en 2009.
Uno de los grandes temas pendientes entre las dos confesiones es el encuentro del patriarca Kiril con el papa Francisco. Tradicionalmente, los ortodoxos han aducido dos obstáculos para ello, a saber el proselitismo católico y el conflicto de los ortodoxos ucranianos con los católicos del rito greco-católico de Ucrania (los uniatos, que se subordinan al Vaticano).
Putin ya manifestó a principios de la pasada década que no tiene inconveniente para la visita del Papa a Rusia, pero también dejó claro que tal visita no sería conveniente sin allanar antes los obstáculos con los ortodoxos.
La política de afirmación nacional del líder ruso encuentra apoyo en la Iglesia Ortodoxa Rusa, pero, pese al terreno que esta institución ha ganado en los últimos años, no se puede hablar de una identificación entre Iglesia y Estado. El Kremlin no ha entregado las posiciones clave del Estado laico ante las presiones de los sectores ortodoxos. La educación no es confesional en Rusia, pero la religión ortodoxa está en la escuela, como asignatura optativa, --entre otras religiones y la educación cívica--. El aborto, aunque atacado desde el Parlamento, sigue siendo legal y a cargo del Estado.
Con el patriarca Kiril, la iglesia ortodoxa se ha hecho más política que con su antecesor, Alexéi, y prueba de ello fue la ofensiva emprendida por el patriarca y el presidente en el verano de 2013 a favor de una mayor integración de Ucrania a Rusia con motivo de aniversario del 1024 bautismo de Vladímir. Tras la anexión de Crimea, los sectores ortodoxos rusos se ha movilizado en aquella península para desplazar a los representantes de la Iglesia Ortodoxa dependiente del patriarca de Kiev.
La Iglesia Ortodoxa Rusa nunca ha puesto en cuestión su carácter de religión europea. Es más, en los últimos años ha emprendido una campaña evangelizadora en el viejo continente, donde ha construido numerosos templos en parte utilizando para ello los vínculos y transacciones económicas entre los grandes consorcios del Estado y empresas europeas. Los ortodoxos rusos (y el Kremlin) encuentran aliados en los sectores conservadores de la Iglesia católica, sobre todo a favor de una política de familia, en contra de los matrimonios del mismo sexo y en contra de la eutanasia, por ejemplo. Moscú 10 2015
Anexo:
Lluís Bassets- El País
El G-7 ya no volverá a ser el G-8, como se le denominaba durante los años de asistencia rusa. Ya van dos años sin que acuda Moscú
Un año ya sin Rusia. Por segunda vez, el G-7 se ha reunido sin el presidente ruso, después de una historia ya institucionalizada de 16 años, desde la cumbre de Denver, cuando Bill Clinton invitó a Boris Yeltsin a que se incorporara al directorio mundial que conforman los dirigentes de los siete países más industrializados.
El G-7 ya no volverá a ser nunca el G-8, tal como se le denominaba durante los años de asistencia rusa. Era una participación más fruto de una voluntad diplomática integradora que de una realidad política y económica. Ni Rusia era entonces mucho más democrática que ahora ni entonces era, como no es ahora, una de las potencias económicas que más cuenta en el mundo. Se trataba de cerrar las heridas de la guerra fría e incluirla en la cima de la gobernanza mundial. Todo esto se fue al garete con la anexión de Crimea en marzo de 2014.
Cayeron las sanciones económicas sobre Rusia y se suspendió provisionalmente la participación de todos los socios occidentales en la cumbre que precisamente debía celebrarse en Sochi, en el Mar Negro, bajo presidencia rusa. A la vista de cómo ha evolucionado el conflicto entre Rusia y Ucrania, la suspensión ya no es provisional y el G-7 regresa a su formato original, como directorio de los países democráticos e industrializados, todos aliados de Washington, es decir, las potencias occidentales más Japón. Nada permite intuir que las cosas vayan a cambiar en los próximos años, ni por la evolución económica de Rusia ni tampoco por la política. Por eso Rusia no volverá.
El G-7 pesa mucho: representa solo el 11% de la población, pero acumula un tercio del PIB mundial. Durante la crisis económica pudo parecer que el G-20, que reúne teóricamente las economías más grandes del planeta, le pasaba la mano por la cara. Pero no ha sido así. "En la práctica, el G-20 básicamente amplía la base de apoyo y el alcance de los compromisos directos del G-8", dice Josep M. Colomer en su libro El gobierno mundial de los expertos (Anagrama).
El problema del G-8 es otro: su población se encoge, es la más anciana del mundo y sus economías también serán cada vez más pequeñas con relación al conjunto. Quien falta en el directorio mundial no es Rusia, sino China, y luego India, Brasil, y todo lo que sigue.
Al final, la reunión del G-7 se sintetiza en un largo y tedioso comunicado, unas conferencias de prensa y unas fotos. Ahí está la lista entera de los graves problemas mundiales, en la letra pequeña que a pocos interesa.
Como corresponde a los tiempos de la política de la imagen, el país anfitrión elige escenarios de gran fotogenia. Quienes pretenden gobernar el mundo quieren que sus reuniones ocupen las primeras páginas de los periódicos y los prime time de las televisiones.
En la foto de este año, en Baviera, no está Putin y solo se ve a Merkel con los brazos extendidos, como si cantara, y Obama, que la escucha sentado en un banco ante un escenario alpino de película. De la política de la imagen surge al final la imagen que queda de la política.
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias